Cómo inspirar a nuestros hijos para que caminen con Dios

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Cómo inspirar a nuestros hijos para que caminen con Dios

Durante varios años, la Iglesia de Dios Unida ha utilizado las amonestaciones que se encuentran en Deuteronomio 6 como fundamento para enseñar cómo se debe educar a los niños y jóvenes. En Deuteronomio 6:5 leemos: “Y amarás al  Eterno tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”. De esta manera se establecieron las bases de la ley de Dios y de cómo quería él que ésta se traspasara de generación en generación mientras los hijos de Israel se preparaban para entrar en la Tierra Prometida. 

Como Dios entendía cuán importante era asegurarse de que las futuras generaciones continuaran conociendo y comprendiendo las promesas que él hizo, describió las estrategias que serían necesarias para promover un eficaz traspaso de su ley y estatutos de generación en generación. Este pasaje en Deuteronomio afirma que debemos amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas. Existe una muy buena razón para que este mandato suyo se convirtiera en el cimientomismo de la educación que Dios quería que se entregara de una generación a otra. Amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y fuerzas exige pasión, y la pasión es un ingrediente muy importante de la buena enseñanza.

En su libro The Passionate Teacher: A Practical Guide (Guía práctica para el maestro apasionado), el educador y autor estadounidense Robert L. Fried escribe que “la enseñanza apasionada” es el elemento que podría ayudar al sistema educativo a superar muchos de los problemas que enfrenta actualmente. Él describe al maestro apasionado como alguien que “está enamorado” de un campo de conocimiento, alguien que “se conmueve profundamente” frente a los problemas e ideas que perturban a nuestro mundo. Esa persona (el maestro apasionado) se siente atraída por los dilemas y el potencial de los jóvenes que asisten a clases todos los días (Fried, 2001). En la Iglesia de Dios Unida creemos que cuando Dios diseñó su plan educativo para los hijos de Israel, el cual quedó registrado en Deuteronomio 6, se estaba refiriendo precisamente a la enseñanza apasionada y a los maestros apasionados.

La clase de amor que se menciona en el versículo 5 requiere de pasión, pero un tipo de pasión que lo impulse a uno a hablar de ella y a compartir sus bondades prácticamente con todo el que esté dispuesto a escucharlo, y esto incluye primeramente a nuestra familia. Idealmente, uno debería desear compartir su amor –su pasión frente a su relación con Dios– en la mañana, en la tarde y en la noche, o cuando quiera que se presente la oportunidad. Uno debería desear que su familia sepa algunas de las cosas por las cuales oró en la mañana; tal vez quiera contarles a sus seres queridos por quiénes oró, y por qué; o quizás quiera mencionarles qué cosas le pidió a Dios que le ayudara a solucionar en ese día. Uno debería ansiar compartir con su familia su “caminata” con Dios. Permita que sus hijos vean cómo Dios ha trabajado en su vida; es muy emocionante compartir con otros la evidencia del impacto directo que Dios ha tenido en nuestro diario vivir. Esfuércese para que sus hijos vean que Dios es real, que escucha nuestras oraciones y que su ley sí funciona. ¡Semejante tipo de pasión es muy contagiosa!

Pero aunque nuestra “caminata” no sea perfecta, sí debe ser real y auténtica. Nuestros hijos responden bien a las conversaciones sinceras y genuinas, pero negativamente frente a todo lo que parezca ser falso o insincero. El Dr. Richard Leblanc, un galardonado profesor, abogado e investigador canadiense, afirma que la buena enseñanza depende tanto de la pasión como de muchos otros elementos. Él dice que la buena enseñanza no consiste únicamente en motivar a los niños y jóvenes a aprender, sino en enseñarles cómo aprender, y a hacerlo de manera sobresaliente, significativa y fácil de recordar (Leblanc, 1998). Si nuestros hijos perciben que nuestra caminata con Dios es fastidiosa, agobiante y aburrida, lo más seguro es que no sentirán entusiasmo por seguir nuestro ejemplo. Pero si ven que el camino de Dios es emocionante, estimulante, motivador, gratificante, e incluso frustrante en ocasiones, aprenderán a apoyarse y confiar en Dios tal como usted lo ha hecho. Ellos verán que el sendero que conduce a Dios sí funciona, pero esto será mucho más efectivo si mostramos pasión y amamos al Señor con todo nuestro corazón, alma y fuerzas.

Haga memoria de su propia experiencia escolar y anote a sus tres mejores profesores durante aquellos años. Haga una lista de los atributos que tenían esos maestros y que los hicieron merecedores de encabezar su lista. Me atrevería a decir que la pasión jugó un papel muy importante en su selección; probablemente ellos sentían gran pasión por la asignatura que enseñaban y por sus alumnos, y eran capaces de contagiar su entusiasmo a todo el que se les acercara. Tal vez usted recuerde otros atributos, como su preocupación, su firmeza acompañada de ecuanimidad, sentido de humor y calidez. Todas estas virtudes son muy reconocidas y fomentadas por los investigadores educacionales, ya que promueven la enseñanza dinámica.

Como padres, algunas veces nos sentimos intimidados o incompetentes a la hora de enseñar a nuestros hijos. Podemos pensar que no somos educadores profesionales y que no sabemos cómo conectarnos con la gente joven, pero puedo asegurarles que no había educadores “profesionales” cuando se escribió Deuteronomio. Dios simplemente sabía cuáles eran las mejores estrategias de enseñanza y qué cosas serían más eficaces para traspasar su ley de generación en generación. ¡Ame al Señor con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, y luego hable con sus hijos acerca de su relación con Dios! ¡Esto verdaderamente funciona!  EC