¿Qué se necesita para ser un verdadero líder?

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¿Qué se necesita para ser un verdadero líder?

El Dr. James Mc Gregor Burns, historiador, biógrafo presidencial y ganador del premio Pulitzer y que recibiera su doctorado en ciencias políticas en la Universidad de Harvard, escribió en 2002 un libro enormemente influyente titulado Leadership (Liderazgo). Esta obra es muy acuciosa, aguda e instructiva en muchos aspectos. Su autor precede su prólogo con unas cuantas citas famosas, incluyendo una de Franklin Roosevelt, presidente de E.E.U.U. desde 1933 a 1945:

“La presidencia es . . . primordialmente, una posición de liderazgo moral. Todos nuestros grandes presidentes fueron líderes visionarios justo cuando ciertas ideas históricas en la vida de la nación requerían ser aclaradas . . . Eso es en esencia el cargo presidencial: una tremenda oportunidad para volver a aplicar, bajo nuevas condiciones, las reglas básicas de conducta humana a las que siempre volvemos. Sin un liderazgo vigilante y sensible al cambio, todos nos empantanamos o perdemos el rumbo”.

¡Qué contraste con el desprestigio recíproco que por lo general debemos presenciar durante las campañas electorales! Se intenta desacreditar a los candidatos de otros partidos de muchas maneras. Los partidarios de un cierto candidato pueden investigar y explotar (y hasta inventar) historias muy difamatorias sobre los candidatos de la oposición. Y aun cuando estos ataques nada sutiles no surjan necesariamente de los candidatos mismos, éstos pueden otorgarles su aprobación.

Algunos de los simpatizantes que implementan este tipo de tácticas componen el grupo de expertos que diseña la estrategia a seguir por el candidato aspirante al cargo más importante del mundo. Otros adeptos proporcionan el financiamiento esencial para catapultar a su candidato a la victoria, lo que hace posible que éste contrate a especialistas con extraordinarios poderes de persuasión. ¿Será esto el verdadero liderazgo?

Lo que está en juego en cualquier elección presidencial en Estados Unidos es sumamente importante, ya que el candidato ganador ocupará el cargo más poderoso del mundo, y tendrá la capacidad de afectar ostensiblemente las vidas de cientos de millones de estadounidenses y también las de los habitantes de otras naciones del mundo y sus estándares de vida. ¿Será tal poder e influencia la clave del verdadero liderazgo?

Más específicamente, ¿será posible que la simple búsqueda y obtención de un puesto de liderazgo —junto con la autoridad, responsabilidades y toma de decisiones que lo acompañan— conviertan a alguien en un auténtico líder? ¿O será que se necesita mucho más que eso? ¿Qué constituye en realidad el verdadero liderazgo?

El extraordinario liderazgo de George Washington

El Dr. Burns se refiere al llamado liderazgo transformacional (mediante el cual el líder aumenta la motivación, la moral y el rendimiento de su grupo de seguidores), y la contraportada de su libro resume su conclusión diciendo que “los mejores líderes son aquellos que inspiran a los demás para que se unan en la búsqueda de metas superiores”. Unos cuantos presidentes estadounidenses se han aproximado mucho a esta definición de lo que es un buen líder.

George Washington fue quizás el líder más efectivo de todos los presidentes estadounidenses. Joseph Ellis, otro ganador del premio Pulitzer, considera que de entre todos los padres de la patria de esta nación norteamericana, George Washington fue “el más patriótico de todos” (His Excellency: George Washington [Su Excelencia, George Washington], 2004, p. xiv).

Ellis elogia a Washington de una manera poco usual. Describe las áreas de la condición humana que relegaban a Washington a un papel secundario con respecto a otros brillantes contemporáneos de su tiempo (muy abundantes en aquel entonces), para concluir diciendo que todos sus coetáneos estaban de acuerdo en que Washington era superior a ellos como líder.

Las investigaciones de Ellis revelan que Benjamín Franklin era más sabio, Alexander Hamilton más brillante, John Adams más culto, Thomas Jefferson más sofisticado intelectualmente, y James Madison más astuto políticamente, que Washington. Sin embargo, todos estos personajes sobresalientes reconocieron que George Washington era indiscutiblemente su superior.

Según el relato de Ellis, un evento muy determinante, que reveló las óptimas cualidades del liderazgo de Washington, fue su temerario rol en la reagrupación de las tropas durante la Guerra de los Siete Años en 1775. (En esta guerra, británicos y franceses luchaban por apoderarse de los territorios de lo que es actualmente Estados Unidos, ambos bandos ayudados por nativos indígenas).

La historia cuenta que las fuerzas británicas se enfrentaron accidentalmente a un gran destacamento de franceses e indios, que se desplegaron hasta formar un semicírculo y dispararon en contra de los británicos, entre los que se hallaba Washington. Sus tropas de Virginia fueron entrampadas en un implacable fuego cruzado y estuvieron a punto de ser derrotadas. El comandante en jefe de las 13 colonias británicas, General Edward Braddock, temerario y obstinado, intentó reagrupar a sus hombres, pero fue herido en el pecho y en el hombro.

Washington se adelantó para alentar a sus tropas, cabalgando de un lado a otro entre los sobrevivientes; dos de los caballos fueron abatidos a balazos justo detrás de él, y su chaqueta fue perforada por cuatro mosquetes, pero escapó sin un solo rasguño y salvó muchas vidas arriesgando la propia. Este incidente demostró su increíble valentía frente a una causa perdida, y le ganó el apodo de “hombre del destino” mucho antes de llevar a cabo sus grandiosas hazañas posteriores.

No todos los líderes muestran un verdadero liderazgo

Las asombrosas dotes de mando de Washington, comparadas con las recientes payasadas políticas en la ciudad que lleva su nombre, destacan el hecho de que los términosl?er yliderazgo no son siempre sinónimos.

Desde luego, la dilatada historia de la humanidad ha dejado en claro que no todos los líderes practican un liderazgo exento de egoísmo. Uno no necesita ser graduado de Harvard para nombrar a algunos de los líderes más tiránicos y viles del siglo pasado, incluyendo a Adolfo Hitler, José Stalin, Mao Tse-tung y, más recientemente, Saddam Hussein. Incontables millones de inocentes perdieron su vida bajo la manipulación, el control y las satánicas masacres perpetradas por estos tiranos en contra de la humanidad.

Todos estos hombres representan casos extremos de un problema descrito por Jesucristo: “En este mundo, los reyes y los grandes hombres tratan a su pueblo con prepotencia; sin embargo, son llamados ‘amigos del pueblo’” (Lucas 22:25, Nueva Traducción Viviente).

Efectivamente, estos personajes fueron mucho más lejos en su autoexaltación, adoptando viciosamente la actitud desquiciada y corrupta del emperador romano Vespasiano, quien, tal vez motivado por su tendencia al melodrama, exclamó en su lecho de muerte (en 79 d.C.) que sentía que se estaba convirtiendo en un dios.

Todos ellos siguieron el ejemplo del ser invisible que llegó a ser su líder espiritual: aquel que la Biblia llama “el príncipe de este mundo” y “el dios de este siglo” (Juan 12:31; 14:30; 16:11; 2 Corintios 4:4). Estos tiranos, y especialmente el tirano que los dirige, Satanás el demonio, demuestran claramente que no todos los líderes ejercen un buen liderazgo.

Poder político versus perspectiva divina

Algunos todavía citan a Maquiavelo —el filósofo italiano renacentista cuyo libro El pr?cipe es famoso por su concepto de que en el arte de gobernar el fin justifica los medios— como la autoridad suprema en cuanto al ejercicio del poder, incluyendo la persuasión e influencia política.

No obstante, el Dr. Burns indica que en tal modelo existen limitaciones: “Debido a que el poder puede adoptar tantas formas múltiples, universales y sutiles, se refleja en una cantidad infinita de combinaciones y particularidades en contextos específicos. Aun así, los observadores en dichos contextos pueden percibir su ‘mezcla de poder’ específica como el modelo básico y universal, y basarán sus elaboradas descripciones y teorías de poder en un solo modelo: el propio.

“Hasta la celebrada descripción de los usos y abusos del poder hecha por Maquiavelo, aunque importante para otras culturas y épocas, se limita esencialmente a una sola cultura y es irrelevante para un sinnúmero de situaciones y sistemas de autoridad. Por lo tanto, ciertos conceptos populares acerca del poder —cómo adquirirlo e influenciar a la gente— por lo general son útiles solo en situaciones específicas y pueden confundir al estudioso del poder político que se enfrenta a situaciones diferentes” (p. 16).

Sin embargo, entre las notables citas que preceden su prólogo, Burns comparte una interesante observación de Maquiavelo que sigue siendo relevante para la política actual:

“A un príncipe [el buscador de poder político] nunca le faltarán excusas legítimas para explicar su falta de lealtad. La historia moderna ofrece innumerables ejemplos de este tipo de conducta, mostrando cómo el hombre que tiene más éxito es aquel que disimula sus verdaderas intenciones. Pero es necesario que para ello lo esconda cuidadosamente; usted debe ser un gran mentiroso e hipócrita. Los hombres son tan ingenuos y están tan abrumados por sus necesidades inmediatas, que un hombre engañoso siempre encontrará multitudes listas para ser engañadas”.

Este consejo es tan aplicable a nuestros tiempos como lo fue en el de Maquiavelo para los buscadores inmorales de poder que se aprovechan de su cargo. Los televidentes, que son bombardeados día tras día con la propaganda de los medios de comunicación, especialmente en años de elecciones, son bastante susceptibles de ser embaucados.

Por supuesto, el Dios Todopoderoso, quien tiene la supremacía del poder en todo el universo, rechaza de plano el mal uso de la autoridad y la influencia, especialmente cuando van acompañadas de mentiras e hipocresía. Dios el Padre ejerce un liderazgo justo, al igual que su Hijo, Jesucristo.

La Biblia dice que Dios creó al hombre a su propia imagen (Génesis 1:26-27) y que nosotros debemos imitar su enfoque de justicia. No obstante, la historia revela que el hombre ha seguido el ejemplo de Satanás, y muchos líderes ególatras se han tomado demasiado en serio y hacen lo imposible para obtener fama y honor personales.

Hasta cierto punto, esto se aplica incluso a muchas personas que por lo general son decentes y desean ayudar a otros. Parte de la razón por la que muchos líderes fracasan en su rol es que tienen una visión miope y distorsionada de sí mismos, que empeora paulatinamente a medida que adquieren más poder.

Como lo expresa una cita famosa, “El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente” (Lord Acton, 1887). Las Escrituras nos advierten: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12; 16:25). El problema radica en el corazón humano: “Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?” (Jeremías 17:9, Nueva Versión Internacional).

Dios claramente sabe que el hombre es capaz de ejercer gran poder sobre sus gobernados, con efectos positivos o negativos que dependen en gran parte de su verdadera motivación: “Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; mas cuando domina el impío, el pueblo gime” (Proverbios 29:2).

Dios nos advierte contra los líderes egoístas y nos instruye sobre el liderazgo genuino y altruista. Cada persona debe analizar sus verdaderos motivos.

Siete errores comunes del liderazgo egoísta

A continuación veremos algunas tácticas equivocadas muy típicas de líderes centrados en sí mismos. Algunas de ellas pueden ir de la mano de otras, y no representan por completo los métodos erróneos de los líderes ególatras.

• Lisonjear

. Un lisonjero es alguien que conversa con la gente para persuadirla o para ganar favores, negocios o conexiones. Él no aplica en toda su intención el aforismo de Shakespeare en su obra Hamlet: “Y, sobre todo, esto: sé sincero contigo mismo y de ello se seguirá, como la noche al día, que no puedes ser falso con nadie” (Acto 1, escena 3).

  Manipular.

. Hace años leí en un boletín judicial un artículo que se refería a la política como sinónimo de violencia. La idea no era que la política genera violencia, sino que es violenta. El político tramposo se aprovecha de otros para promoverse a sí mismo. La política soez causa daño a todos. La historia humana podría ser descrita desde la perspectiva de la violencia mediante la política humana.

• Tener favoritos.

Un verdadero líder  puede disfrutar la compañía de ciertas personas más que la de otras, pero aun así, se esfuerza por tratar a todos con justicia y equidad. En lo personal, Jesús se inclinaba naturalmente hacia el apóstol Juan (Juan 13:23), pero trataba a todos los demás con amor fraternal (Mateo 22:39).

• Basarse en las apariencias.

Cuando Jesús regrese a la Tierra, tomará decisiones respecto a los problemas basándose en las leyes de Dios y trayendo justicia e imparcialidad: “Él se deleitará en el temor del SEÑOR; no juzgará según las apariencias, ni decidirá por lo que oiga decir, sino que juzgará con justicia a los desvalidos, y dará un fallo justo en favor de los pobres de la tierra. Destruirá la tierra con la vara de su boca; matará al malvado con el aliento de sus labios” (Isaías 11:3-4, NVI). En el mundo actual los juicios dependen de las apariencias externas, de los argumentos astutos y de quien tiene el poder (compare con Santiago 2:1-7).

• Engañar.

Los seres humanos son susceptibles al engaño, a que se les esconda la verdad, a los rodeos y a que se les cambien los hechos. El apóstol Pedro dijo que Jesús no pecó ni se halló engaño en su boca (1 Pedro 2:22).

• Ser hipócrita.

La hipocresía es simular ser lo que uno no es, ocreer ser lo que uno no es. El hipócrita lleva a otros por el mal camino para sacar ventaja de ellos o para escalar posiciones.

  Esconder los verdaderos sentimientos.

Muchos años atrás entré a un ascensor junto con un instructor de la universidad cristiana a la que asistían mis hijos. Él me dijo que ellos eran muy transparentes —que eran lo que aparentaban ser. Jesús le dio grandes cumplidos a uno de sus discípulos, Natanael, por su transparencia durante su primer encuentro, diciendo: “Aquí tienen a un verdadero israelita, en quienno hay falsedad” (Juan 1:47, énfasis agregado).

Siete características de un verdadero líder

¿Cómo podemos, entonces, identificar a un verdadero líder? Las siguientes características (entre muchas otras) han sido extraídas de enseñanzas y ejemplos bíblicos.

• Los verdaderos líderes comienzan humildemente.

La verdadera humildad es la única clave de acceso al conocimiento divino, al entendimiento espiritual y a la sabiduría divina. Sin humildad uno no puede ser enseñado. Si uno no es enseñable, no puede aprender ni crecer. La sabiduría, las riquezas y el honor divinos empiezan con la humildad hacia nuestro Creador, Sustentador y Salvador (Proverbios 15:33; 22:4). Solamente una persona humilde puede aprender las palabras de Dios de vida eterna para poder compartirlas después con otros.

• Los verdaderos líderes aman a la gente.

Dios ha colocado a los seres humanos en la Tierra para que aprendan a amarlo incondicionalmente a él y también a sus congéneres. Si podemos aprender la gran lección de amar a nuestro prójimo, resumida en los últimos seis de los Diez Mandamientos, solo entonces seremos verdaderos líderes de Dios y para Dios.

• Los verdaderos líderes son inclusivos

. Este fue el propósito de Dios al crear a todos los seres humanos a su imagen y en su intento de salvar a todos los que finalmente no lo rechacen. Si el líder inclusivo ve a alguien tímido o pasivo, se esfuerza por atraerlo al grupo y lo anima para que comparta con otras personas.

• Los verdaderos líderes sirven a los demás

. Dios desea que todos los verdaderos líderes sirvan a su prójimo, y no que busquen que éste los sirva. Jesús dijo que él vino para servir y no para ser servido —y debemos seguir su ejemplo (Lucas 22:26-27; 1 Pedro 2:21-23). Cualquiera que entienda el propósito de Dios para la humanidad sabe que servir a los demás es el camino seguro al éxito espiritual duradero. Eventualmente, Dios elevará a su nivel existencial a aquellos seres humanos que sirvan a otros de manera leal e incondicional.

• Los verdaderos líderes no sienten envidia de otros.

La envidia puede consumir a una persona que aspira a un cargo de liderazgo por las razones equivocadas. Con frecuencia, la gente vive toda su vida sin darse cuenta de que envidia el éxito de otros, aunque tal vez para quienes los rodean sí sea evidente. La envidia se define como el resentimiento hacia otra persona que supuestamente disfruta de ventajas que uno quisiera también disfrutar. La envidia no proviene de Dios sino que del dios de este mundo, que es devorado por los celos que le provoca el destino final de la humanidad (Job 1:8-11; 1 Corintios 6:3; Hebreos 1:13-14).

• Los verdaderos líderes valoran un carácter íntegro y se esfuerzan por conseguirlo.

Un carácter íntegro es difícil de encontrar porque no se produce naturalmente, sino que a través de la negación y el sacrificio personal al servir a Dios y a los demás (Mateo 16:24-25), perseverando incluso a pesar de las dificultades (Romanos 5:4). El verdadero carácter proviene de Dios (Santiago 1:17). Se aprende (Hebreos 5:14) mediante el diario vivir (2 Corintios 4:16), esforzándose por vencer las tendencias malignas de nuestra naturaleza humana con la ayuda de Dios, por medio de Jesucristo (Gálatas 2:20).

• Los verdaderos líderes imitan a los grandes líderes.

Los verdaderos líderes se hacen, no nacen. De hecho, los grandes líderes siguen el ejemplo del líder supremo entre todos los que han nacido, Jesucristo, el Hijo mismo de Dios el Padre. Él dio el ejemplo amando a la humanidad y entregando su vida por ella, tal como se espera de nosotros (Juan 15:12-14). Aquí es donde el estudio de la Biblia y la oración diaria entran en juego. El verdadero liderazgo solo es posible mediante el conocimiento de la Palabra de Dios.

El líder perfecto y verdadero

Dios permite que cada cuatro años el pueblo estadounidense aprenda las duras lecciones de la política partidista presidencial. Cada partido ensalza a su candidato y promueve historias perniciosas y dañinas acerca de su rival. Debemos reconocer que el camino del mundo es sumamente corrosivo y destructivo, mientras que el camino de Dios, de servicio y sacrificio por los demás, es constructivo y sanador (Hebreos 8:1-12).

En un libro muy revelador titulado The Leadership Lessons of Jesus: A Timeless Model for Today’s Leaders (Las lecciones de liderazgo de Jesús: Un modelo siempre vigente para los líderes modernos), los autores Bob Briner y Ray Pritchard escriben:

“En la sociedad judía de aquel entonces —como en la mayoría de las sociedades de cada generación— había un enorme énfasis en el poder, los cargos, el prestigio y los títulos. ‘¿Quién es el número uno?’ sigue siendo la pregunta primordial. En ese momento [cuando los discípulos disputaban entre ellos por este motivo], Jesucristo pudo haberlos regañado nuevamente, pero en cambio, utilizó esta ocasión para enseñarles una inolvidable lección. ‘Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos’ (vea Marcos 9:33-35).

“Ninguna de las lecciones de liderazgo entregadas por Jesús parece ser más paradojal que aquella del concepto de siervo-líder. En realidad, aquí yace la verdadera esencia de su ejemplo de liderazgo y de sus enseñanzas sobre el mismo. El concepto de siervo-líder es difícil de entender para muchos hoy en día, en parte porque nuestra literatura referente al liderazgo apoya exactamente lo contrario, glorificando una distinta clase de líder. La literatura ensalza a Atila el Huno, diciéndonos: ‘Uno no obtiene lo que merece, sino lo que negocia’, y por lo general, el estilo de liderazgo que alienta el ‘yo primero’, ‘te desafío’, ‘voy a minar lo que tú haces’, es la norma.

“Solo piense en ello. Si usted está al frente de una compañía y su prioridad son sus empleados, colegas y clientes, lo más seguro es que tendrá éxito. Por otro lado, si lo más importante para usted son los beneficios económicos, con toda probabilidad se dirige directamente hacia los abusos y el desastre. En realidad, las lecciones de Jesús solo aparentan ser paradójicas, porque la verdad es que son cristalinas, factibles y eminentemente prácticas. Y, lo mejor de todo, funcionan a tiempo y para siempre” (2008, pp. 182-183).

Dios llama a los débiles del mundo para que se vuelvan espiritualmente fuertes a fin de dirigir y enseñar al resto de la humanidad su verdadero camino de vida, ¡que lleva a la vida eterna! “Pero Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos. También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse” (1 Corintios 1:27-29, NVI).

A la segunda venida de Cristo, cuando él establezca su glorioso reino en la Tierra con sede en Jerusalén, también pondrá a sus santos inmortales bajo su autoridad, todos ellos líderes verdaderos, como jueces y gobernantes de los ángeles (1 Corintios 6:2-3) y los seres humanos (Apocalipsis 5:10), que enseñarán a toda la humanidad el verdadero camino de vida (Isaías 30:20-21; Daniel 12:3).

Jesucristo posee los pensamientos y acciones de un verdadero líder, los ingredientes benignos que hacen a un líder genuino. ¡Al seguir su ejemplo, usted también puede convertirse en un líder de verdad en un mundo que clama por un liderazgo justo y verdadero!

BN