Lección 24 - Trasfondo histórico de los evangelios: Parábolas famosas que solo se encuentran en Lucas 10-19 (2da parte)

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Lección 24 - Trasfondo histórico de los evangelios

Parábolas famosas que solo se encuentran en Lucas 10-19 (2da parte)

Hoy veremos las dos últimas parábolas claves que se encuentran solo en el evangelio de Lucas. Ambas son complejas, así que tomará un poco más de tiempo poder examinarlas detenidamente.

La parábola del mayordomo infiel

El relato comienza así: “Dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él como disipador de sus bienes. Entonces le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo. Entonces el mayordomo dijo para sí: ¿Qué haré? Porque mi amo me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que haré para que cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas. Y llamando a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo? Él dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, siéntate pronto, y escribe cincuenta. Después dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. Él le dijo: Toma tu cuenta, y escribe ochenta. Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.

“Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro? Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. 

“Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él. Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación. La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él. Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley” (Lucas 16:1-17).

Esta parábola, a menudo malinterpretada, revela varias verdades:

(1) No muchos de los que Dios llama tienen grandes habilidades. Las personas excepcionalmente dotadas tienden a creer que han sido llamadas gracias a sus talentos extraordinarios, y no a la gran misericordia de Dios y su favor inmerecido. Como Pablo explica: “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia” (1 Corintios 1:26-29, énfasis nuestro en todo este artículo).

El argumento de Pablo al decir que Dios no llama al influyente ni al poderoso es “que nadie se jacte en su presencia”. En otras palabras, para que ningún ser humano pueda jactarse ahora ni en el futuro de haber sido llamado gracias a sus habilidades excepcionales. Cristo lo resumió con estas palabras: “Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido” (Lucas 14:11).

Conforme a este principio, para llevar a cabo la gran obra de Dios en la Tierra, Cristo capacitaría como líderes principalmente a hombres y mujeres comunes y corrientes. Por ejemplo, Jesús, con la guía de Dios el Padre, oró toda la noche antes de elegir a los doce apóstoles de entre sus conciudadanos cercanos (Lucas 6:12-13). Varios de ellos eran pescadores, una profesión no muy estimada, y el resto se dedicaba a otros oficios comunes. Pero con la presencia del Espíritu de Dios en ellos, los dones que él les había dado se afinarían y perfeccionarían para servirle adecuadamente, hacer la obra e invertir sabiamente los fondos que se les había entregado para administrar la Iglesia. Ninguno de ellos consideraba siquiera la posibilidad de haber sido llamado por sus aptitudes excepcionales. Como Dios le había dicho a Zorobabel, “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho el Eterno de los ejércitos” (Zacarías 4:6).

Ahora, como sabemos, el dinero no es intrínsecamente malo, pues puede usarse para bien o para mal; sin embargo, el amor al dinero sí puede conducir al pecado (1 Timoteo 6:10).

Por tanto, los encargados de los recursos de Dios deben evitar volverse codiciosos, descuidados o egoístas, ya que, como Jesús señala, no se puede “servir a dos amos”. Esto significa que no debemos poner como prioridad la acumulación de dinero (la riqueza material) por encima del modo de vida de Dios (la adquisición de riquezas espirituales). A cada propósito debe dársele el nivel de prioridad adecuado. Entonces, si somos administradores fieles de la riqueza en nuestro hogar, en nuestras vidas personales y en la Iglesia, le estamos mostrando a Dios que él puede confiarnos más responsabilidades ahora y en su reino venidero, donde habrá una enorme cantidad de posesiones y personas que administrar (Lucas 16:10; Mateo 25:21).

En este sentido, el rey David fue muy ejemplar: de simple pastor pasó a convertirse en un extraordinario gobernante (Salmos 78:70-72). Dios lo usó poderosamente, transformándolo en un mayordomo fiel sobre sus recursos en Israel; y en el Milenio, David estará sobre las doce tribus de Israel (Ezequiel 37:24-25). Dios lo llamó “varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero” (Hechos 13:22). Él fomentó la fe verdadera, fue un monarca sabio, vio prosperar a su nación, apoyó a los levitas, estableció magníficos coros religiosos para alabar a Dios, escribió más de cien salmos y consiguió gran parte de los fondos para construir el templo de Dios. No fue perfecto, y de hecho cometió algunos pecados muy graves, pero durante su vida se esforzó por seguir fielmente el camino de vida de Dios.

Del mismo modo, Cristo quiere que usemos con prudencia las “riquezas injustas” del mundo (un sistema monetario que a menudo se usa incorrectamente como resultado de las prioridades torcidas de esta sociedad, que con frecuencia conducen a la avaricia y al abandono de los intereses de Dios) como una herramienta para que, cuando él regrese, pueda confiar en que administraremos la verdadera riqueza de un sistema económico basado en sus normas justas.

(2) ¿Cómo podemos “hacer amigos” con las riquezas injustas del mundo para que podamos ser recibidos por nuestros amigos “en una morada eterna”?

Primero, la frase “viviendas eternas” (Nueva Biblia Latinoamericana) o “moradas eternas” (RV60) es, como menciona el comentarista León Morris, “un ejemplo común del uso del plural entre los judíos y que significa ’Dios’, según su tendencia a evitar la mención del nombre divino” (Tyndale NT Commentaries [Comentarios del  NT de Tyndale], Lucas, 1974, p. 249). Por lo tanto, “moradas eternas”  es un eufemismo para referirse al Reino de Dios y sus múltiples cargos futuros.

La forma en que podemos “hacer amigos” de esta manera es siendo una luz para el mundo y usando e invirtiendo nuestro dinero para el beneficio material, y especialmente espiritual, de los demás (Mateo 5:16). Al diezmar, dar ofrendas a la Iglesia y ser generosos con otros, invertimos en la difusión del evangelio, alimentar al rebaño y participar en proyectos comunitarios. Así, pues, todos esos fondos pueden ayudar a que las personas sean llamadas y alimentadas espiritualmente, e incluso a que algunas se conviertan en nuestros hermanos, nuestros verdaderos “amigos”. Como Cristo señaló: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Juan 15:14). 

Un día, el resto del mundo reconocerá las ventajas de que le hayamos servido a Dios de esta manera. Como dijo Pedro: “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos . . . manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras” (1 Pedro 2:11-12).

(3) Es vital, además, entender la frase “cuando éstas (las riquezas) falten” (Lucas 18:9) en este contexto. El término griego que se usa aquí para “falten”, ekleipo, significa “cuando mueras” (A Greek-English Lexicon of the NT [Léxico griego-inglés del NT], 1979, p. 242). La falta de riqueza no se produce en el momento de quedarnos sin ella,  sino al momento de la muerte. El punto es que “uno no puede llevarla consigo” (Word Biblical Commentary [Comentario bíblico de la Palabra]). 

Como señala Morris: “Los seguidores de Jesús deben usar su dinero para sus propósitos espirituales tan sabiamente como lo hacen los hijos de este mundo para sus fines materiales. Como nuestra meta es ‘[hacernos] tesoros en el cielo’, deberíamos usar el dinero para propósitos tales como la caridad. Esto nos hará ganar amigos y contribuirá a nuestra buena reputación cuando el dinero falte, es decir, cuando muramos y el dinero ya no sirva” (op. cit., 1974, p. 249).

Entonces, después que hayamos muerto y resucitado, aquellas personas que se convirtieron gracias a nuestros esfuerzos (por nuestro ejemplo, oraciones, diezmos, ofrendas y buenas obras) nos apreciarán (1 Pedro 2:12). De igual forma, les debemos mucho a otras personas de la Iglesia que fueron esenciales para nuestro llamamiento. Por lo tanto, todos aquellos que entren al Reino de Dios finalmente se abrazarán alegremente y asimismo serán “recibidos”.

 Believer’s Bible Commentary (Comentario bíblico del creyente) resume así esta sección: “Los siguientes versículos muestran que el mayordomo de ninguna manera fue elogiado por ser deshonesto, sino por ser precavido. Había actuado con prudencia. Miró hacia el futuro, e hizo provisión para ello sacrificando la ganancia presente por la recompensa futura. Ahora, al aplicar esto en nuestras propias vidas, debemos tener muy claro este punto: el futuro de los hijos de Dios no está en esta Tierra sino en [su reino], así como el mayordomo tomó medidas para asegurarse de tener amigos al dejar de trabajar . . . por lo tanto, el cristiano debe usar los bienes de su Maestro de manera de asegurarse una fiesta de bienvenida [en el reino de Dios]. El Señor dijo: ‘Los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz’ [Lucas 16:8]. Esto significa que los hombres impíos y no regenerados parecen tener mayor sabiduría haciendo planes futuros en este mundo que la que muestran los verdaderos creyentes en cuanto a acumular tesoros en el cielo. Debemos hacer amigos mediante las riquezas injustas. Es decir, deberíamos usar el dinero y otras cosas materiales de tal manera que [ayuden en la obra del discipulado] para Cristo y así formar amistades que perdurarán por toda la eternidad” (notas sobre Lucas 16:9).

Como los fariseos administraban una gran riqueza proveniente de la religión (propiedades, herencias y honorarios) y muchos se habían vuelto codiciosos, cuando escucharon esta parábola ridiculizaron a Jesús; lo consideraban a él y sus discípulos un grupo despreciable, sin dinero ni influencia. Sin embargo, ante Dios ciertamente eran quienes eran importantes, y los fariseos, debido a su autojusticia y avaricia, eran los verdaderos fracasados espirituales (Mateo 21:31, 43).

Como señala The Knowledge Bible Commentary (Comentario del conocimiento bíblico): “Los fariseos, quienes amaban el dinero, reaccionaron negativamente a la enseñanza de Jesús sobre esto. Se burlaban de Jesús porque lo consideraban un hombre pobre al que seguían otros hombres pobres y, sin embargo, tenían la desfachatez de enseñar sobre el dinero. Jesús respondió que Dios conoce los corazones de las personas y no lo impresionan su apariencia externa o riquezas. Aunque los fariseos se justificaron a sí mismos, Dios, quien juzga al hombre interior, será el Juez final. Los fariseos malentendieron las bendiciones del pacto de Dios. Aparentemente suponían que la riqueza de una persona era la bendición de Dios en recompensa por una conducta justa. Pasaban por alto completamente el hecho de que muchas personas justas en el Antiguo Testamento carecían de cosas materiales, mientras que muchas personas injustas tenían mucho” (notas sobre Lucas 16:14-15). 

La parábola de Lázaro y el hombre rico

La siguiente parábola dice: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.  Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. 

Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (Lucas 16:19-31).

Sin duda, esta una de las parábolas de Cristo más mal interpretadas. Algunos teólogos incluso la han usado para justificar la enseñanza de la inmortalidad del alma. Sin embargo, en los días de Jesús, los devotos judíos en Israel no eran instruidos sobre un alma inmortal sino sobre una resurrección de entre los muertos.

Como observa Interpreter’s Dictionary of the Bible [Diccionario bíblico del intérprete], “. . . la esperanza de una vida eterna basada en la inmortalidad del alma es totalmente ajena al Antiguo Testamento” (“Inmortalidad”, vol. 2, 1989, pág. 689). Samuele Bacchiocchi agrega: “La noción de la inmortalidad del alma, creencia popular entre los inconversos cuando se escribió el Nuevo Testamento, no aparece en los escritos del Nuevo Testamento porque sus escritores permanecieron fieles a las enseñanzas del Antiguo Testamento” (Immortality or Resurrection? [¿Inmortalidad o resurrección?] 1997, pp. 81-82).

Es importante recordar que Cristo todavía estaba lidiando con el problema de la codicia farisaica que acabamos de mencionar en la parábola anterior. Él estaba enfatizando la falta de compasión del hombre rico hacia los pobres mientras que festejaba diariamente, lo que debía costar una pequeña fortuna. Estaba consciente de que el pobre mendigo a la puerta de su casa simplemente deseaba comer las migajas que accidentalmente caían al suelo, ¡mas nunca pensó en darle ni siquiera un poco de esa basura! El tema central era la insensibilidad de la conciencia del hombre rico, que había sido cauterizada (no sentía lástima ni remordimientos) y así fue como vivió y finalmente murió.

Así, Cristo estaba advirtiendo a los fariseos, muchos de los cuales eran ricos e influyentes, que estaban a punto de destruir sus conciencias por ser tan codiciosos, y que se hallaban a punto de cometer el pecado imperdonable al endurecer y cauterizar su conciencia hasta el extremo en que no hay posibilidad de arrepentimiento (1 Timoteo 4:2).

Cristo les había advertido: “¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios. Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle” (Mateo 21:31-32).

Ahora, el mendigo Lázaro también había muerto y luego se levantó en la resurrección correspondiente. De este relato aprendemos que logró ingresar al Reino de Dios, otra expresión para referirse al “seno de Abraham”, que significa heredar las promesas de Abraham y entrar al Reino de Dios.

Morris señala: “La expresión [el seno de Abraham] no es común, pero claramente denota felicidad. Algunos la interpretan como la relación padre-hijo (ver Juan 1:18, “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”). De cualquier forma, el hecho de ver a Lázaro sentado a la mesa con Abraham contrasta mejor con la mesa del comienzo de la historia. La felicidad de los salvos se representa como una gran fiesta en la cual el recompensado reclina su cabeza en el seno del gran patriarca. No hay una alegría similar para el hombre rico después de su muerte” (op. cit., p. 253).

Desde luego, esta descripción de regocijo corresponde al banquete y la celebración que, según Jesús dijo, tendría lugar en el Reino de Dios. Como declaró: “Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 8:11-12). Lázaro es representado “en el seno de Abraham”, lo cual demuestra que había heredado las promesas hechas a Abraham, de estar en el Reino de Dios. Por ello fue que el hombre rico, al ver a Lázaro en el seno de Abraham mientras miraba aquel lago de fuego, le pidió a Abraham que tan solo le permitiera a Lázaro mojar su dedo en un poco de agua para que le humedeciera los labios. Es normal que a alguien próximo a la muerte se le seque la saliva debido al miedo. Cristo describió algunos de estos efectos cuando dijo: “Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos. Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios” (Lucas 13:28-29).

El hombre rico luego pregunta si Lázaro puede ir a advertirles a sus hermanos sobre el destino que les espera si siguen su mal ejemplo. Es claro que no entiende todo lo que está sucediendo o en qué etapa del plan de salvación de Dios está. Ya ha sido juzgado y condenado a muerte eterna.

La Biblia simplemente describe sucintamente el destino del hombre rico, como está registrado en el libro de Apocalipsis: “Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:14-15). Es una parábola sobre la cual vale la pena meditar.  EC