“Renueva un espíritu fiel dentro de mí”

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“Renueva un espíritu fiel dentro de mí”

Cuando oro, muchas veces me encuentro pidiendo perdón, porque me doy cuenta de que nuevamente he demostrado mi carencia de disciplina espiritual.

Me cuesta mucho cumplir con las pequeñas cosas, como levantarme 20 minutos más temprano u orar en la noche, cuando lo único que quiero es desplomarme en mi cama. Al darme cuenta de que otra vez he fracasado, me invade un sentimiento de insinceridad y me siento como un disco rayado: en toda honestidad, ¿cómo puedo pedirle a Dios que me perdone reiteradamente por el mismo pecado?

He tenido muchas conversaciones con otros cristianos y todos hemos admitido que, en general, luchamos contra los mismos pecados una y otra vez en nuestras vidas. Uno puede convencerse de que las cosas con las que batalla no son catastróficas o terribles (como los pecados de David y Betsabé, por ejemplo), pero la falta de diligencia espiritual puede separarnos de Dios tal como cualquier otro pecado, lo cual es muy vergonzoso. Amo a Dios, su camino, sus días santos, el plan que nos ha ordenado y su sábado; pero a pesar de ello, pareciera que nunca logro cumplir con un horario o un plan para orar y estudiar la Biblia. ¿Cómo puede ser posible?

En vista de esto, decidí acudir a un libro de la Biblia que leo cuando me siento frustrada conmigo misma: Salmos 51. Sin embargo, esta vez me di cuenta de algo nuevo y que me gustaría compartir. En este capítulo hay dos secciones, que nunca antes había notado, en las que David le pide algo a Dios. La primera se encuentra en el versículo 10: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu fiel dentro de mí”. Luego, en el versículo 12, le pide: “Restaura en mí la alegría de tu salvación y haz que esté dispuesto a obedecerte”(Salmos 51:10, 12, Nueva Traducción Viviente, énfasis nuestro).

Llegué a la conclusión de que esto era exactamente lo que necesitaba incluir en mis oraciones. No solo debo pedirle perdón a Dios por mis pecados pasados (como darle preferencia a otras cosas antes que a él: dormir, entretención, pasatiempos, etc.), sino también que me dé un espíritu firme y obediente.

Firme significa “estable, sólido, que no cede”. Otras definiciones incluyen “constante, que no se deja dominar ni abatir” e “inamovible, que se mantiene erguido y de pie”. Estas definiciones describen exactamente lo que yo quiero lograr: no ceder en mi propósito, ser constante en cuanto a mi compromiso e inamovible en mi búsqueda espiritual. Necesito un espíritu firme para poder levantarme cada mañana, para desarrollar disciplina física y para luchar contra mis propios deseos.

David pidió todo esto y a todos nos haría bien pedirle incesantemente a Dios que nos dé un espíritu recto y obediente, capaz de sostenernos cuando nuestros deseos luchan contra lo que, según sabemos, debe ser más importante. Espero que esto les ayude, tal como me ayudó a mí. La autoevaluación puede ser difícil, pero es reconfortante saber que incluso David, a quien Dios describió como un “varón conforme a mi corazón”, tuvo que clamar al Eterno para que le diera un espíritu recto.

No estamos solos en nuestras luchas cotidianas y aparentemente frívolas. ¡Debemos orar mucho, y pedirle a Dios que nos dé un espíritu inquebrantable y nos ayude a convertirnos en hombres y mujeres con un corazón conforme a su voluntad!