Cómo propiciar un ambiente de crecimiento

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Cómo propiciar un ambiente de crecimiento

Hemos concluido la Conferencia General de Ancianos 2014. El tema de este año fue “Cómo propiciar un ambiente de crecimiento”, mediante el cual exploramos gran cantidad de principios acerca de nuestro crecimiento personal como resultado de estar en la Iglesia.

Dios nos ha llamado a ser parte de su Iglesia, la cual es su Cuerpo. Pasamos a ser parte de ese Cuerpo una vez que Cristo implanta su Espíritu en nosotros. “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Corintios 12:13). Así como un bebé crece dentro del cuerpo de su madre, nosotros crecemos y nos desarrollamos hasta convertirnos en hijos maduros de Dios por estar en el Cuerpo de Cristo. Sabemos de los riesgos que corren un bebé en gestación y su madre si ésta fuma, bebe, consume drogas ilícitas o ingiere una dieta deficiente en nutrientes durante su embarazo. Una madre saludable dará a luz un niño saludable.

El ambiente de la Iglesia también debe ser saludable para hacer posible que Jesucristo pueda nutrir y cuidar a los hijos de Dios dentro de su Cuerpo. Esta es una analogía muy interesante, ¿verdad?

Jesús sabía que debía “edificar su iglesia”, de modo que quienes fueran llamados por Dios tuvieran un lugar seguro y sano donde crecer; ellos serían nutridos en el ambiente saludable del Cuerpo de Cristo, la Iglesia. ¿Cómo debía ser esa Iglesia?

Hechos 2:41-47 describe una comunidad que compartía su fe de la manera más extraordinaria. Más adelante en este mismo libro se nos dice que oraban y cantaban juntos y se regocijaban mucho en su nueva fe. Permanecieron firmes ante aquéllos que trataron de destruirlos. Tenían una misma mente y se esforzaban por practicar la fe que Cristo les había enseñado. Se amaban unos a otros con amor entrañable, estimando a los demás como superiores a sí mismos. Sus líderes predicaron valientemente el evangelio, aun ante las amenazas de las autoridades, y se sacrificaron al igual que su Maestro, menospreciando el sufrimiento. ¡Era una Iglesia admirable!

Pablo y Pedro, dos grandes apóstoles de Cristo, nunca dejaron de predicarles sobre la paz de Dios ni de exhortarlos a amarse mutuamente. Les hablaron de edificarse unos a otros y de velar por los que necesitaran ayuda. Veamos la larga lista de cualidades que conforman un ambiente que estimula el crecimiento, en Romanos 12:9-19:

“El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración. Compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros; no altivos; sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres . . .
estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios ”.

¡Qué ambiente más seguro y maravilloso para vivir! Jesús tenía en mente una Iglesia que verdaderamente desarrollara  la mente de Cristo en sus miembros. Reflexionemos sobre el llamamiento del que se nos ha hecho partícipes y recordemos que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo.