Las verdaderas causas de la crisis financiera mundial

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Las verdaderas causas de la crisis financiera mundial

Sin importar dónde vivan, casi todas las personas están viendo afectado su presupuesto por el alza de los precios o de los impuestos, que seguirán aumentando en el futuro. Esto, sin mencionar la crisis presupuestaria, las descomunales deudas y los problemas de desempleo que amenazan cada día más tanto a ciudadanos como a gobiernos.

 ¿Cuál es la raíz de todos estos problemas? Revisemos algunas realidades básicas sobre economía para poder entender más y mejor la crisis financiera que afecta al mundo entero.

La economía se basa en conductas y decisiones

Toda la interacción económica se debe a que los seres humanos expresan sus deseos y necesidades mediante una acción deliberada, con el propósito de mejorar sus circunstancias.

En el centro de las decisiones económicas se encuentran nuestras limitaciones en cuanto a expectativas de vida y recursos. La manera en que distribuimos y priorizamos nuestros recursos refleja nuestros pensamientos, apetitos y valores. Es por esta razón que la economía tiene que ver mucho más con nuestro comportamiento y con nuestras opciones que con el dinero.

Jesús dijo que “de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45), es decir, que las palabras de una persona evidencian los valores que motivan sus pensamientos. De igual forma se podría decir que “de la abundancia del corazón de una persona habla su billetera”, ya que las personas gastan su dinero en las cosas que les interesan.

El respetado economista Carl Menger comienza su libro Principios de Economía Política,escrito en 1871, con la siguiente afirmación: “Todas las cosas se hallan sujetas a la ley de causa y efecto”. Esto tiene su paralelo en la Biblia, que está llena de causas y efectos espirituales, como las bendiciones y maldiciones de Deuteronomio 28 y el hecho de que cosechamos lo que sembramos (Gálatas 6:7). Tanto nuestro comportamiento como nuestras decisiones tienen siempre consecuencias espirituales, y a menudo, también económicas.

¿Cómo se crea la riqueza?

Desde el principio de la humanidad los seres humanos han desarrollado y creado cosas. Han pescado, cazado y domesticado animales. Han extraído minerales de la tierra. Han creado obras de arte. Y aunque todos tenemos muchas preferencias distintas, nuestra riqueza está constituida de las cosas que valoramos. Parte de esa riqueza se manifiesta mediante la posesión de una casa, muebles u otras pertenencias. Nuestra riqueza también incluye nuestras capacidades y habilidades laborales para ganarnos la vida. Algunas formas de riqueza se transforman fácilmente en dinero, pero otras no.

Un magnífico ejemplo de estas formas de creación de riqueza se encuentra en Proverbios 31:10-31, donde se alaba a una esposa ingeniosa y muy trabajadora. Aunque esta esposa tiene muchas virtudes, la carpintería no se menciona como una de ellas. Ello nos permite suponer que cuando ella amplió su cuarto de costura, contrató carpinteros, y que esos carpinteros probablemente subcontrataron herreros para los trabajos con metales. Cuando las personas eligen su propio oficio se produce la “división del trabajo”, un factor vital en la creación de riqueza.

Otro factor en la creación de la riqueza es el libre intercambio. De hecho, el libre intercambio es la únicaforma de interacción económica a través de la cual la riqueza de todos los involucrados aumenta. El libre intercambio se puede ver en muchas parábolas de Jesús, como por ejemplo, la de la perla preciosa, de Mateo 13:45-46.

El último factor importante en la creación de la riqueza es el ahorro. La riqueza usada para comprar nuevos equipos o para empezar nuevos negocios puede provenir solamente de lo que las personas han ahorrado. Mientras más se haya podido ahorrar, más riqueza hay disponible para ser usada como capital en las inversiones, lo que genera mayor productividad laboral y nuevas oportunidades para crear
más riqueza.

Por supuesto, la riqueza total aumenta solo por la actividad que producemás riqueza de las que consume. Necesitamos darnos cuenta de que la riqueza y el dinero no son exactamente lo mismo. De hecho, esta confusión es en cierta medida una de las causas de la crisis financiera actual.

Esta crisis demuestra que la riqueza puede ser adquirida por medios ilegítimos, como por ejemplo, cuando se les quita a los demás por medio de la violencia, la coerción, el fraude o la deshonestidad, perpetrados por privados o por el gobierno.

El papel de Dios en la riqueza se manifiesta principalmente en sus bendiciones, cuando él interviene y permite que las ganancias o la creación de riqueza estén en armonía con su ley. Además, él dota a quienes lo aman de una visión y comprensión claras, que los capacitan para ser hábiles y prudentes en el manejo de sus asuntos personales (ver Éxodo 35:31;
1 Reyes 4:29; Salmos 111:10; Daniel 9:22). Aunque Dios quiere que aquellos que lo aman prosperen, él está mucho más interesado en nuestra riqueza espiritual que en la material (Hebreos 11:24-26).

Dios también reglamenta la posesión legítima de la riqueza dándole gran importancia a la propiedad privada, que él protege explícitamente en dos de los Diez Mandamientos: el octavo, que prohíbe robar, y el décimo, que prohíbe codiciar (Éxodo 20:15, 17).

¿Qué es el dinero?

El concepto de dinero surgió en parte porque era imposible dividir un artículo de gran valor, como un buey, cuando era transado por algo de menor valor. El dinero debe ser fácilmente divisible, durable y difícil de falsificar. El dinero tiene tres funciones: es un medio de valor intercambiable, una forma de acumulación de riqueza y una unidad de cuenta. Por lo mismo, no se debe confundir el dinero con la riqueza que representa.

Dios muestra en Deuteronomio 14:23-26 que la riqueza en forma de grano o ganado se puede cambiar por dinero, el que más tarde puede a su vez ser cambiado por comida. Observe que la riqueza se retiene aunque su forma cambie. Hoy es común que las personas mantengan solamente una fracción de su riqueza total en el banco, y una fracción aún menor en sus bolsillos como dinero en efectivo.

Cuando el dinero está hecho de algo que tiene valor en sí mismo, como el oro o la plata, ese dinero tiene su propio valor intrínseco además del que le otorga el gobierno. Tal dinero se adquiere intercambiando valor por valor, y ese valor difícilmente puede ser influenciado o manipulado por terceros, como el gobierno, por ejemplo.

Cuando el dinero es solo un pedazo de papel, su valor está inicialmente determinado por decreto gubernamental. Un billete de papel moneda o una tarjeta de plástico no tienen casi ningún valor en sí mismos. El dinero electrónico ni siquiera existe en forma física. Por ejemplo, 10 fanegas de grano se intercambian por 100 dólares en dinero electrónico en la cuenta de un banco, que existe solo en un computador. No hay un valor intrínseco.

Por otro lado, el dinero en sí mismo está sujeto a la ley de oferta y demanda, porque no se usa como si fuera un lujo, como el petróleo o el trigo. Si la oferta de dinero en circulación aumenta, su valor declina, por lo tanto, se necesita más cantidad para comprar las mismas cosas. El papel moneda puede ser impreso a voluntad. El suministro del dinero electrónico puede ser cambiado presionando el botón de una computadora. Pero si el oro o la plata se usan como dinero, la cantidad disponible para ser usada no puede ser cambiada súbitamente ni según el capricho de algún político.

La inflación es una forma de robo

Cuando el gobierno gasta dinero recientemente creado por simple decreto, la riqueza que ese dinero representa proviene de todos los que lo poseen, pero ahora, con un valor monetario diluido. Más dólares (o euros, yenes o pesos) están a la caza de la misma cantidad de productos y servicios. Esto deriva en el alza de los sueldos y precios, un efecto al que llamamos “inflación”. En la actualidad es una forma sutil de robo, porque el dinero no es tan valorado como antes. Y hay otras consecuencias.

Debido a que las personas valoran más el recibir algo de forma inmediata, el dinero tiene un valor de tiempo. Cuando se combina con el riesgo, esto deriva en el concepto de interés. Cuando las personas piden dinero prestado, lo que realmente se les presta es la riqueza que el dinero representa. El financiador prestará libremente solo si se le asegura que podrá recuperar su dinero y será recompensado por el riesgo que toma.

Pero, si hay inflación durante la vida del préstamo, el prestamista recuperará menos dinero. En este caso el prestamista tendrá una desventaja y el que pide prestado tendrá una ventaja. Cuando se pide un préstamo que dura décadas, incluso un poco de inflación puede destruir una considerable fracción de la riqueza devuelta al prestador. Por ejemplo, en una taza de inflación del 4% en 20 años, el valor de 1 dólar se reduce a 46 centavos.

En Deuteronomio 25:13-15 Dios instruyó a Israel para que mantuviera medidas y pesos justos. Cuando el gobierno infla el valor del dinero mediante políticas, ello destruye la cantidad de riqueza que se está pagando a largo plazo en préstamos y contratos. Es lo mismo que tener medidas y pesos alterados: otra forma de robo.

Las deudas a largo plazo de mayor envergadura son aquellas en que incurren los gobiernos. Los funcionarios de gobierno hablan abiertamente de imprimir dinero nuevo con el que van a pagar el interés de la deuda anterior. Pero nada de este dinero impreso crea algún recurso o riqueza nueva. La impresión de dinero puede solamente inducir a una etapa temporal de prosperidad, que se desvanece cuando la impresión del dinero se detiene.

¿Qué se puede decir de los precios?

Los precios tienen dos funciones en una economía. Facilitan el intercambio de valor por valor. Nosotros equiparamos el dinero con la riqueza porque cuando vamos de compras, tomamos en cuenta los precios monetarios, no los precios en términos de horas trabajadas, fanegas de trigo o barriles de aceite.

Los precios informan a cada participante del amplio panorama económico sobre el valor relativo de las cosas, enviando señales que ayudan a todos a ajustar sus propios planes y expectativas. También ayudan a las empresas a establecer sus niveles de producción.

De esta manera, los precios nos permiten hacer fácilmente juicios acerca del valor relativo. ¿Deberíamos trabajar una hora extra o ir al cine? ¿Es este par de zapatos mejor que este otro?

Cuando un tercero se inmiscuye en la economía, ello distorsiona las señales acerca de los valores relativos del sinfín de productos y habilidades laborales. Estas distorsiones dan origen a decisiones y planes errados acerca de posibles inversiones. Esto es especialmente cierto cuando el gobierno se entremete en el sistema monetario y distorsiona el valor temporal del dinero manipulando las tasas de interés. Estas decisiones causan lo que un prominente economista del siglo XX, Ludwig von Mises, ha llamado mala inversión.

Por ejemplo, en los últimos años, en Estados Unidos cundió la creencia de que la vivienda era una buena inversión, y como los créditos hipotecarios eran fáciles de obtener, muchos invirtieron equivocadamente en una casa que era más grande y más costosa de lo que podían pagar. Para promover esta política de aumento de propietarios inmobiliarios, los gobiernos se volvieron más flexibles en los requisitos para conceder los préstamos.

Se otorgaron muchos préstamos a personas que tenían un historial de índice crediticio bastante deficiente. Este dinero fácil permitió a los compradores ofrecer más dinero por las casas. Los constructores vieron esto como una señal para construir más casas nuevas, con características mejoradas. Como resultado, las compañías de suministros de construcción construyeron nuevas fábricas. Los inversionistas vieron estas señales de precio como verificación de que la economía estaba estable, y así sucesivamente.

En cierto punto, muchos se dieron cuenta que los propietarios no podían sostener el nivel de la deuda en que habían incurrido y que muchos no pagarían sus préstamos. Esto originó un torrente de señales que hicieron que la economía estadounidense se retrajera y contrajera. Los precios de las casas en algunas áreas cayeron a casi la mitad de lo que costaban en el punto crítico de la mala inversión. Los estadounidenses experimentaron un ciclo de auge y colapso del sector hipotecario debido a que se desconectó el dinero de la riqueza.

En Lucas 14:28, Jesús preguntó: “¿Quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?”

Pero aún en el caso en que se logre calcular hasta el último centavo de los costos de un proyecto grande, si el valor de la moneda cambia durante el tiempo de desarrollo del proyecto, no puede contabilizarse el costo en términos de riqueza. Peor aún, no se puede anticipar con certeza si el negocio nuevo, o empresa, generará más riquezas de las que consume. Así es como se introducen la incertidumbre y el riesgo en el cálculo de la economía privada, mediante la manipulación del dinero hecha por el gobierno o como resultado de los esfuerzos de éste para influir directamente sobre los precios.

Si las señales erróneas de precios engañan a las personas para que aprueben un proyecto que disminuye sus riquezas, ellas pueden terminar perdiendo todos sus bienes. Von Mises explicó que una economía con niveles significativos de intromisión gubernamental era insostenible; no obstante, ese patrón lo hemos visto repetido alrededor del mundo a través de los años.

Intervención del gobierno en el trabajo

Los gobiernos generan sus fondos para gastar mediante impuestos, préstamos, emisión de dinero o aumento de los créditos. Esto se logra permitiendo que los bancos presten múltiples veces la misma cantidad depositada. La reciente burbuja inmobiliaria de Estados Unidos pudo financiarse principalmente porque se permitió a ciertas corporaciones relacionadas con el gobierno, como Fannie Mae, que prestaran dinero basado en bienes corporativos sujetos a un drástico cambio de valor de mercado (en el caso de Fannie, las hipotecas de las casas).

Hasta el 31 de marzo de 2008, Fannie ya había pedido 804 mil millones de dólares (a corto plazo) para comprar más hipotecas (principalmente a largo plazo), mientras que sus accionistas habían aportado solo 39 mil millones de dólares de equidad (el interés o valor que tiene una persona sobre una propiedad por encima y más allá de cualquier deuda) como capital, en una proporción de 20:1. En su punto más álgido, la tasa puede haber sido de 30:1 o peor. Debido a que estos préstamos tan masivos permiten la rápida creación de nuevos fondos prestables, al mismo tiempo que las señales de mercado erróneas causan un aumento de las malas inversiones, no se necesita un gran descenso en la espiral que lleva al empeoramiento para eliminar completamente toda la equidad corporativa. Y esto es exactamente lo que sucedió.

La Reserva Federal de Estados Unidos ha cambiado el valor de cientos de miles de dólares de la deuda bancaria de baja calidad y ha creado dinero e instrumentos monetarios, como bonos, por ejemplo, para que los bancos los tengan como reserva. La agencia de noticias Bloomberg Newsinformó el 11 de agosto de 2011 que en el 2008 la Reserva Federal creó un total de 1.2 billones de dólares para prestarle a los bancos, además de otros rescates gubernamentales.

Las distintas formas en que el Banco Central Europeo está rescatando a los bancos en Grecia y a otros países miembros son todas maneras de imprimir dinero que llevan a la disolución del valor del euro sostenido por otros. Los expertos temen que este programa de rescate sea demasiado insignificante para los futuros salvamentos que ya se ven venir. Los economistas que siguen los pasos de Menger y Von Mises advierten que las antiguas deudas no pueden ser pagadas por las nuevas deudas, y que cualquier solución propuesta que involucre la emisión de más deuda finalmente fracasará.

Cualquier aumento de préstamos por parte de un banco central trae como resultado la creación de una nueva deuda, que conlleva una obligación de pagar intereses. Cuando un gobierno intenta estimular una economía inflando o prestando para financiar proyectos y esos proyectos fracasan y no producen suficientes beneficios económicos como para cubrir sus costos, son los ciudadanos quienes deben pagar los intereses. Esto se convierte en un problema presupuestario cuando los ingresos son insuficientes para pagar las necesidades habituales como defensa, mantención de caminos y ayuda a los indigentes.

Las causas fundamentales son espirituales

Sin derechos de propiedad, un libre mercado, la información del precio que permite calcular la ganancia, la capacidad de ahorro e inversiones de esos ahorros, y un dinero honesto, es imposibleque una economía crezca. Y las raíces de la presente crisis financiera se encuentran donde estas áreas contradicen la ley de Dios.

Individualmente, las personas no pueden destruir a gran escala los derechos de propiedad ni distorsionar el valor del dinero, pero los gobiernossí pueden. Sin embargo, los gobiernos a menudo reflejan el carácter y los valores —y las demandas—de las personas que ellos representan.

Santiago 1:14 nos advierte que “cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido”. Aquí yacen las raíces de nuestra actual crisis financiera. Nuestro deseo de vivir más allá de nuestros medios individuales y colectivos, o de esperar que otros nos rescaten si estamos haciendo un mal negocio, es lo que ha incrementado la codicia individual y colectiva.

Pensamos que podemos vivir a expensas de otros, incluso si el gobierno tiene que imprimir o pedir prestado dinero para pagar por ello. Pero nadie tiene la autoridad de tomar de otros lo que puede proveer para sí mismo. El pecado de la codicia desemboca en el pecado
de robo.

Lo que importa no es que saneemos y legalicemos esto a través de la democracia. Se nos dice que podemos ser más prósperos cuando repartimos la riqueza de otros. Pero esto no conduce al aumento de la prosperidad, excepto para los pocos beneficiarios del favoritismo del gobierno.

Así, debemos vivir con las consecuencias de nuestro comportamiento y opciones colectivas, consecuencias que podríamos haber evitado si hubiéramos seguido las leyes de Dios individual y colectivamente. Gálatas 6:7 nos dice: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”.

Como naciones e individuos, todos necesitamos arrepentirnos y asegurarnos de que estamos siguiendo las instrucciones de Dios en cuanto a nuestras opciones e interacciones económicas, y humildemente buscar su ayuda para que nos libre del entuerto en que nosotros mismo nos hemos metido.