Dios, la música y tú

Usted está aquí

Dios, la música y tú

Tenemos radios en nuestros autos y dormitorios. Los programas de televisión y las películas se valen de temas musicales y música de fondo para acentuar los estados de ánimo o presentar una nueva escena. El comercio utiliza la música para animar a sus clientes en tiendas y ascensores, y canciones publicitarias simpáticas para desarrollar vínculos entre sus clientes y sus productos o servicios. En muchas escuelas alrededor del mundo se enseña educación coral y se entrena a bandas y orquestas. La música es parte clave de nuestro entretenimiento, incluso en eventos que no están relacionados con ella, como competencias y torneos deportivos.

¿Qué dice Dios acerca de la música? ¿Dónde encaja la música en nuestra relación con él? Si eres cristiano, ¿cuál es tu responsabilidad en cuanto a este tema? ¿Te has puesto a pensar en lo que tus gustos musicales dicen de ti?

Dios te conoce mejor que nadie

“Oh Eterno, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; Has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Eterno, tú la sabes toda” (Salmos 139:1-4).

¿Han examinado tus padres tu reproductor de música o tu teléfono celular? Si tu respuesta es positiva, ¿cómo te sentiste en ese momento? ¿Fue una experiencia placentera?

¿Qué pasaría si Dios les echara una mirada? Debes sabes esto: Dios ya ha revisado tu reproductor de música y tu teléfono; de hecho, ¡él sabe lo que está en la lista de música de cada persona! Al conocer todos nuestros pensamientos y acciones, él está bien enterado de las canciones que escuchamos. ¡Debemos tener cuidado con la música que seleccionamos!

¿Qué debería hacer yo?

El apóstol Pablo escribió acerca de examinar lo que escuchamos: “Examinadlo [o comprobadlo] todo” (1 Tesalonicenses 5:21). Como jóvenes, necesitamos discernir y evaluar cuidadosamente el mensaje de las canciones que normalmente escuchamos. Luego se nos dice “retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal” (vv. 21-22). Un cristiano debe buscar el bien y luego aferrarse a las buenas influencias y la música sana. Al mismo tiempo, debemos distanciarnos de las letras que promueven acciones pecaminosas.

El apóstol además dijo en Romanos 12:1-2 que los seguidores de Dios son “santos”, que significa que hemos sido santificados y apartados por Dios para un propósito especial. ¡Tú eres importante para él! Todos lo somos. Por lo tanto, no debemos conformarnos a este mundo, y eso significa no aceptar ciegamente los estándares mundanos en cuanto a la música.

Estas normas sociales han sido influenciadas por Satanás el diablo, y se nos dice que las evitemos y seamos transformados “por medio de la renovación” de nuestro entendimiento. Los cristianos deben adquirir una nueva perspectiva mientras desarrollan una relación más estrecha con Dios y comprenden más profundamente cómo aplicar sus principios en sus vidas. El pasaje termina con una admonición positiva: “. . . para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.

Pon a prueba tu música. ¿Armoniza con los estándares de Dios, o promueve valores pecaminosos? Considera la posibilidad de investigar una canción de tu agrado en particular. ¿Qué dice su letra en su totalidad?  ¿Qué mensaje o historia están relatando el autor y el cantante? Y, por último, busca y escucha música que complazca a Dios.

Estándares más altos

Para encontrar y adoptar el tipo de música que Dios aprueba, necesitamos utilizar sus normas al momento de analizarla, y dichas normas están descritas en su Palabra. Los Diez Mandamientos nos entregan diez principios espirituales según los cuales debemos vivir, tanto en la letra (literalmente) como en el espíritu de la ley (en la mente y la intención). Jesucristo los resumió en dos grandes mandamientos, diciendo que debemos amar a Dios por sobre todo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Si hay una canción en particular que ensalza o aprueba la violación de cualquiera de estas leyes, no es una buena opción para tu listado de música. Como la base de estos principios es el amor, es fácil ver por qué una canción que respalda la malicia, el odio, la sexualidad inmoral (incluyendo el sexo fuera del matrimonio), la lujuria o la codicia, no puede ser beneficiosa para los oídos cristianos.

Aquí hay un ejemplo de algunas normas positivas que se pueden aplicar a la música: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8, énfasis nuestro).

Nuestra lista musical debiera encajar en estas descripciones. Es nuestra responsabilidad aplicar tales normas a nuestra música, y nadie más puede hacerlo por nosotros. ¡Es una obligación y responsabilidad personal!

¿Para qué molestarnos?

Pero, ¿por qué tenemos que examinar y filtrar la música que escuchamos? Porque Dios nos ordena hacerlo, y como pueblo de Dios que somos le obedecemos, vivimos por su Palabra y nos sometemos a su autoridad. Todo lo que Dios nos dice es para nuestro propio bien.

La música entra a nuestro cerebro como sonido y se convierte en parte de nuestros pensamientos. Estos pensamientos dan forma a las palabras que hablamos. Las palabras evolucionan y se convierten en acciones. A través del tiempo, las acciones que se repiten se convierten en hábitos y patrones de conducta. Los hábitos se unen y forman nuestro carácter, el cual refleja lo que somos como personas. Nuestras decisiones musicales pueden moldear nuestro carácter y exponerlo, y las decisiones sabias ayudan a desarrollar un buen carácter.

Dios siempre está con nosotros y sabe todo lo que hacemos y pensamos, incluyendo qué canciones escuchamos. Como cristianos, tenemos la obligación personal y la responsabilidad individual de analizar y juzgar nuestra música. Tú y yo podemos interpretar y utilizar los puntos de referencia que nos entrega Dios para elegir. Las normas que uses deben basarse en la Palabra de Dios, no en tu opinión personal o punto de vista mundano. Hacemos esto en obediencia a Dios, y él nos insta a actuar de esta manera para nuestro propio bien.

La próxima vez que escuches música mientras bailas al ritmo de la radio o mientras navegas tu iPod®, detente un momento y pregúntate: ¿Qué estoy escuchando?