El ciclo de vida de los imperios: ¿Lecciones para Estados Unidos?

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El ciclo de vida de los imperios

¿Lecciones para Estados Unidos?

El filósofo alemán Hegel (1770-1831) sabía que aunque hombres y mujeres aprendían del pasado, eso no significaba que tomarían mejores decisiones respecto al futuro. En una ocasión comentó amargamente: “Lo que la experiencia y la historia nos enseñan es esto: que tanto los pueblos como los gobiernos no han aprendido absolutamente nada de la historia, ni han actuado en base a los principios derivados de ella”.

 

Durante los años posteriores al colapso de la Unión Soviética en 1991, Estados Unidos aparentemente se alzaba por encima del mundo como un enorme gigante económico, cultural y militar. Pero ahora, por lo que ha sido casi una década desde los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, sus ejércitos se han enfrentado a las fuerzas del fundamentalismo y del terrorismo islámico en Afganistán, Irak y otras partes del mundo.

Como si esto no fuera suficientemente malo, la actual crisis económica mundial ha dejado a este país en muy malas condiciones, con altos índices de desempleo, un descomunal déficit gubernamental y federal, una galopante inflación y un mercado inmobiliario muy deprimido. En el horizonte se ciernen otros desafíos, derivados de la creciente integración política y económica de la Unión Europea, una mayor fortaleza y asertividad de Rusia, y el acelerado crecimiento económico, industrial y militar de China.

¿Seguirá Estados Unidos el mismo camino de los imperios del pasado?           

Es evidente que la actual condición de los Estados Unidos como potencia solitaria está siendo cada vez más cuestionada. ¿Podría perder por completo esta posición? ¿Podría Estados Unidos declinar y colapsar, a pesar de lo mucho que se aferra a su preeminencia mundial?

¿No fue eso lo que le sucedió a otros grandes imperios en el pasado, tales como los de Gran Bretaña, España, Roma, Persia, Babilonia y Egipto? ¿Es el futuro de los Estados Unidos más seguro que lo que fue el de ellos?

Sir John Bagot Glubb (1897-1987), un distinguido general e historiador británico, más conocido como Glubb Pasha, escribió acerca de los imperios colapsados de antaño. En su libro The Fate of Empires and the Search for Survival(El destino de los imperios y la búsqueda de la supervivencia), 1978, él describió un patrón común en la historia de algunos imperios caídos. Estos pasaron por un ciclo de etapas que comenzó con sus inicios, expansión, madurez, declive y colapso.

¿Se aplica este mismo patrón a los Estados Unidos de hoy? ¿Habrá comenzado esta nación las etapas finales de dicho ciclo? Si la respuesta es sí, ¿no deberían sus ciudadanos examinar de manera crítica el estado actual de su cultura, para ver qué podría hacerse a fin de evitar la misma suerte fatídica?

Mediante un conocimiento más amplio de la historia, podemos proyectar mucho mejor nuestro posible futuro nacional. Como el gran primer ministro y destacado historiador británico Winston Churchill observó, “Mientras más lejos pueda mirar uno en el pasado, más lejos podrá mirar hacia el futuro”.

Siete pasos en el ciclo de vida de las grandes potencias

Glubb Pasha se dio cuenta de que muchos de estos imperios habían pasado por cambios culturales similares, a la vez que habían experimentado un ciclo de vida consistente en una serie de etapas que a veces se habían superpuesto. Él dijo que, por lo general, los imperios tenían siete etapas sucesivas de desarrollo, que identificó de la siguiente manera:

1. Etapa de la explosión (o de pioneros).

2. Etapa de las conquistas.

3. Etapa del comercio.

4. Etapa de la riqueza.

5. Etapa intelectual.

6. Etapa de la decadencia.

7. Etapa de declive y colapso.

Cada etapa ayuda a avanzar a la siguiente en la medida que los valores de la gente cambian. Ciertos acontecimientos militares, políticos, económicos y religiosos influyen en quienes componen un imperio para que su actuar y sus creencias comiencen a cambiar con el pasar del tiempo.

Echemos una mirada más detallada a estas etapas.

El surgimiento de los imperios

En las primeras dos etapas o periodos, el espíritu aventurero y los valores masculinos de sus guerreros dan como resultado el fortalecimiento del poder imperial a medida que conquistan tierras pertenecientes a otros pueblos. 

Más tarde, durante las etapas siguientes de comercio y riqueza, los empresarios y comerciantes, que normalmente valoran el éxito material y se rehúsan a tomar riesgos innecesarios, se hacen cargo de los niveles más altos de la sociedad. Sus sociedades miran en menos la importancia de
los soldados.

De acuerdo a Glubb, ellos por lo general hacen esto “no por motivos de conciencia, sino que por un debilitamiento del sentido del deber de los ciudadanos, lo que se manifiesta en el deseo de riquezas y comodidades”.

Durante estas etapas medias, los imperios dejan de conquistar más tierras y en vez comienzan a construir murallas. Pasan de una estrategia ofensiva a una defensiva. Algunos ejemplos históricos de esto incluyen el muro construido cerca de la frontera de Escocia por el emperador romano Adriano, la Gran Muralla china levantada para evitar la entrada de ciertos grupos nómades, e incluso la Línea de Maginot en Francia, construida a lo largo de la frontera alemana en el siglo 20.

La conquista y la inversión comercial posterior auspiciada por el imperio desarrollan la riqueza que conduce a la etapa intelectual. Incluso el brutal Imperio mongol alentó el comercio de las caravanas a lo largo de la Ruta de la Seda entre Europa y Asia, sometiendo para ello a la mayor parte de Asia bajo su dominación. Durante esta quinta etapa, los líderes del imperio gastaron una gran fortuna para establecer instituciones educativas muy parecidas a las modernas universidades y escuelas secundarias.

Se siembran las semillas de la decadencia

Durante la etapa intelectual, las escuelas pueden producir escépticos intelectuales que se oponen a los valores y creencias religiosas de los primeros líderes del imperio. Por ejemplo, Avicena y Averroes, filósofos musulmanes de la Edad Media, no eran muy conservadores en cuanto a sus creencias, ya que habían aceptado gran parte de la antigua filosofía griega.

Además, los eruditos pueden encargarse de administrar las escuelas que enseñan a la clase dominante y/o algunos de los temas para la gente común, que están principalmente orientados hacia el éxito financiero o que son simplemente poco prácticos. Por ejemplo, en los comienzos de la República Romana los estudiantes recibían una educación básica que enfatizaba el desarrollo del carácter y la virtud. Pero hacia fines del Imperio romano, los maestros enseñaban retórica (el arte de la oratoria) cuando el arte de persuadir emocionalmente a las masas ya no tenía un valor político ni práctico.

Los efectos corrosivos del éxito material alientan a la clase social alta y a la gente común y corriente para que rechacen los valores de autoconfianza y autodisciplina que ayudaron a crear el imperio. Esto lleva al eventual colapso de este. Tal vez un poder externo, como el de los llamados “bárbaros”, en el caso de Roma, se encargue de eliminarlo. O quizás si una fuerza energética interna, como la de los reformadores pro-capitalistas en la Unión Soviética, se encargue de terminar el trabajo.

El crecimiento de la riqueza y el confort puede socavar claramente los valores del carácter, como el sacrificio y la disciplina, que han llevado a la creación de un imperio determinado. Después de ello, el imperio, ya muy afectado por la decadencia moral, se debilita y se vuelve más vulnerable a la destrucción bajo las fuerzas que surgen dentro o fuera de él.

No es de sorprenderse que en la Biblia Dios advirtiera específicamente a los antiguos israelitas para que no dejaran de adorarlo una vez que entraran a la Tierra Prometida (Deuteronomio 8:11-20; 31:20). Él entendía la tendencia humana.

Una sociedad se conoce por sus héroes

¿Se encontrará Estados Unidos en las últimas etapas de su ciclo de vida imperial? Es verdad que solo se independizó de Gran Bretaña hace poco más de dos siglos y que es todavía una nación joven en comparación con otras de Europa y Asia. Pero, ¿tiene Estados Unidos moderno los mismos valores o logros culturales que tuvieron imperios antiguos como Roma, antes de su desplome?

Por ejemplo, ¿quiénes son los héroes de la nación? ¿Qué nos dice sobre los habitantes de un país el tipo de héroes que ellos mismos eligen? Hoy en día, la gente más admirada (y de la que más se habla) en Estados Unidos son celebridades como estrellas del deporte, cantantes, actores y músicos.

Como explica Glubb, los héroes de quienes componen un imperio cambian a través del tiempo, igual que lo hacen sus valores. Al comienzo de un imperio son admirados los soldados, constructores, pioneros y exploradores. Después, durante las etapas de comercio y afluencia económica, los depositarios de esa admiración pasan a ser los empresarios y comerciantes exitosos.

Por ejemplo, los estadounidenses de mediados del siglo 19 querían que sus hijos aprendieran los valores de la prudencia, el ahorro y la previsión, como se puede leer en las historias del escritor Horacio Alger, cuyos héroes vivían ejemplarmente y luchaban por sobrevivir en medio de la pobreza y la adversidad. Durante esta etapa intelectual también son muy admirados los estudiosos.

Durante las últimas etapas, las de decadencia y ocaso, los habitantes de un imperio enfocan su admiración preferentemente en los atletas, músicos y actores, y los imitan sin importar cuán corruptas puedan ser a veces las vidas privadas de estos famosos.

De acuerdo a Glubb Pasha, durante la decadencia del Imperio musulmán Abbasid en el siglo 10 fue notorio que sus escritores se quejaran en Bagdad de que los cantantes de canciones de amor ¡estaban ejerciendo una mala influencia sobre los jóvenes! Parece ser que el viejo adagio es cierto: mientras más cambian las cosas, más vuelven a ser lo que eran antes.

Debido a que las personas se desarrollan aferradas emocionalmente a la música que aman, sienten una gran admiración por sus cantantes y desean imitarlos. El frecuente contenido inmoral de las letras líricas, como el lenguaje grosero, referencias sexuales explícitas, la glorificación de la inmortalidad y hasta alusiones satánicas, influyen a sus admiradores. Más aún, los estilos de vida inmorales de muchos músicos, que a menudo incluyen el abuso de drogas y sexo promiscuo, también tienen un impacto en la sociedad.

Señales inequívocas de deterioro

¿Cuáles son los rasgos comunes a las culturas imperiales en su etapa de declive? Glubb describe algunos de ellos:

1. La inmoralidad sexual desenfrenada, la aversión al matrimonio en favor de “vivir juntos” y una creciente tasa de divorcios, se combinan para socavar la estabilidad familiar. Esto sucedió entre la clase alta de la sociedad romana en la última parte de la República Romana y al inicio del Imperio. Séneca, el escritor del primer siglo, se quejó en una ocasión de las mujeres aristócratas de Roma: “Se divorcian para poder volver a casarse. Se casan para poder divorciarse”.

La tasa de natalidad disminuye, y tanto el aborto como el infanticidio aumentan debido a que se limita deliberadamente el tamaño de la familia. El historiador W.H. McNeill se ha referido al “suicidio biológico de las clases altas romanas” como una de las razones de la caída de Roma. La homosexualidad se convierte en algo aceptable públicamente y se propaga, como fue el caso entre los antiguos griegos antes de que Roma los conquistara.

2. Muchos inmigrantes extranjeros se establecen en la capital del imperio y en otras ciudades. La mezcla de grupos étnicos en estrecha proximidad produce inevitables conflictos.

Y debido a la importancia de los lugares en que se establecen dentro del imperio, la influencia de estos inmigrantes supera enormemente su importancia numérica. En esos casos, la diversidad se convierte claramente en división.

Un ejemplo actual de esto es el creciente conflicto en países europeos como Francia y los Países Bajos, donde un gran número de inmigrantes está provocando violentos choques culturales. La canciller alemana Ángela Merkel hizo noticia recientemente al declarar que los intentos por crear una sociedad multicultural habían “fracasado rotundamente” y que los inmigrantes debían poner más de su parte para integrarse a la sociedad.

3. Tanto la búsqueda irresponsable del placer como el pesimismo aumentan entre el pueblo y sus líderes. Esta es la actitud descrita en 1 Corintios 15:32 que se apodera de la sociedad: “Comamos y bebamos, porque mañana moriremos”.

A medida que las personas dejan de buscar soluciones para los problemas de la vida y la sociedad, abandonan el sistema. A cambio, se vuelcan al entretenimiento fácil, a los lujos y actividad sexual, y a las drogas o el alcohol.

Las fiestas increíblemente corruptas y lujosas de la élite del Imperio romano son un buen ejemplo de esto. El emperador Nerón, por ejemplo, gastaba el equivalente a medio millón de dólares actuales solo en flores para algunos de sus banquetes.

4. El gobierno proporciona extensa ayuda social para los pobres. En el caso de la ciudad de Roma, que probablemente llegó a tener 1.2 millones de habitantes alrededor del año 170 d.C., el gobierno proveía “pan y circo” (alimentos y entretención) a las masas para mantenerlas contentas. Cerca de la mitad de su población no esclava dependía del estado al menos parte del año.

Es cierto que ayudar a los pobres es una muestra de compasión cristiana (Marcos 14:7). Pero esa ayuda también puede llegar a ser la causa de dependencia y pereza (2 Tesalonicenses 3:10-12). Dichos problemas son especialmente posibles cuando los pobres creen que la caridad que se les entrega es un derecho o privilegio permanente.

¿Se halla Estados Unidos en una espiral descendente? 

Considerando esta lista de indicadores del deterioro cultural y moral de un imperio, ¿sería razonable negar que Estados Unidos ha comenzado ya sus etapas de decadencia?

Es cierto que la ola de decadencia social y cultural desatada en los Estados Unidos en la década de 1960 ha disminuido algo en los últimos años. Las tasas de aborto, divorcio, nacimientos ilegítimos, abuso de drogas, la dependencia del sistema de beneficencia y los crímenes violentos han disminuido, o han aumentado a un ritmo mucho más lento.

Más aún, ciertos indicadores de decadencia muestran resultados positivos, no solo negativos. Por ejemplo, cierto grado de inmigración es algo bueno. Los inmigrantes capacitados y educados normalmente benefician económicamente a la nación (aunque al mismo tiempo provocan un “escape de cerebros” en el Tercer Mundo). Y es un hecho que, históricamente, Estados Unidos ha permitido el acceso a un gran número de inmigrantes.

Sin embargo, la actual ola de inmigrantes, legales o ilegales, iguala en su impacto a la ola de inmigrantes que llegaron a las costas estadounidenses alrededor de 1900. Pero los inmigrantes modernos son mucho más propensos a ser una fuerza divisiva. ¿Por qué? Porque a diferencia de hace cien años, la gran mayoría de la élite intelectual estadounidense ha adoptado el multiculturalismo (el apoyo al respeto de la antigua cultura de cada inmigrante) y ha rechazado la asimilación (la adopción de la nueva cultura que los ha acogido) como su ideal.

Hoy en día, el multiculturalismo es la ideología que encubre una fragmentación política y cultural de la sociedad. La falta de unidad cultural inevitablemente provoca conflictos en una sociedad libre como lo es Estados Unidos.

¿Estamos prestando atención?

¿Cómo debemos reaccionar ante la visión histórica de Sir John Glubb Pasha respecto a Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países de habla inglesa, expresada en su libro?

Tal y como él señala en su análisis de ciertos imperios antiguos, los procesos históricos con frecuencia se repiten. No debemos creer que Estados Unidos evitará automáticamente la suerte de otros grandes imperios que decayeron y se desplomaron en el pasado.

Dios es siempre muy misericordioso, pero al observar nuestros pecados nacionales, su paciencia se está agotando. Él ha dado a sus servidores una misión, para que adviertan a las naciones sobre lo que se avecina (Ezequiel 33:1-9), y ese es el propósito de esta revista. ¡Queremos ayudarle a ver cómo las profecías entregadas hace mucho tiempo ahora están cumpliéndose frente a nuestros propios ojos!

Si las naciones modernas se arrepienten, como hicieron los habitantes de Nínive, la capital de la antigua Asiria, después que el profeta Jonás les entregara la advertencia de Dios contra ellos (como se describe en el libro de Jonás), podrían evitar los terribles castigos profetizados para ellas. Pero incluso si solo unos cuantos de quienes leemos este artículo nos arrepentimos antes de que llegue ese tiempo de tribulación, Dios se encargará de protegernos.

Muchos de los seguidores fieles de Dios serán protegidos de la tribulación (Apocalipsis 3:10). Pero más importante aún, Jesús promete vida eterna a todos los que creen verdaderamente, que rechazan el pecado y perseveren fiel y obedientemente: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:13).

 

Ahora que ya sabemos que la escritura está en la pared, ¿qué vamos a hacer?