¿Qué es Armagedón?

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¿Qué es Armagedón?

Desde las colinas en las afueras de Nazaret, ciudad situada en la región de Galilea, en Israel, es posible ver la llanura del valle de Jezreel. Hacia el oeste, donde termina el valle, se divisa una colina. Allí se encuentra el lugar conocido como Megido Meguido. He estado en Nazaret y también en Megido, y entre ambos existe una interesante conexión.

Nazaret es el lugar donde Jesús fue criado por sus padres, José y María, así que no es difícil imaginarlo siendo aún joven y pasando parte de su tiempo en las colinas que dominan el valle. Jesús, quien fue Dios en la carne, conocía la historia de esa tierra y también antecedentes sobre su futuro. Sabía que un día, en ese mismo lugar, los ejércitos se reunirían para pelear contra él en su segunda y gloriosa venida.

En varios manuscritos griegos del Nuevo Testamento dicho lugar es llamado Armagedón, y su historia contiene un poderoso mensaje para el mundo.

Armagedón es un lugar real en el mapa, y uno puede visitarlo en la actualidad.  Está deshabitado, y ante él se extiende un largo y ancho valle.

El libro profético de Apocalipsis revela que justo antes del regreso de Jesucristo en poder y gloria,  ciertos ejércitos se reunirán en este valle para pelear contra él.

Hay un poderoso mensaje para cada uno de nosotros en la profecía de Armagedón. Si presta atención a ese mensaje, su vida puede cambiar y podrá prepararse para el regreso de Cristo.

En Apocalipsis 16 vemos siete plagas devastadoras, que representan el juicio final de Dios sobre el mundo, el mismo que lo ha rechazado. Estas plagas están simbolizadas por copas que son derramadas sobre la Tierra.

La quinta de estas copas cubre de tinieblas el trono del malvado gobernante de la última superpotencia mundial. Este gobernante y su imperio son descritos como una bestia. La oscuridad impenetrable será tan aterradora, que los seres humanos se morderán la lengua de pura desesperación, y en su ira y dolor maldecirán a Dios; sin embargo, en vez de acudir a él en busca de ayuda, se negarán a humillarse y arrepentirse.

Satanás será el instigador de esta maligna superpotencia, y en su ira contra Dios guiará al mundo y a sus ejércitos hacia un callejón sin salida. No habrá escape posible.

Una gran guerra se está preparando

Observe lo que dice Apocalipsis 16:12: “El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente”. En otras palabras, los grandes ejércitos del Este marcharán hacia Israel.

El pasaje continúa: “Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas” (v. 13). ¿Quiénes son el dragón, la bestia y el falso profeta? El dragón es Satanás; la bestia es el líder de la malvada superpotencia final, la última resurrección del Imperio romano, y el falso profeta es un perverso líder religioso que engañará al mundo entero con su religión falsa.

Luego dice: “pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso” (v. 14).

Lo que este pasaje describe es un extraordinario vistazo al mundo invisible de los espíritus. Gracias a este relato y a otros semejantes a lo largo de las Escrituras, sabemos que existe otra dimensión que nuestros sentidos físicos no pueden percibir; no obstante, esta dimensión es muy real. Está compuesta de espíritus buenos o ángeles santos, siervos de Dios, y también de espíritus malos o ángeles rebeldes: los demonios liderados por Satanás.

En este versículo vemos una imagen alegórica de lo que sucede en la dimensión espiritual; en él se describe al dragón, Satanás, de cuya boca salen espíritus malvados (representados aquí por ranas). Lo que sucede en el reino espiritual siempre ha tenido una conexión con lo que sucede en nuestro mundo físico. Aquí se nos habla de los espíritus malignos causantes del caos en el reino espiritual, y de su influencia directa en los acontecimientos de nuestro mundo físico.

La ira de Satanás, quien actúa tras bambalinas, será la causa de que los ejércitos del mundo se congreguen en la tierra de Israel. Se reunirán en este lugar llamado Armagedón, donde ocurrirá la más grande y definitiva batalla en toda la historia del mundo. Será “la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso”.

De todas las grandes batallas de la historia, ésta, que ha sido profetizada con 2 .000 años de anticipación, será más importante que todas las demás juntas.

La visión continúa: “Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón” (v. 16). La palabra “Armagedón” es simplemente la combinación de dos palabras hebreas: la palabra har(que significa “colina”) y la palabra Megido Meguido. De todos los lugares, ¿por qué Megido? ¿Por qué se reunirán allí los ejércitos? Un breve vistazo a la historia de la región puede ayudarnos a responder dicha pregunta.

Megido, histórico campo de batalla

Uno puede encontrar Megido en el mapa del Estado de Israel. Durante miles de años fue una ciudad habitada, pero después de cada guerra, la gente edificaba sobre sus escombros. Actualmente es una colina despoblada en el extremo occidental de la extensa planicie del valle de Jezreel.

Los arqueólogos han excavado el lugar durante varias décadas, y en el proceso han descubierto capa tras capa de antiguos asentamientos ocultos bajo su suelo durante siglos.

En Megido ha habido más batallas que en cualquier otro lugar de la Tierra. ¿Por qué razón? Porque en el territorio de Israel confluyen tres continentes: África, Asia y Europa, y quien controlaba Megido controlaba también una estrecha y estratégica franja de tierra ubicada en ese empalme y llamada Vía Maris (o “camino del mar”, ya que una gran parte de la ruta corría cerca del mar Mediterráneo).

La Vía Maris era una importante carretera internacional en el mundo antiguo y se extendía desde Egipto hasta Babilonia (la actual Irak). En aquel entonces, la Vía Maris era el enlace entre los principales imperios y rutas comerciales de la época, y cualquier nación que quería dominar la región primero tenía que controlar Megido.

A través de los años, muchas batallas tuvieron lugar en Megido. El faraón egipcio Tutmosis III efectuó una campaña cerca de Megido para consolidar su dominio sobre los territorios en Canaán y al norte de éste.

En la Biblia vemos que el rey Salomón apostó sus tropas, carros y caballos en Megido, utilizando  la ciudad como fortaleza en el lado norte (1 Reyes 9:15). Aún hoy, las enormes puertas que él construyó siguen en pie a la entrada de las ruinas de Megido.

Posteriormente, durante el reinado de Josías, rey de Judá, el faraón Necao II de Egipto se movilizó hasta Megido para pelear contra Asiria. Josías participó en esa batalla y murió (2 Reyes 23:29).

En tiempos más recientes, tanto Napoleón (1799) como el general británico Allenby (1918) derrotaron a las fuerzas turcas en Megido. Esta zona nunca ha perdido su relevancia como campo de batalla por el control de este punto crucial para los imperios.

Megido es un lugar histórico de confrontación entre ejércitos. También se le conoce como el lugar donde los ejércitos se reunirán en el futuro para “la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso”; no obstante, la verdadera batalla tendrá lugar en otro sitio.

La batalla se librará en Jerusalén

Jerusalén es el lugar donde realmente se librará la batalla: “He aquí, el día del Eterno viene, y en medio de ti serán repartidos tus despojos. Porque yo reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalén . . . Después saldrá el Eterno y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla” (Zacarías 14:1-3).

Cristo descenderá con un ejército espiritual y pisará el lagar de su ira. “Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios” (Apocalipsis 14:20), es decir, por aproximadamente 320 kilómetros, extendiéndose así sobre todo el territorio de Israel.

Como los ejércitos humanos pelearán contra Dios, la matanza será tan grande, que la sangre mezclada con el barro alcanzará más de un metro de altura. Será una batalla feroz, pero lo más importante es que enseguida vendrá la paz del Reino de Dios.

Megido y el adyacente valle de Jezreel proveerán el escenario ideal para esta batalla. Tanques, aeronaves, helicópteros y vehículos de transporte llevarán hombres y material bélico hasta la región, y ensordecedores cazabombarderos surcarán el cielo.

Súbitamente, la atención se volverá hacia una fuerza proveniente de un lugar inesperado: los cielos de Jerusalén. En su locura y engaño, los ejércitos reunidos marcharán entonces hacia Jerusalén para luchar contra Jesucristo, ya que no reconocerán en él al Mesías.

Hoy en día esto es difícil de creer. Leemos estas escrituras y nos preguntamos: “¿Cómo podrán los líderes políticos ser engañados para luchar contra Jesucristo, el Hijo de Dios?”

La respuesta se encuentra en una pequeña frase a la mitad del capítulo 16 de Apocalipsis. En el versículo 15 se intercala un pensamiento de Jesucristo: “He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza”. Aquí Jesús está diciendo que hay una manera de evitar ser parte de ese gran engaño de los últimos tiempos.

¿Qué nos está diciendo Jesús? ¿Cuál es el mensaje que debemos entender? ¿Cuál es la lección espiritual  representada por  Armagedón? La respuesta es esta: a menos que obedezcamos a Jesucristo y sus enseñanzas cada día, podemos ser engañados e inducidos a rechazarlo en aquel día, junto con la gran mayoría de las personas.

La Biblia dice que el engaño será tan sutil y tan poderoso, que incluso los escogidos deberán cuidarse. ¿Cómo? Veamos nuevamente lo que dice Jesús en Apocalipsis 16:15, que acabamos de citar.

¿A qué se refieren estas “ropas”? Representan el guardar los mandamientos de Dios, saber qué es justo y qué no lo es, poder discernir entre el bien y el mal. “Guarda sus ropas” se refiere a mantenerse adecuadamente vestido, a persistir en la adoración al verdadero Dios y no al diablo, el dios de este siglo. Las prendas apropiadas representan las “acciones justas” del pueblo de Dios (Apocalipsis 19:8). En la confrontación final entre Dios y Satanás, ¡Dios gana!, y Cristo nos está llamando a una vida junto a él para resistir unidos los poderes de las tinieblas. Esto es lo que significa “guardar nuestras ropas”.

¿Cómo están sus “ropas”?

¿Se mantiene usted fiel a Jesucristo hoy? ¿Permanece firme a la verdad de Dios al ver por doquiera las señales de decadencia espiritual y moral? ¿Se ha fijado en la cultura popular actual? Las señales de cáncer interno están a la vista. Por supuesto, todos decimos que tratamos de defender nuestra moral y de mantener nuestros valores intactos, pero es muy fácil permitir que lentamente se filtre en nuestra vida la tolerancia al pecado.

Megido es el lugar desde el cual los imperios del mundo antiguo trataron de controlar el mundo. En esta profecía, Megido representa el esfuerzo final del hombre pecador por controlar el mundo apartándose de Dios y aquí hay un paralelo con nuestra sociedad actual.

La antigua ciudad de Megido nos entrega una vívida lección para ilustrar este punto. En lo profundo de los restos arqueológicos todavía se erige un gran altar circular. Antiguamente, las personas ofrecían sacrificios en este altar en honor a cierto dios de la fertilidad. Algunos historiadores hasta creen que ahí se ofrecían sacrificios humanos, incluso de niños.

Imagínese cómo habrá sido uno de esos servicios de adoración: música ruidosa, feligreses que bailaban, gritaban y clamaban en voz alta al dios de la fertilidad. Se podía ver el inmenso fuego que rugía sobre el altar. Acto seguido, se podía presenciar la espantosa escena de un pequeño niño que era arrojado a las llamas para sufrir una muerte horrenda y sin sentido en honor a un dios falso. Cuesta imaginarse cómo la gente pudo haber hecho algo semejante. Hoy en día, la horrorosa imagen nos estremece.

Pero, ¿sabía usted que lo que sucedió en Megido en aquel entonces, en cierto sentido también sucede hoy? Nosotros no lo llamamos “sacrificio de niños”, sino “aborto”. Cada año se sacrifican millones de bebés a nuestros propios dioses, los dioses modernos de la conveniencia y la opción personal. No nos atrevemos a llamar a esto “asesinato”, por lo cual lo denominamos “planificación familiar”. Y en lugar de admitir que el bebé es un ser humano, lo llamamos simplemente “feto”.

Hemos corrompido nuestro sentido del bien y el mal. Llamamos a lo malo bueno, y a lo bueno malo. La lacra moral del aborto es solo uno de los muchos pecados de nuestra sociedad que acarrearán el juicio de Dios sobre el mundo entero.

Hemos permitido que muchos otros pecados nos controlen: ante Dios nos condenan la codicia, la gula, el adulterio, la embriaguez y muchos otros.  Somos una sociedad decadente, incapaz de juzgar con verdadero discernimiento y rectitud.

El pecado y el rechazo al camino de Dios por parte de la humanidad son precisamente las razones por las cuales debe llevarse a cabo esta batalla. Esta confrontación final representa el juicio de Dios a un mundo que lo ha olvidado y rechazado para seguir sus propios deseos.

Nos hemos olvidado de Dios y hemos abandonado su ley espiritual. No queremos admitir que Dios tiene todo el derecho sobre nuestras vidas y no estamos dispuestos a someternos a él en obediencia. Lo que el apóstol Pablo escribió aún está vigente: “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen” (Romanos 1:28).

Megido era una ciudad importante en el mundo antiguo. Quien la dominaba, controlaba un punto neurálgico para el comercio mundial. Y al final de esta era, Megido (o su otro nombre, Armagedón) representa el último esfuerzo del hombre para controlar el mundo sin tomar en cuenta a Dios.

Pero usted y yo no tenemos que dejarnos atrapar por el espíritu de este mundo. Dios está llamando a la gente en este momento a rechazar el espíritu de rebelión simbolizado por Megido. ¡Permita que las palabras de Dios lo motiven a discernir estos tiempos y así no sea tomado por sorpresa, desnudo y avergonzado!  BN