Cómo criar hijos que amen a Dios

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Cómo criar hijos que amen a Dios

Mi esposo y yo tuvimos la bendición de crecer en la Iglesia. Ambos fuimos criados con uno de nuestros padres fuera de la Iglesia y otro dentro de ella. Nos benefició muchísimo que al menos uno de nuestros progenitores nos enseñara cómo orar a nuestro Creador y cuán maravilloso es conocerlo.

Recientemente he estado pensando mucho en esto, porque mi esposo y yo tenemos tres hijos y hemos sido muy bendecidos de que todos estén aún en la Iglesia. Y no solo están en la Iglesia, sino que además realmente aman el camino de Dios y hasta ahora han progresado mucho más que nosotros cuando teníamos su edad. Dos de nuestros hijos han asistido al Centro Bíblico ABC, y el tercero espera ansiosamente poder hacerlo.

Varias personas me han preguntado últimamente cómo lo hicimos. Primero que nada, no es lo que nosotros hemos hecho; sin ninguna duda, es lo que Dios ha hecho al contestar nuestras oraciones. Hemos oído relatos que nos parten el corazón acerca de chicos que van a los campamentos y no saben cómo orar. Yo incluso tuve una amiga que me dijo que su padre era ministro de la Iglesia, pero que él nunca le enseñó cómo orar, lo cual me parece muy triste. Mi filosofía siempre ha sido: “Una familia que ora junta, permanece junta”.

Nuestro hijo tiene 26 años, y cuando todavía era adolescente quería jugar fútbol americano los viernes por la noche. En su segundo año de secundaria decidimos que a pesar de que le habíamos enseñado la importancia del sábado, dejaríamos que él tomara su propia decisión. Para nuestra sorpresa, él optó por jugar los viernes por la noche. A medida que analizamos esto, llegamos a la conclusión de que nuestra inmadurez como pareja nos había impedido hacer del sábado una verdadera delicia mientras lo criábamos.

Nos dimos cuenta de que con nuestros dos hijos menores nuestro enfoque había sido distinto, y que en su caso sí habíamos intentado hacer del sábado un día especial y un deleite, por lo que nunca tuvieron el deseo de salir el viernes por la noche. Por lo general, esa noche tenemos una agradable cena de sábado durante la cual entablamos conversaciones espirituales, y la siguiente mañana compartimos un gran desayuno. Es un día familiar maravilloso, enfocado en nuestro Creador. Conocemos a algunos jóvenes que han entrado a la Iglesia simplemente por haber participado en nuestras cenas del día sábado y disfrutado de la atmósfera familiar en nuestro hogar, con Dios como invitado de honor.

Además de hacer del sábado un placer, otra cosa que implementamos fue no permitir que el colegio u otra actividad fueran más importantes que guardar el sábado. En contadas ocasiones es aceptable faltar a los servicios por ciertas razones válidas, pero si la razón esgrimida era alguna actividad deportiva o escolar, la respuesta siempre era un definitivo “no”. Como padres, es nuestra responsabilidad enseñarles a nuestros hijos que Dios hizo el sábado para que descansemos y lo honremos, y que debe ser un deleite. Tenemos seis días de la semana para ir a eventos deportivos o actividades escolares, pero el día sábado debemos ir a la iglesia para honrar a Dios.

Hablamos con nuestros hijos acerca de las bendiciones que Dios le ha dado a nuestra familia y de la importancia de seguir su camino. Siempre hemos orado juntos como familia, y no solo antes de la cena, sino también en voz alta y de rodillas. No todos nuestros hijos se han sentido completamente cómodos haciendo esto, por lo que si uno de ellos decide escuchar mientras el resto de nosotros ora, no hay problema. Mi esposo y yo siempre oramos para que Dios habite en nuestro hogar, y nos esforzamos para que él sea parte de nuestra conversación diaria, tratando de aplicar Deuteronomio 6:6-7: “Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”.

En un estudio bíblico dado por Ken Martin durante la Fiesta, escuchamos que si uno no está orando y luchando espiritualmente por sus hijos cada día, ¡Satanás está siempre luchando por ganárselos! Ese comentario me impactó profundamente, porque estoy segura de que al igual que yo, nadie desea que Satanás se apodere de nuestros hijos. Debemos orar a diario para que Dios les dé a nuestros hijos la sabiduría para escoger el bien por sobre el mal y para que los proteja de la influencia de Satanás.

Además de todo esto, siempre hemos dado prioridad al hecho de que nuestros hijos estén involucrados en la Iglesia lo más posible. Todos han ido al club de oratoria de adolescentes, y hemos hecho todo lo posible para que vayan a los campamentos. A veces se han resistido a ir, pero al final siempre se han sentido felices de haberlo hecho. También hemos tratado de ir a todos los fines de semana familiares (que se llevan a cabo en Estados Unidos). Es muy importante que nuestros hijos establezcan relaciones estrechas con otros jóvenes de la Iglesia, porque esas relaciones sí duran para toda la vida.

El último punto, pero no por ello el menos importante, es el controvertido tema de la disciplina. En la sociedad actual es socialmente inaceptable disciplinar a los hijos. Primero que nada, a los hijos les gusta tener reglas y límites, porque les ayuda a sentirse seguros. Dios nos disciplina a través de las pruebas. “No rehúses corregir al muchacho; porque si lo castigas con vara, no morirá. Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol” (Proverbios 23:13-14). “Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma” (Proverbios 29:17). No estoy diciendo que debemos golpear a nuestros hijos con una vara, pero no se puede razonar con un niño de dos años. Unas pocas nalgadas o un golpecito en la mano nunca nos lastimaron a mi esposo y a mí cuando crecíamos, ni tampoco a ninguno de nuestros hijos – de hecho, ¡probablemente deberíamos haber usado unos cuantos más!

En resumen, los puntos claves que debemos tratar de seguir cuando criamos a nuestros hijos son:

•  Ore con sus hijos desde el momento en que puedan arrodillarse, y ayúdeles a sentirse cómodos hablándole a su Creador.

•  Ore para que Dios more en su hogar y le dé la sabiduría para criar a sus hijos de la manera que él desea que sean criados. Ellos son un préstamo que el Creador le ha hecho a usted.

•  Hable con sus hijos acerca de Dios y hágales saber que él es el centro de su existencia y de su matrimonio, y que todo lo que ocurre en su vida se relaciona de alguna manera con las lecciones que Dios nos está enseñando día a día. “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6).

•  Asegúrese de ser un buen ejemplo, y no espere que sus hijos sigan a Dios si usted no lo hace. Una de las razones principales de la rebelión es la hipocresía; si usted comete un error o hace algo incorrecto, pida perdón a sus hijos y admita ante ellos que se equivocó. Incluso puede ir ante Dios, llevarlos con usted y pedirle perdón a él enfrente de ellos. Explíqueles cuanto lo siente, y no dé excusas de por qué lo hizo; simplemente reconozca que se equivocó.

Dios desea que tengamos hijos que amen a sus padres y a sus hogares, pero por sobre todo, que lo amen a él. Si le pedimos continuamente que nos guíe en la crianza de nuestros hijos, él lo hará.

La mejor herencia que podemos dejarles a nuestros hijos es que conozcan a Dios con todo su corazón y alma y que verdaderamente lo amen a él y a su camino.