¿Por qué algunos son llamados ahora y no después?

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¿Por qué algunos son llamados ahora y no después?

En los días que precedieron a su muerte, Jesús entregó una parábola que muy pocos entienden. Estaba  dirigida a la Iglesia de Dios –a la gente que él ha llamado– a través de los siglos. Habla de por qué Dios llama a algunos a comprender y poner en práctica su verdad en la actualidad, antes del establecimiento del gobierno de Jesucristo en la Tierra, mientras que la mayor parte de la humanidad solo la escuchará y aprenderá cuando Cristo regrese.

¿Cuenta usted con este conocimiento? ¿Qué implicaciones puede tener él en nuestra forma de vivir?

Debemos desear fervientemente la venida del Reino de Dios a la Tierra, y que Jesús establezca su gobierno de justicia. Cuando contemplamos el mundo actual y vemos todo el sufrimiento y la maldad que le roban a la humanidad la paz, la seguridad y la posibilidad de vivir con plenitud, es tentador suplicarle a Dios “¿Podrías traer tu reino a la Tierra ahora?”

Pero Dios aún no lo ha hecho. Cada año continuamos orando fervorosamente, tal como el pueblo de Dios lo ha hecho a lo largo de los siglos, “Sí, ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20). ¿Por qué espera Dios generación tras generación para traer su reino a la Tierra y cumplir las numerosas profecías de esa maravillosa era venidera?

Esta misma pregunta le hicieron a Jesucristo los discípulos antes de que ascendiera al cielo: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” Él les contestó: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad” (Hechos 1:6-7).

Así que su esperanza no se hizo realidad en ese momento, ni tampoco durante su generación, hecho que aparentemente les costó comprender a los miembros de la Iglesia primitiva. Y aunque es fácil entender su ardiente deseo de que Cristo restableciera la gloria de Israel durante su vida, debían haberse dado cuenta de que ello no sería posible. En una de sus parábolas más importantes, Jesús había afirmado claramente que su reino no vendría en ese entonces.

Una parábola para quienes esperaban la pronta llegada del Mesías

Unas pocas semanas antes, cuando Jesús entró a Jerusalén por última vez antes de su muerte, se tomó un tiempo para contrarrestar la creciente expectativa entre sus seguidores de que muchas profecías del restablecimiento de Israel se cumplirían en esos días. Cristo les relató a sus discípulos una parábola, para mostrarles que aún había que preparar muchas cosas antes de la llegada de ese acontecimiento tan trascendental para el mundo. Este mensaje se conoce como parábola de las minas, o de los talentos, y se encuentra en Lucas 19.

Cristo había subido a Jerusalén desde la ciudad de Jericó, situada al oriente, en el valle del río Jordán. Sus enseñanzas habían suscitado un profundo interés y también grandes esperanzas de que el tiempo de restauración de la gloria de Israel ya hubiese llegado. Muchos consideraban a Jesús el Mesías anunciado, del cual habían hablado los profetas. Todo esto hizo que entre sus discípulos se produjera una enorme expectativa en cuanto a la manifestación inmediata del Reino de Dios.

Pero esto no ocurriría en ese entonces, y Cristo percibió su estado de ánimo. Escuchó sus conversaciones y decidió entregarles esta parábola, porque “ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente” (v. 11).

Comenzó diciendo: “Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver” (v. 12). Al analizar estas palabras ahora, con la perspectiva que otorga el paso del tiempo, comprendemos que él es el hombre noble de la parábola, y que el país lejano al cual viajó es el cielo, donde se sienta en la actualidad a la diestra del Padre, esperando el momento de regresar en toda su gloria como Rey de reyes.

Este hecho era parte fundamental de las enseñanzas de Cristo, pero sus discípulos no lograron captarlo de inmediato. No comprendían que debía transcurrir muchísimo tiempo antes del advenimiento del Reino de Dios.

¿Qué es lo que Jesús espera de sus seguidores?

Cristo quería que sus seguidores entendieran el rol que debían cumplir — la obra que les estaba encomendando para que llevaran a cabo durante su ausencia. Pero esta lección no solo se limitaba a sus seguidores de ese tiempo: él desea que nosotros, sus discípulos en la actualidad, comprendamos lo que debemos hacer con nuestras vidas una vez que nos comprometemos a seguirlo.

¿Se ha preguntado alguna vez por qué nació y cuál es su propósito en esta vida? ¡La respuesta se encuentra aquí, en esta parábola! Usted está siendo llamado a llevar una vida de preparación para el venidero Reino de Dios. Por tal razón, su llamamiento está llevándose a cabo hoy y no después, cuando Dios extienda su mano para que toda la humanidad se acerque a Cristo y tenga la oportunidad de ser salva.

Continuemos con la parábola de Jesús. Antes de partir, el hombre noble llamó a diez de sus siervos y le entregó a cada uno una mina, cantidad de dinero que equivalía aproximadamente a tres meses de salario, dándoles instrucciones para que generaran ganancias con lo que les había confiado mientras él volvía (v. 13).

Debían invertir el dinero, el cual simboliza los variados talentos, recursos y habilidades que Dios le entrega a su pueblo, para incrementar su valor. Esto iba a exigir iniciativa y esfuerzo y también arriesgarse un poco, pero el hombre noble deseaba que sus siervos pusieran manos a la obra confiando plenamente en que recibirían una recompensa.

El versículo 14 es un paréntesis que demuestra una vez más que Jesús mismo es el hombre noble de la parábola: “Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros”. Cristo fue rechazado por su propia gente, y esta fue quien lo mató.

Jesucristo es nuestro Amo y Señor. Sus discípulos deben comprender que su relación con Cristo es esencialmente la de un siervo y su amo. Él es nuestro Amo y Maestro, y nosotros somos sus siervos. Si no entendemos esto, corremos el riesgo de ser como estos ciudadanos de la parábola que se niegan a someterse a su reino.

Tiempo de rendir cuentas al amo

La parábola abarca un período de la historia que va desde el tiempo del ministerio físico de Cristo en la Tierra hasta su regreso triunfante, después del cual las naciones serán sometidas a juicio. Este acontecimiento incluirá además la rendición de cuentas de quienes hayan sido llamados en esta era: el grupo relativamente pequeño de los que forman parte de su Iglesia en la actualidad, y que han sidos llamados a prepararse para reinar con Cristo por mil años (Apocalipsis 20:6).

Continuando con la ilustración de esta parábola, Jesús luego describe lo que ocurrirá a su regreso: “Después de que lo coronaran rey, volvió y llamó a los siervos a quienes les había dado el dinero. Quería saber qué ganancias habían tenido” (v. 15, Nueva Traducción Viviente).

Esta parábola está dirigida a aquellos que Dios ha llamado para ser salvos durante esta era. En otras parábolas que hemos examinado anteriormente, como la del sembrador y la semilla, hemos visto que quienes prestan atención a las palabras del evangelio y oyen la palabra de verdad y la comprenden, deben incorporarla en su vida diaria. De hecho, ¡deben convertirse durante sus vidas!

Estos individuos comienzan a degustar la buena palabra de la era que está por venir y rinden frutos espirituales (Hebreos 6:5; Juan 15:8), es decir, viven vidas completamente transformadas ahora, en esta era actual. Esto incluye recibir el Espíritu Santo de Dios y hacerlo crecer en gracia y conocimiento (2 Pedro 3:18).

El propósito del llamado de Dios y de la vida cristiana ahora, en esta era, es prepararse para gobernar con Jesucristo en su reino venidero.

Como resultado de luchar contra el pecado personal y las tentaciones y presiones de este mundo actual sirviendo humildemente y obedeciendo a Dios, comenzamos a adquirir la mente de Cristo y a desarrollar carácter espiritual. Esta parábola nos enseña por qué algunos son llamados ahora, mientras que la gran mayoría de los seres humanos recibirán su llamamiento a la salvación solo después de que Cristo regrese y comience a educar al mundo acerca del camino de vida de Dios.

Muy pocos comprenden este hecho expuesto en las Escrituras, que explica cómo Dios está trabajando en nuestro mundo, y cómo está trabajando con usted. Una vez que usted se dé cuenta de esta realidad, ¡su vida adquirirá un increíble significado y propósito!

Note cómo la parábola describe la rendición de cuentas que se está llevando a cabo. “Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. Él [el amo] le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades” (vv. 16-17)

El ejemplo de este diligente siervo muestra que el don del Espíritu Santo, aunado a nuestros talentos y habilidades innatas, puede mejorar nuestras vidas considerablemente y ayudarnos a convertirnos en siervos fructíferos e incondicionales de Dios.

La clave para vivir una vida verdaderamente transformada es someternos a Dios confesando cuanto necesitamos su ayuda, y luego comprometernos con la mente y el corazón a vivir según todas las enseñanzas de la Biblia (Mateo 4:4). El apóstol Pablo llamó a esto “[despojarnos] del viejo hombre . . . y [revestirlo]del nuevo . . . conforme a la imagen del que lo creó” (Colosenses 3:9-10).

Esta parábola describe cómo hacer cambios duraderos que produzcan crecimiento espiritual. Este tipo de transformación espiritual no se genera con la simple asistencia a la iglesia una o dos horas a la semana. Por el contrario, significa someter por completo nuestras vidas a un nuevo Amo, Jesucristo, ¡quien nos compró y pagó por nosotros!

Las recompensas son proporcionales al esfuerzo y la productividad

Continuando con la parábola, el segundo siervo vino a su amo y le mostró lo que había hecho, declarando: “Señor, tu mina ha producido cinco minas.

“Y también a éste dijo [el amo]: Tú también sé sobre cinco ciudades” (Lucas 19:18-19).

Cristo está mostrando aquí que él ofrece una recompensa a quienes siguen su camino. Curiosamente, esta recompensa no tiene nada que ver con una eternidad de ocio en el cielo, como tantos creen (para más información, solicite nuestra guía de estudio gratuita El cielo y el infierno: ¿Qué es lo que enseña realmente la Biblia?). En cambio, tal recompensa consiste en gobernar sobre ciudades y, como leímos anteriormente, en gobernar junto a Jesucristo en el reino literal que él establecerá sobre la Tierra a su regreso (Apocalipsis 20:6).

Note además que la recompensa que él entrega es proporcional a lo que nosotros, como sus siervos, logramos en esta vida. Según el ejemplo utilizado por Jesucristo, el que incrementa la inversión de su amo diez veces recibe más que aquel que lo hizo cinco veces. Como en todas las cosas, Dios es justo cuando juzga.

Pocos comprenden el verdadero significado y la profundidad de esta enseñanza. La salvación es un obsequio gratuito que Dios nos entrega y que ninguno de nosotros jamás merecerá o podrá ganar. Pero la recompensa de aquel que trabaja y se esfuerza puede variar. En su infinita sabiduría y justo propósito, Dios sabe cómo colocará cada pieza de su familia espiritual.

El llamado que Dios le hace a seguirlo fielmente cada día es solo un aspecto de la obra espiritual mucho más amplia que él está llevando a cabo.

Lo que hagamos ahora con nuestro talento y llamamiento será utilizado por Dios en el edificio que está construyendo. Este edificio es la Iglesia, el templo espiritual de Dios y la novia de Cristo, hermoseada por Dios y que está siendo preparada por mandato divino. Pocos se detienen a pensar en lo que es realmente el llamamiento y la vida cristiana: la verdadera preparación para el Reino de Dios.Ser cristiano no se limita únicamente a aceptar a Cristo y dar por sentado que ello basta.

La parábola de Jesús incluye un riguroso ejemplo de juicio a uno de los siervos, quien no hizo rendir en absoluto el encargo de su amo. Leamos: “Vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo; porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste.

“Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y siego lo que no sembré; ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses?” (vv. 20-23).

Pregúntese si quizá usted sea como este siervo: temeroso, carente de visión, comprometido solo a medias con Dios, alguien para quien la búsqueda del Reino de Dios no constituía la prioridad principal en su vida (vea Mateo 6:33). Este siervo tenía una opinión muy pobre de Dios y su propósito para la humanidad. Descuidó la instrucción de su amo, ignoró el propósito que este tenía para él, y esperó su regreso pensando que –según su propia perspectiva autojusta– era más que suficiente continuar de la manera que siempre lo había hecho. Pero no lo era.

Tiempo de juicio

La parábola concluye mostrando que nuestro Dios es un Dios de juicio severo e irrevocable: “Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas.

“Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas. Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y decapitadlos delante de mí” (vv. 24-27)

Esta parábola es increíblemente aleccionadora y termina con una advertencia. ¿Ha puesto usted su vida por completo en las manos de Dios? ¿Lo considera su Señor y Amo? Dios espera ganancias de todo lo que le ha dado. Las recompensas de su reino serán distribuidas de manera justa y equitativa, de acuerdo a lo que hagamos hecho con lo que nos ha dado.

El plan que Dios tiene supera todo lo que podamos imaginar. Él está trayendo muchos hijos a la gloria para restablecer no solo su reino sobre la Tierra, sino también para producir dividendos ilimitados de su gobierno de justicia en todo el universo y por toda la eternidad (Isaías 9:7).

Conociendo el magnífico plan que el Padre está llevando a cabo, Jesucristo entregó esta parábola para animar a sus seguidores a lo largo de los siglos y asegurarles que él, al igual que el hombre noble que se fue a una tierra lejana, regresaría y traería consigo una recompensa para sus fieles siervos que utilizaron su llamado como preparación para la maravillosa era que está por venir.

Actúe ahora respecto a su llamamiento. ¡Descubra por qué Dios lo ha llamado a comprender el misterio de su plan hoyBN