El bautizmo por inmersión

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El bautizmo por inmersión

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Juan el Bautista introdujo el bautismo de arrepentimiento, el cual estaba relacionado con el concepto del perdón de los pecados (Mateo 3:1-6; Marcos 1:4-5). El mismo Jesús fue bautizado por Juan (Mateo 3:13-17), no porque tuviera algo de qué arrepentirse o porque necesitara ser perdonado, sino para dar ejemplo a sus discípulos a lo largo de los siglos.

La palabra bautismo proviene del vocablo griego baptizo, que significa “sumergir”. Según esta definición y de acuerdo con la Biblia, la única forma apropiada de bautismo es una inmersión total en agua. Juan el Bautista escogió un sitio especial en el río Jordán, porque allí había agua suficiente para hacerlo (Juan 3:23).

Para el cristiano, la ordenanza del bautismo es de crucial importancia. En una sola ceremonia, la muerte, sepultura y resurrección de Cristo acuden a la mente del creyente y se relacionan directamente con su propia “muerte” simbólica, su “resurrección” de la “tumba acuática” y el comienzo de una vida nueva (Romanos 6:3-6; Colosenses 2:12-13). Dentro de este simbolismo también está presente la promesa de la futura resurrección del creyente en el Reino de Dios. El pecador que ha sido perdonado emerge de las aguas del bautismo para vivir una nueva vida en Cristo, libre de la pena del pecado que merecía por los pecados que había cometido. Las aguas del bautismo lavan simbólicamente esos pecados. En este sentido, el bautismo es un reconocimiento exterior del deseo genuino que siente el creyente de someterse y rendirse totalmente a Dios y a su camino de vida (Efesios 4:20-24).

El bautismo, ordenado por Dios, debe ser precedido por la fe y el arrepentimiento (Hechos 2:37-38; Marcos 16:16). El simbolismo propio del bautismo deja en evidencia la disposición para “sepultar” la vida pecaminosa del pasado (Romanos 6:11). El hecho de que reconozcamos nuestra culpa y la necesidad de que Cristo nos salve de las consecuencias del pecado es algo de fundamental importancia. Este arrepentimiento está caracterizado por un cambio de corazón y de conducta, basado en una fe personal y una entrega total a Jesucristo y a Dios el Padre (Lucas 14:25-33; Colosenses 2:12). Sólo debe bautizarse una persona madura que pueda entender y apreciar cabalmente el compromiso de por vida que se requiere para hacerlo. La Biblia no nos dice en ninguna parte que se deba bautizar a los niños.

Después del bautismo se realiza una oración y se imponen las manos. Esto es parte del procedimiento que nos permite recibir el Espíritu de Dios (Hechos 8:14-18). Es por medio del Espíritu Santo que Cristo vive su vida en el cristiano (Juan 14:16-17, Juan 14:23; Gálatas 2:20). Al seguir este proceso, el creyente entra a formar parte del cuerpo espiritual de Cristo (1 Corintios 12:12-13), lo que produce gozo en los cielos (Lucas 15:7).

En la comisión que Jesucristo dio a sus discípulos, incluyó la autorización para bautizar a los creyentes (Mateo 28:18-20). Así, aquellos que han sido llamados por Dios al arrepentimiento (Juan 6:44) buscan el bautismo para el perdón de los pecados, siguiendo el ejemplo y la instrucción de Jesucristo.

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