Los defectos congénitos no son excusa para abortar

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Los defectos congénitos no son excusa para abortar

Realmente no estaba preparada para ver aquello. A mi derecha había una mujer de unos cuarenta años sentada en el piso con las piernas cruzadas, viendo un programa de caricaturas en televisión mientras desayunaba. Ella saludó tímidamente a nuestro grupo, que estaba visitando el centro de atención que por años había sido para ella su hogar. Desde otro cuarto se oía el llanto leve y quejumbroso de un recién nacido, mientras que un hombre alto le cambiaba el pañal.

Mientras observaba el acogedor ambiente del lugar, el guía dirigió nuestra atención hacia alguien sentado al fondo del salón. “Juan” estaba recostado en un sillón escuchando radio. Tenía puestos sus audífonos y en su rostro había una sonrisa inocente. Recuerdo haber visto sus zapatillas nuevas, blancas e impecables, y su cabello despeinado, pero lo que más recuerdo son sus ojos: no los tenía; miré su cara una y otra vez y me sentí perturbada por esa imagen. Las cuencas de sus ojos . . . simplemente estaban vacías.

No recuerdo muy bien la explicación que dio el médico sobre la causa de su ceguera, pero cualquiera que haya sido, el hecho era que él había nacido así y por supuesto nunca había visto nada. Por otro lado, tenía las piernas torcidas hacia adentro y nunca había caminado; sus manos también estaban torcidas y deformes. Su condición era la de un “completo retardado mental” y no podía bañarse ni alimentarse por sí mismo. Tenía cerca de 25 años, pero su capacidad mental era la de un niño.

Algunos partidarios del aborto dirían que es imposible que una persona como Juan pueda tener algún  tipo de calidad de vida y que es muy egoísta dar luz a un niño como él. ¿Qué puede ofrecerle la vida a alguien que no puede ver, hablar, caminar o pensar? No puedo hablar en representación de todos, pero conozco un poquito acerca de la vida de Juan.

A Juan le gusta la música. Su “familia” en el centro de atención le consigue canciones nuevas, aunque él tiene sus preferidas. También le gusta ir al cine, al cual asiste una o dos veces al mes con sus compañeros del hogar. No puede ver las imágenes, pero puede oír la música y las conversaciones, y le fascina el olor de las palomitas de maíz. Juan recibe amor y afecto de todas las maneras que él es capaz de percibir, y lo demuestra en su semblante tranquilo y feliz. Hay muchas cosas que no puede hacer, pero hay otras que sí puede hacer. ¿Qué importancia tiene la vida de Juan, o él como persona? ¿Hay alguien que se interese por su existencia? La respuesta es , definitivamente sí. En Mateo 10:29, Dios declara que él estima la vida como algo muy precioso. “¿No se venden dos pajarillos por un cuadrante? Y ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. Así que, no temáis; de más estima sois vosotros que muchos pajarillos”.

Aunque usted y yo tengamos vidas muy diferentes a la de Juan, no obstante tenemos el mismo destino. Cuando Cristo regrese, todos seremos juzgados de acuerdo a las decisiones que tomemos hoy. ¿Qué sucederá en el caso de Juan? Nadie puede saberlo. Sin embargo, algo es seguro: nosotros tendremos que responder por la forma en que tratemos a personas como Juan, y también por la forma en que usemos, o abusemos, del poder que tengamos sobre los débiles, los pequeñitos y también sobre los niños no nacidos