¿Se subirá usted a la carretilla?

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¿Se subirá usted a la carretilla?

Hebreos 11 es llamado “el capítulo de la fe”. En esta sección de la Biblia se menciona a muchos hombres y mujeres de la fe que creyeron y confiaron en Dios. Al leer acerca de los ejemplos de Sara, Abraham, Isaac, Jacob, José y los muchos otros que fueron registrados, debe destacarse un hecho muy singular: ninguno de ellos tenía una Biblia para leer diariamente, ya que ésta aún no había sido escrita. Nosotros, en cambio, tenemos las Escrituras y en ellas podemos leer a diario acerca de las promesas de Dios y su cumplimiento.

Hebreos 11:6 explica que la fe tiene dos partes: primero, debemos creer que Dios existe; y segundo, hay recompensas para aquellos que le buscan. La expresión “le buscan con sinceridad” (Nueva Traducción Viviente) implica hacer un esfuerzo para encontrarlo. Muchas personas profesan creer en Dios o en un poder supremo, pero ¿las motiva tal creencia a buscar la voluntad de Dios en sus vidas? Note cómo clarifica Santiago este tema: “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?” (Santiago 2:19-20). La fe es mucho más que creer; es confiar, lo que conduce a la obediencia.

Permítame aclarar aún más este tema mediante una ilustración. Supongamos que cierto equilibrista empuja todos los días una carretilla a lo largo de una cuerda floja que cuelga entre dos barrancos. Él ha hecho esto durante 10 años sin resbalarse de la cuerda ni una sola vez. Usted lo ha observado personalmente cientos de veces, y no duda en absoluto de su capacidad para llevar a cabo tal proeza, porque tiene fe en él. Confianza es subirse a la carretilla y dejar que él lo empuje hasta el otro lado. El término griego pistis, que significa fe, también alude al carácter de alguien digno de confianza. Podemos confiar en el carácter de Dios porque él no miente, y no hay poder en el universo capaz de impedir que lleve a cabo su plan.

La fe muerta no mejora el comportamiento ni desarrolla confianza en Dios. Él recompensa a quienes lo buscan con diligencia, y siempre lleva a cabo lo que promete hacer a pesar de que aún no podamos ver la realidad. Después de que Dios le anunciara el inminente diluvio, Noé, motivado por el temor, obedeció y siguió sus instrucciones para construir un arca, predicando a-cerca de la justicia a un mundo que no creía en Dios.

Abraham estuvo dispuesto a ofrecer a Isaac porque sabía que Dios lo resucitaría. Dios nos ha dado la promesa de la resurrección y la vida eterna, y aunque no las hemos experimentado aún, le creemos, le obedecemos y confiamos en sus promesas.

Caminamos por fe, no por aquello que podemos ver. La fe puede compararse a un perro lazarillo que nos guía: la persona ciega tiene confianza en que su perro lo llevará y dirigirá por el camino correcto. Igualmente, Dios nos da fe para ayudarnos y guiarnos por el sendero de la justicia. Tener fe en Dios implica obedecer ahora y vislumbrar nuestra recompensa en el futuro. Note cómo explica Hebreos 11:13 este principio: “Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra”. ¿Le creemos a Dios? ¿Confiamos en él? ¿Estamos dispuestos a subirnos a la carretilla?