El final del 'presente siglo malo'

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El final del 'presente siglo malo'

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"Estando [Jesús] sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mateo 24:3). Ellos querían saber cuándo vendría el Reino de Dios y cuándo terminaría la era del dominio de Satanás, a la que el apóstol Pablo se refiere como el “presente siglo malo” (Gálatas 1:4).

Jesús explicó que antes de su regreso habría “gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mateo 24:21). Es difícil imaginarnos la magnitud del sufrimiento que se experimentará durante los aterradores últimos años de nuestra era. La profecía describe ese tiempo como el período más turbulento y violento de la historia. Jesús continuó: “Si no se acortaran aquellos días, nadie escaparía con vida . . .” (v. 22, Nueva Biblia Española).

Por la misericordia de Dios, ese tiempo tan dramático se acortará, e inmediatamente después empezará la maravillosa era del Reino de Dios que mencionó el profeta Daniel. Cristo regresará al final de esa época violenta para establecer una paz permanente.

¿Por qué, entonces, permitirá Dios ese período de guerra y caos?

La mano inadvertida del archiengañador

Las Escrituras describen a un ser malvado que engaña a toda la humanidad. Debido a este engaño, él mismo se hizo el gobernante y dios de este mundo. Justo antes de que Jesucristo regrese, el Dios todopoderoso finalmente le permitirá a Satanás el diablo llevar a cabo lo que empezó con la antigua Babel o Babilonia (Génesis 11:1-4). En aquel entonces, había muchas tribus pequeñas que se estaban multiplicando con rapidez, y Satanás se valió de un hombre llamado Nimrod para organizarlas en un sistema muy diferente del que Dios deseaba.

El reino de Nimrod trató de reunir a toda la gente en un solo imperio (Génesis 10:8-12). No obstante, este ambicioso proyecto era contrario al propósito de Dios. Fue el primer intento de la humanidad por frustrar el deseo de Dios de darle a cada grupo familiar su propio territorio como herencia (v. 32). Dios quería que los grupos familiares fueran la base de la organización y estructura de la sociedad. Sin embargo, Nimrod persuadió a la gente de su época para que rechazara el plan de Dios y apoyara el establecimiento de un solo imperio respaldado por una poderosa fuerza militar.

Los seguidores de Nimrod no tenían fe en la protección de Dios, ni en su liderazgo, sus leyes o su modo de vida. Ellos querían decidir por sí mismos cómo debían organizar y gobernar la tierra. Prefirieron permanecer como un solo pueblo y organizarse a sí mismos sin distinciones familiares (Génesis 11:1, 4).

¿Cuál fue la reacción de Dios? Intervino en el incidente de la torre de Babel y confundió su lengua y así obligó a los primeros habitantes de la tierra a esparcirse (vv. 6-8). Desde entonces, los profetas de Dios han empleado la palabra Babilonia como una representación simbólica del dominio que Satanás ha ejercido en los seres humanos por medio del gobierno, la cultura y la religión.

Durante los últimos días del reino de Judá, en el siglo sexto antes de Cristo, la ciudad de Babilonia expandió su poder y se convirtió en el imperio dominante de la región bajo el rey Nabucodonosor II (el Nabucodonosor de la Biblia). Por un breve período en el tiempo del fin, Satanás volverá a organizar a varios grupos de naciones en potencias mundiales (Apocalipsis 9:16-18; Apocalipsis 17:12-13).

La bestia simbólica volverá a surgir

En el capítulo 12 del Apocalipsis se describe a Satanás como “un gran dragón escarlata” que tiene “siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas” (v. 3). Se hace mención, además, del intento de Satanás por destruir a Jesús inmediatamente después de su nacimiento: “Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese” (v. 4; compárese con Mateo 2:13-21).

Luego, la escena cambia al tiempo del fin: “Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo” (Apocalipsis 12:12).

A continuación, Apocalipsis 13 empieza con la siguiente descripción, en palabras del apóstol Juan: “Me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo” (v. 1). Esta bestia reúne las características de cuatro bestias similares mencionadas en una de las visiones proféticas de Daniel (Daniel 7).

El apóstol Juan, quien escribió el Apocalipsis, describe a la bestia tal como la vio: “Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad” (Apocalipsis 13:2).

Satanás (el dragón) es el poder que está obrando entre bastidores. Esta alianza política y militar del tiempo del fin tendrá muchas de las características de los cuatro imperios anteriores que empezaron con el del rey Nabucodonosor de Babilonia.

“La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será” (Apocalipsis 17:8).

Con la caída de Roma, se suponía que ese antiguo sistema había terminado, como si hubiera sido herido de muerte. Pero el Apocalipsis nos dice que este sistema resurgirá asombrosamente de entre las cenizas del Imperio Romano: “Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia” (Apocalipsis 13:3).

Veamos el poder y la influencia que ejercerá este satánico sistema de gobierno en los últimos días: “Y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?” (v. 4). El mundo temerá y se maravillará del enorme poder de esta alianza de naciones.

Notemos la configuración de esta alianza política y militar: “Los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora [un tiempo relativamente corto] recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia. Éstos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia. Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá . . .” (Apocalipsis 17:12-14).

Otra bestia

“Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón [Satanás]. Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada” (Apocalipsis 13:11-12). Esta bestia afirmará representar a Jesucristo, el verdadero Cordero de Dios (v. 8), pero en realidad será vocero de Satanás con respecto a lo que deben adorar los humanos.

En Apocalipsis 17 a esta bestia se le representa también como una mujer prostituida, una ramera: “. . . Vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos. Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación; y en su frente un nombre escrito, un misterio: Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra” (vv. 3-5).

La mujer prostituida se sienta sobre la primera bestia (la alianza de 10 reyes, gobernantes de naciones o grupos de naciones) y la dirige. Ella es la principal defensora de las deplorables doctrinas de Satanás. En sus tradiciones y enseñanzas ella preserva con astucia los misterios paganos: los fundamentos de la antigua religión de Babilonia. Al final de esta era, ella será una feroz defensora de estas antiguas prácticas y costumbres religiosas, haciéndolas de nuevo populares en todo el mundo.

¿Quién es esta ramera espiritual? “La mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra” (v. 18). Las antiguas ciudades de Babilonia y Roma controlaron enormes imperios, sometiendo a muchas naciones y reyes a sus tradiciones y cultura. La profecía revela que una ciudad moderna asumirá un papel similar en el tiempo del fin.

Esta ciudad ejercerá una poderosa influencia en el sistema económico, político y religioso de este mundo. La profecía nos revela que antes de que llegue el momento en que esta ramera —esta gran Babilonia— sea destruida por Cristo, “todas las naciones [habrán] bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra [habrán] fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se [habrán] enriquecido de la potencia de sus deleites” (Apocalipsis 18:3).

Esta ciudad ejercerá tanta influencia en todos los aspectos de la sociedad que, durante un tiempo, será ella la que decrete el rumbo que deberá seguir el mundo. Ella es “la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas; con la cual han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación” (Apocalipsis 17:1-2).

Satanás se valdrá de las tradiciones y creencias de esta poderosa ciudad para engañar al mundo entero (Apocalipsis 12:9): “Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas [idiomas]” (Apocalipsis 17:15).

Satanás también obrará por medio de los dirigentes de estas dos bestias para convencer al mundo de que una nueva alianza política y religiosa es la clave para lograr la paz internacional duradera. Pero este sistema en su totalidad estará basado en conceptos que favorecen el razonamiento, la sensualidad y la vanidad humanos, y rechazan la revelación de las leyes y caminos de Dios. En parte por esa razón, el Apocalipsis acertadamente define a esta defensora de las tradiciones de Satanás en el tiempo del fin como “la gran Babilonia” (Apocalipsis 16:19; Apocalipsis 18:2).

En Salmos 2:1-3 se describe la actitud de los gobernantes y demás personas que aceptan los principios de Satanás: “¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra el Eterno y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas”. Los sistemas políticos y religiosos de Satanás están basados en la premisa popular, pero absolutamente falsa, de que el hombre tiene el derecho de decidir por sí mismo lo que es bueno o malo, correcto o erróneo.

Ilusión de paz

El diablo se vanaglorió ante Jesús de su dominio sobre “todos los reinos del mundo” (Mateo 4:8-9). Él nunca renunciará voluntariamente a su poderosa influencia sobre la humanidad. Precisamente por esta razón el mundo experimentará los terribles días profetizados por Jesús, unos días que, si no fuesen acortados, conducirían a la extinción del género humano (Mateo 24:21-22). Satanás, el archiengañador, se vale de agentes humanos para que promuevan sus falaces argumentos. Éstos, sinceros pero embaucados, se convierten en paladines de los conceptos básicos del diablo.

En el tiempo del fin se promoverá activamente la filosofía de Satanás, haciéndola aparecer como la última esperanza de la humanidad para lograr la paz y la seguridad mundiales (1 Tesalonicenses 5:2-3). Será defendida como la oportunidad más grande que el mundo ha tenido de colaborar con el bien común. La Escritura hace referencia al principal defensor de Satanás en el tiempo del fin como “el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Tesalonicenses 2:3-4).

Su advenimiento será “por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira” (vv. 9-11). Los poderes persuasivos de esta persona serán tremendos.

Lo trágico es que grandes multitudes de todas las naciones creerán sus astutas mentiras; apoyarán con entusiasmo los conceptos que Satanás introdujo desde la época de la torre de Babel. Serán engañadas de tal forma que creerán que estos conceptos satánicos producirán paz y armonía genuinas.

Un tiempo de conflicto mundial

Pero estas falsas promesas de paz y seguridad no durarán. El reino político de Satanás en el tiempo del fin tendrá una falla garrafal que causará una ruptura entre los miembros de la alianza.

Dios le reveló al profeta Daniel que, en su fase final, “el reino será en parte fuerte, y en parte frágil. Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro” (Daniel 2:42-43). Los que participen en esta alianza no podrán superar sus diferencias. Al final, “los diez cuernos que viste en la bestia . . . aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego” (Apocalipsis 17:16).

La confusión y el conflicto se verán agravados debido a que reyes procedentes del oriente del río Éufrates vendrán y tomarán parte en “la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso” (Apocalipsis 16:12-14).

Además, muchas profecías indican que en el tiempo del fin aún existirán descendientes de las 12 tribus de Israel. Algunas indican que estos descendientes, tanto de la casa de Israel como de la casa de Judá, se convertirán en blanco de la ira de Satanás (Daniel 12:1; Jeremías 30:4-10; Jeremías 31:7-10; Apocalipsis 7:2-4; Apocalipsis 12:1, Apocalipsis 12:13).

Recordemos que el apóstol Juan, en la visión que tuvo con respecto al papel de Satanás en los acontecimientos de los últimos días, oyó una voz que decía: “¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo” (Apocalipsis 12:12).

Nada de lo que hace Satanás es por el bienestar de los seres humanos. Él quiere aprovechar los diferentes bandos para provocar la guerra, no la paz. El diablo sabe que Jesucristo regresará pronto, y está completamente consciente de que su dominio de este mundo y de la humanidad terminará. Por lo tanto, según revela la profecía bíblica, Satanás va a manipular los esfuerzos de la humanidad por lograr la paz y la unidad, y los convertirá en un instrumento para descargar su propia ira contra Cristo.

En lugar de gozar de paz y seguridad, la humanidad será víctima de la ira y desesperación de Satanás. El diablo hará una vez más que el hombre se vuelva en contra del Dios verdadero. Los ejércitos de muchas naciones se reunirán cerca de Jerusalén para tomar parte en la batalla más aterradora de la historia. Las tres religiones más grandes de este mundo tienen a Jerusalén como ciudad santa. Geográficamente, la ciudad está en uno de los lugares de mayor importancia estratégica sobre la tierra: el cruce de caminos de Asia, Europa y África.

La gran batalla final

Para reunir a estos ejércitos, Satanás enviará “espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso” (Apocalipsis 16:14). Los generales, oficiales y soldados no se darán cuenta de que Satanás los ha reunido porque quiere usarlos para luchar contra Jesucristo cuando él descienda del cielo (Apocalipsis 19:11-19; Zacarías 14:3-4).

En las Escrituras, a este “gran día del Dios Todopoderoso” (Apocalipsis 16:14) también se le llama el “día del Señor” (Hechos 2:20). En este contexto, estos términos se refieren al tiempo inmediatamente anterior al regreso de Cristo, cuando Dios castigará a una humanidad desafiante por su rebelión. Es el tiempo en que las naciones que siguen el sistema de Satanás se acarrearán la ira de Dios (Apocalipsis 14:9-10).

En esta batalla final, una parte muy grande de la humanidad —la bestia, apoyada por una coalición de 10 gobernantes— reunirá sus ejércitos en la planicie adyacente a la antigua fortaleza de Meguido en el norte de Israel: “Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón” (Apocalipsis 16:16).

La palabra Armagedón (derivada de Har-magedon, que probablemente significa el monte de Meguido) se ha convertido en el término para referirse a una batalla grande y decisiva que amenazará todo tipo de vida sobre el planeta. Este es el meollo de la declaración de Jesús acerca del tiempo del fin: ¡la supervivencia humana estará en juego! (Mateo 24:21-22). Ahora las armas de destrucción masiva son tan poderosas que pueden destruir varias veces toda vida sobre la tierra.

Como escribió el profeta Daniel: “En aquel tiempo . . . será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces . . .” (Daniel 12:1). A menos que Jesucristo intervenga para rescatar al mundo de la astucia de Satanás y de la insensatez del hombre, ¡toda vida humana será extinguida!

Tal vez esto parezca tan fantástico que no podría ocurrir realmente, pero es real y es algo que sí sucederá. El apóstol Pablo mencionó específicamente este tiempo estremecedor: “Vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán” (1 Tesalonicenses 5:2-3).

Cuando fracase el último esfuerzo en pro de la unidad internacional para garantizar la “paz y seguridad”, el resultado será una guerra mundial de tal magnitud que no tendrá antecedentes en la historia. Después de un breve período de destrucción inimaginable, Cristo intervendrá para impedir el exterminio de la humanidad (Mateo 24:22).

Dios humillará a las naciones

¿Por qué tiene el mundo que llegar a esta situación tan trágica? ¿Cuál es el propósito de Dios en este momento crítico en la historia, la época que en la Biblia se llama “el día grande y espantoso del Eterno”? (Joel 2:31).

El propósito final de Dios siempre ha sido el de traer a todos al arrepentimiento (2 Pedro 3:9). Pero el arrepentimiento universal es imposible mientras la mayoría de la gente, bajo la influencia de Satanás, acepte las opiniones y tradiciones humanas por encima de las enseñanzas del Dios viviente.

Hace mucho tiempo, Dios explicó por medio del profeta Isaías lo que planea lograr durante el venidero Día del Señor: “Día del Eterno de los ejércitos vendrá sobre todo soberbio y altivo, sobre todo enaltecido, y será abatido” (Isaías 2:12). Antes de que Jesús regrese y tome las riendas del gobierno del mundo entero, Dios humillará a todo el mundo para que esté dispuesto a someterse a la corrección divina.

Los sobrevivientes de este período breve pero devastador, especialmente los descendientes del antiguo Israel y Judá, serán personas con corazones contritos y humillados por los sufrimientos que para entonces habrán experimentado (v. 11). Por medio de tales experiencias traumáticas, Dios los humillará y los preparará para que se sometan voluntariamente al liderazgo y enseñanza de Cristo cuando él regrese.

En la profecía de Sofonías podemos ver que Dios se valdrá de estas catástrofes para humillar a la gente: “. . . Mi determinación es reunir las naciones, juntar los reinos, para derramar sobre ellos mi enojo, todo el ardor de mi ira; por el fuego de mi celo será consumida toda la tierra . . . porque entonces quitaré de en medio de ti a los que se alegran en tu soberbia, y nunca más te ensoberbecerás en mi santo monte. Y dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, el cual confiará en el nombre del Eterno” (Sofonías 3:8-12). Aunque este pasaje está dirigido específicamente al remanente de Israel y Judá en el tiempo del fin, nos explica gráficamente cómo y con qué propósito Dios humillará a los soberbios y arrogantes.

Por medio de otro profeta, Dios nos explica por qué exhorta al hombre a arrepentirse y dejar de pecar: “Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; si él se convirtiere de su pecado, e hiciere según el derecho y la justicia . . . y caminare en los estatutos de la vida, no haciendo iniquidad, vivirá ciertamente y no morirá” (Ezequiel 33:14-15). En Isaías 59:20 se expone el mismo principio: “Vendrá el Redentor a Sion [Jerusalén], y a los que se volvieren de la iniquidad en Jacob, dice el Eterno”.

Por otro lado, Dios no promete tal redención a quienes rechacen su corrección y rehúsen arrepentirse de su arrogancia y rebeldía. Ellos no serán protegidos por Dios de la horrenda destrucción que asolará la tierra: “He aquí el día del Eterno viene, terrible, y de indignación y ardor de ira, para convertir la tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores” (Isaías 13:9).

Preparación para el regreso de Cristo

Muchos pasajes proféticos describen el tiempo en que Dios preparará al mundo para el reinado de Jesucristo. Como Creador del universo, Dios demostrará la autoridad y poder que tiene sobre toda su creación. La humanidad no tendrá excusa alguna para negarle el honor y respeto debidos a su nombre.

¿Por qué son necesarias estas medidas tan radicales?

Notemos cómo describe el apóstol Pablo las actitudes que prevalecerán en el tiempo del fin: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita” (2 Timoteo 3:1-5).

La actitud y la motivación de la humanidad deben cambiar. Las actitudes de arrogancia, intransigencia, odio y brutalidad que imperan en nuestro mundo deben ser desarraigadas. Dios sabe que la destrucción de la civilización humana —que irónicamente se deberá en gran parte a la propia violencia y alevosía del hombre— será la única forma de lograr que las endurecidas mentes humanas lleguen a entender que el “presente siglo malo” es demasiado corrupto para ser preservado.

Moral y espiritualmente, nuestra sociedad se está deteriorando con gran rapidez, y cada vez promueve más las actitudes y prácticas impías que el apóstol Pablo advirtió que caracterizarían los últimos días. A las personas que perciban y estén dispuestas a escuchar, Jesús les advierte: “Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra” (Lucas 21:34-35).

No estarán dispuestos a arrepentirse

Aun en medio de la terrible mortandad y destrucción del tiempo del fin, la mayoría de las personas seguirán empecinadas en sus caminos de maldad: “Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios . . . y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos” (Apocalipsis 9:20-21).

La tarea de traer a la humanidad al arrepentimiento no es ni fácil ni rápida; tampoco puede ocurrir sin sufrimiento. A lo largo de la historia, las personas en su gran mayoría han demostrado que no reconocerán sus pecados a menos que experimenten de manera personal e inmediata las consecuencias devastadoras de ellos.

El mundo que conocemos recibirá el castigo completo de sus pecados. Dios compara los sucesos del tiempo del fin con un ángel que vendimia una viña: “Y el ángel arrojó su hoz en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios” (Apocalipsis 14:19). Dios ya no pondrá límite a la destructividad del hombre o de Satanás, excepto para intervenir justo antes de que ocurra el exterminio de la humanidad.

El profeta Sofonías describe ese día de ajuste de cuentas por la maldad y rebelión colectiva de la humanidad: “Cercano está el día grande del Eterno . . . Día de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y de asolamiento . . . Y atribularé a los hombres, y andarán como ciegos, porque pecaron contra el Eterno; y la sangre de ellos será derramada como polvo, y su carne como estiércol. Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día de la ira del Eterno . . .” (Sofonías 1:14-18).

Jesús describe este tiempo como uno de “gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan” (Lucas 21:23-24). Dios permitirá que esto suceda y nos dice que los gentiles “hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses” (un período de tres años y medio) justo antes de que Cristo regrese (Apocalipsis 11:2).

El pasado se relaciona con el futuro

Jesús nos dice que lo que ocurra en el futuro, cuando venga la crisis del fin de esta era, tiene sus raíces en lo que ocurrió antes. Para entender la importancia de Jerusalén en el tiempo del fin, necesitamos remontarnos al tiempo en que Jerusalén cayó por primera vez en manos de los gentiles. La caída de Jerusalén se relaciona directamente con los acontecimientos del fin del “presente siglo malo”.

En el año 587 a.C., el Imperio Babilónico capturó Jerusalén y la destruyó. Este suceso trascendental, junto con el exilio de los residentes de Jerusalén, fue el castigo final que Dios determinó para las antiguas naciones de Israel y Judá. Esto puso fin al dominio directo de la dinastía del rey David sobre la Tierra Santa y la ciudad de Jerusalén. A su regreso, Jesús restablecerá de manera permanente el trono de David y en él gobernará (Lucas 1:32-33).

En Salmos 106:40-42 se resume el cautiverio de Israel y Judá: “Se encendió, por tanto, el furor del Eterno sobre su pueblo, y abominó su heredad; los entregó en poder de las naciones, y se enseñorearon de ellos los que les aborrecían. Sus enemigos los oprimieron, y fueron quebrantados debajo de su mano”.

A partir de ese momento, la esperanza de los descendientes de Israel y de Judá ha sido resumida en esta oración: “Sálvanos, Eterno Dios nuestro, y recógenos de entre las naciones, para que alabemos tu santo nombre, para que nos gloriemos en tus alabanzas” (v. 47). Por medio de sus profetas, Dios les prometió a los antiguos pueblos de Israel y Judá que a su tiempo los traería de vuelta a su tierra.

Pero los profetas también nos revelan que inmediatamente antes de que se instaure el gobierno de Cristo, Jerusalén estará una vez más bajo el dominio y la influencia de los gentiles. Aun hoy, con el estado judío restablecido en la Tierra Santa, muchas otras naciones, además de la población árabe nativa, se oponen a la autoridad que los judíos ejercen sobre la parte original de Jerusalén (Jerusalén oriental). El monte del templo permanece bajo el control islámico. Jerusalén es todavía una ciudad dividida y atribulada, una fuente constante de fricciones internacionales.

Jerusalén en el tiempo del fin

Muchas de las profecías sobre los acontecimientos cruciales del tiempo del fin, se centran en Jerusalén. Jesús advirtió: “Cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado . . . Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas” (Lucas 21:20-22).

Algunas profecías parecen indicar que estos sucesos se desencadenarán debido a que los judíos van a designar un “lugar santo” en el cual ellos ofrecerán nuevamente sacrificios de animales por la mañana y por la tarde. Esto podría enardecer a otras naciones hasta el punto en que el dirigente de la coalición de 10 gobernantes de la potencia denominada “la bestia” intervendrá y pondrá una “abominación” —término que la Biblia utiliza para referirse a una estatua u otra imagen idolátrica— en el “lugar santo” de los judíos (Daniel 12:9-11). En vista de las condiciones actuales, esta parece ser la manera más probable en que se cumplirán estas profecías.

Notemos la tremenda importancia que Jesús le da a esto: “Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo; porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mateo 24:15-21).

Los testigos de Dios y los de Satanás

Jerusalén será el centro de otros acontecimientos cruciales durante este tiempo apocalíptico. Dios enviará a Jerusalén a dos profetas, como testigos suyos, para que profeticen y realicen milagros en su nombre. Como el profeta Elías en el antiguo Israel, ellos le testificarán al mundo entero que, bajo la malévola influencia de Satanás, ha sido engañado y ha rechazado al Dios verdadero para seguir un estilo de vida idólatra.

“Daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días [tres años y medio] . . . Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera. Éstos tienen poder para cerrar el cielo [como lo tuvo el profeta Elías], a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran” (Apocalipsis 11:3-6).

Pero Satanás estará preparado para resistir a Dios. Él tendrá a su servicio dos personajes que serán falsificaciones de los dos testigos de Dios. Estos dos instrumentos de Satanás son designados proféticamente como “la bestia” y “el falso profeta que había hecho delante de ella [la bestia] las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen” (Apocalipsis 19:20). Estas dos parejas de dirigentes espirituales se opondrán entre sí durante 42 meses, o tres años y medio.

La bestia del Apocalipsis

En este punto, es importante entender que en el Apocalipsis el término bestia puede tener dos significados distintos pero relacionados entre sí. Por un lado, puede ser el sistema gubernamental o religioso de Satanás; y por el otro, el dirigente carismático que encabeza el sistema gubernamental. Al igual que en las profecías de Daniel, tanto el sistema gubernamental como su dirigente se presentan como una bestia que devora a sus adversarios.

Notemos la influencia que en ese tiempo ejercerá sobre el mundo el dirigente de la coalición de 10 gobernantes que formarán la potencia designada como la bestia: “. . . Se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella? También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo. Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos . . .” (Apocalipsis 13:3-7).

A pesar del dominio que el diablo ejercerá sobre el mundo, los santos se mantendrán fieles a Dios, lo cual es una ofensa a Satanás. Por esto, él hará “guerra contra . . . los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17). Perseguirá y matará a los fieles cristianos (Mateo 24:9; Apocalipsis 13:7).

El contexto más amplio

Los acontecimientos de los últimos días vienen a ser el clímax de las tendencias que empezaron en el huerto del Edén. Fue allí donde Satanás persuadió a Adán y Eva para que desafiaran los mandatos de Dios. En el tiempo del fin, Dios hará una clara distinción entre las personas que viven de acuerdo con su ley y aquellas que, bajo la influencia de Satanás, inventan sus propias prácticas religiosas y modo de vivir. Los verdaderos vencedores serán los que guardan la ley de Dios. Jesús declaró: “¡Dichosos los que guardan sus Mandamientos, para que tengan derecho al árbol de la vida, y entren por las puertas en la ciudad [la nueva Jerusalén]!” (Apocalipsis 22:14, Nueva Reina-Valera).

A continuación, pongamos en un contexto más amplio los esfuerzos de Satanás por destruir al pueblo de Dios. En una visión, el apóstol Juan vio a Dios el Padre darle a Jesucristo, en presencia de muchos testigos, la mayor parte del libro del Apocalipsis. Éste tenía la forma de un rollo y en él estaban las descripciones de los acontecimientos más importantes en relación con la segunda venida de Cristo. Pero estaba sellado con siete sellos y sólo Jesús fue hallado digno de romperlos y revelar el contenido del rollo (Apocalipsis 4-5).

Juan dejó en claro en Apocalipsis 1:10 que “el día del Señor” es el tema principal de estas visiones dadas por Cristo. Estas visiones quitan el velo que cubría las profecías del Antiguo Testamento con respecto al juicio de Dios sobre las naciones.

Se abren los sellos

En Apocalipsis 6, Jesús empieza a romper los siete sellos y a dar a conocer el contenido de libro. Al abrir los cuatro primeros se revelan el engaño religioso, las guerras, las hambrunas y las epidemias que conducen al tiempo del fin (Apocalipsis 6:1-8). La persecución de Satanás contra el pueblo de Dios, que se revela al abrir el quinto sello (vv. 9-11), y las señales cósmicas del sexto sello (vv. 12-16), también empiezan antes del “gran día de su ira” (v. 17), es decir, antes del Día del Señor.

Estas seis primeras secciones del rollo corresponden a las señales que Jesús describió en su profecía del monte de los Olivos, consignada en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21. Jesús las llama “principio de dolores” (Mateo 24:8). Estas señales preceden al tiempo de la ira de Dios, que es el Día del Señor. Desde el momento en que comienzan estos sucesos y condiciones, continúan hasta el fin de ese período. A medida que se acerca el fin, la intensidad de la destrucción aumenta con rapidez debido a los efectos acumulativos.

Los pasajes correspondientes a los seis primeros sellos de Apocalipsis 6 abarcan los acontecimientos y condiciones principales que conducen al Día del Señor. El resto del Apocalipsis se concentra principalmente en lo que sucede durante el Día del Señor. En ese tiempo, el juicio de Dios caerá sobre las naciones engañadas por la gran Babilonia. Esto ocurrirá justo antes de que Cristo establezca el Reino de Dios.

Persecución, tribulación y señales cósmicas

Es importante que entendamos la relación que existe entre los sucesos correspondientes al quinto, sexto y séptimo sellos. Al abrirse el quinto sello se describe la guerra de Satanás contra el pueblo de Dios, la persecución del tiempo del fin y el martirio de muchos de aquellos que permanecen fieles a Dios: “Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? . . . y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos” (Apocalipsis 6:9-11).

Jesús describió la persecución y el martirio de sus fieles siervos en este tiempo peligroso y sangriento: “Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:9-13).

Este aterrador período será un tiempo de “gran tribulación” sin paralelo en la historia: “Habrá entonces una angustia tan grande, como no la ha habido desde que el mundo es mundo ni la habrá nunca más. Si no se acortaran aquellos días, nadie escaparía con vida; pero por amor a los elegidos se acortarán” (vv. 21-22, Nueva Biblia Española).

Luego explica lo que debe suceder en seguida: “E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas” (v. 29).

Notemos ahora cómo esto corresponde al sexto sello del Apocalipsis: “Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero” (Apocalipsis 6:12-16).

Al abrirse el sexto sello se anuncia el comienzo del Día del Señor: “Porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (v. 17). El profeta Joel confirma que el tiempo de gran tribulación y las señales cósmicas anteceden al Día del Señor: “El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso del Eterno” (Joel 2:31).

El Día del Señor

El Día del Señor es el tiempo de la ira de Dios, su juicio a todos los que se hayan puesto en contra de él y de su pueblo. Es el tiempo del juicio y castigo de Dios sobre el mundo por su arrogancia y desobediencia.

Notemos lo que sucede cuando Jesús abre el siguiente sello: “Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora. Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas” (Apocalipsis 8:1-2).

Este es el tiempo de retribución que se ha mencionado desde el principio de la profecía escrita (Lucas 21:22). Aun los ángeles en el cielo guardan silencio mientras Jesús abre el impresionante séptimo sello. Lo que se revela está expresado en símbolos que describen los principales acontecimientos del Día del Señor.

Siete ángeles tocan siete trompetas que anuncian los juicios y castigos del Día del Señor. Las siete trompetas representan la totalidad de la intervención de Dios en los asuntos del hombre en el tiempo del fin. Repasemos brevemente la naturaleza de los castigos de esa intervención.

Las plagas de las siete trompetas

Los castigos anunciados por las cuatro primeras trompetas causan devastación en la ecología de la tierra. En el desastre de la primera trompeta se destruye la tercera parte de los árboles; en el segundo desastre se destruye la tercera parte de la vida marina; en el tercero, la tercera parte del suministro de agua potable se torna amarga; y parece que en la catástrofe de la cuarta trompeta la atmósfera se contamina y ennegrece (Apocalipsis 8:6-12).

Aunque muchos mueren debido a estas catástrofes (v. 11), Dios se propone hacerle entender a la humanidad que la vida en el planeta existe gracias a él. Como el apóstol Pablo les dijo a los atenienses: “En él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28). En el único lenguaje que todos pueden entender, Dios le recuerda al mundo que él, el Creador de la vida, también puede quitarla.

Los efectos de las tres últimas trompetas son dirigidos particularmente hacia los habitantes de la tierra, y no sólo hacia su medio ambiente: “Y miré, y oí a un ángel volar por en medio del cielo, diciendo a gran voz: ¡Ay, ay, ay, de los que moran en la tierra, a causa de los otros toques de trompeta que están para sonar los tres ángeles!” (Apocalipsis 8:13). Ahora Dios empieza a castigar directamente a la gente.

Bajo los castigos de la quinta trompeta, los hombres no son muertos sino atormentados “cinco meses; y su tormento era como tormento de escorpión cuando hiere al hombre” (Apocalipsis 9:5).

Después se le ordena “al sexto ángel que tenía la trompeta: Desata a los cuatro ángeles que están atados junto al gran río Éufrates. Y fueron desatados los cuatro ángeles que estaban preparados para la hora, día, mes y año, a fin de matar a la tercera parte de los hombres. Y el número de los ejércitos de los jinetes era doscientos millones. . .” (vv. 14-16).

Aunque estas profecías están escritas en lenguaje simbólico, el asombroso número de muertes causado por el fuego, el humo y el azufre significa que los ejércitos del mundo utilizarán finalmente sus aterradoras armas de destrucción masiva. Cuando Dios permita que esto suceda, entonces empezará una tremenda destrucción de la vida humana.

Esta matanza indescriptible es parte de los juicios de Dios sobre la rebelde humanidad. En poco tiempo, sus ángeles derramarán también “las siete plagas postreras” en las cuales se consumará “la ira de Dios” (Apocalipsis 15:1). Este tiempo coincide con la advertencia de Jesús de que si él no interviene, no sobrevivirá nadie (Mateo 24:22).

Un anuncio de triunfo

Finalmente, el acontecimiento más importante de todos ocurre cuando suena la séptima trompeta: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15).

En ese tiempo Cristo destruirá “a los que destruyen la tierra” (v. 18). Esto incluye todo el sistema que se llama la gran Babilonia, cuyas raíces satánicas datan de los albores de la historia humana: “Y un ángel poderoso tomó una piedra, como una gran piedra de molino, y la arrojó en el mar, diciendo: Con el mismo ímpetu será derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada” (Apocalipsis 18:21).

El apóstol Juan describe la victoria de Cristo en la batalla que se librará en el valle de Josafat en las afueras de Jerusalén: “Entonces vi [en una visión] el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea . . . Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército. Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre. Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos” (Apocalipsis 19:11, Apocalipsis 19:19-21; ver también Joel 3:2, Joel 3:12-14).

Algo más sucederá antes de que Jesucristo inicie su reinado terrenal: Satanás será encadenado y se le quitará su dominio sobre el mundo: “Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años” (Apocalipsis 20:1-2).

Después de aplastar la oposición organizada, Jesús podrá empezar a traerle a la humanidad paz y justicia verdaderas. En el próximo capítulo veremos cómo describen los profetas de Dios el mundo increíble que Jesucristo construirá cuando restaure el gobierno y los caminos de Dios.