Introducción: La Iglesia que edificó Jesucristo

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Introducción

La Iglesia que edificó Jesucristo

“Esto te escribo . . . para que . . . sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” (1 Timoteo 3:14-15).

Hace casi dos mil años que Jesucristo anunció: “Edificaré mi iglesia”. También dijo que ésta nunca dejaría de existir, pues claramente aseveró: “Las puertas del Hades [el sepulcro] no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). Además, aseguró a sus discípulos que él guiaría y cuidaría su Iglesia hasta su retorno, prometiéndoles: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).

Un testigo nos dice que inmediatamente después de que Jesús resucitó y ascendió al cielo, sus apóstoles “saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían” (Marcos 16:20). La Iglesia que fundó Jesucristo tuvo un inicio poderoso, pero ¿qué se hizo ese cuerpo de creyentes?

Hay millones de personas que profesan ser cristianas; dicen que son miembros de la Iglesia que Jesús fundó. Pero el cristianismo es una religión profundamente dividida. A lo largo de la historia, los cientos de ramificaciones del cristianismo han adoptado muchas tradiciones que no son bíblicas. Cediendo a diferentes influencias filosóficas, culturales y religiosas, han originado cada vez más variaciones.

¿Cómo se puede explicar la existencia de tal variedad de prácticas contradictorias y grupos antagónicos en el mundo del cristianismo? ¿Se puede conciliar esta discordia con las normas y propósitos que Cristo estableció para su Iglesia? ¿Es posible saber si esta confusión de costumbres y enseñanzas representa fielmente lo que Jesús enseñó?

Recordemos que Jesús no sólo afirmó que edificaría su Iglesia, sino también que ésta no perecería. ¿Acaso el cristianismo dividido que podemos ver a nuestro alrededor es esa Iglesia? Sólo las Sagradas Escrituras pueden dar una respuesta confiable a esta pregunta.

Si la promesa de Jesús de que las puertas del Hades no prevalecerían contra su Iglesia fuera una garantía de que los que creyeran en él nunca serían engañados, entonces tendríamos que aceptar todas esas divisiones del cristianismo como partes de la Iglesia que él edificó. Pero no garantizó tal cosa. Todo lo contrario, a sus discípulos les advirtió: “Se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos” (Marcos 13:22). Tiempo después, el apóstol Pablo hizo manifiesta su preocupación con respecto a que, por la predicación de los “falsos apóstoles”, los cristianos de su día pudieran ser “de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Corintios 11:3, 13).

Jesús habló aún más claro al decir: “Estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:14-16).

En estas páginas examinaremos los frutos que identifican a la Iglesia de Dios. También analizaremos los frutos que identifican a los que son influidos por un espíritu diferente y predican un evangelio diferente. Podremos aprender, no de tradiciones humanas sino directamente de la Palabra de Dios, cómo distinguir “la iglesia del Dios viviente” (1 Timoteo 3:15) de quienes siguen a los “falsos profetas” vestidos de ovejas.

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En este folleto hemos adoptado la siguiente norma estilística: La palabra Iglesia (con I mayúscula) se refiere al cuerpo de creyentes que constituyen el organismo espiritual que fundó Jesucristo (Efesios 1:22-23; Colosenses 1:18). La palabra iglesia (con i minúscula) se refiere a los grupos locales de cristianos, así como a organizaciones o corporaciones físicas.

En las versiones de la Biblia que se citan en esta publicación, no se escribe la voz iglesia con I mayúscula; por consiguiente, en todas las citas bíblicas iglesia aparece con i minúscula, ya sea que se refiera al Cuerpo de Cristo en general o a una congregación local de creyentes.