Lección 9 - Trasfondo histórico de los evangelios: El sermón del monte (Parte 1)

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Lección 9 - Trasfondo histórico de los evangelios

El sermón del monte (Parte 1)

Después de elegir a sus doce apóstoles, Jesús dio el sermón más extraordinario que jamás se haya dado: el sermón del monte. De acuerdo a Lucas, Jesús se encontraba en una llanura (Lucas 6:17) pero, según Mateo, estaba en un monte (Mateo 5:1). Así pues, cabe la posibilidad de que haya entregado este mensaje en un lugar plano al pie o en la cima de una montaña, o de que lo haya predicado más de una vez.

En este sermón, Cristo habla de las características esenciales que debe tener un cristiano para entrar en el Reino de Dios, cumpliendo así la profecía de Isaías 42:21: “El Eterno se complació por amor de su justicia en magnificar la ley y engrandecerla”. Cristo afirma haber hecho precisamente eso: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas. No he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mateo 5:17). El término “cumplir” es una traducción del vocablo griego pleroō, que puede significar “llenar al máximo nivel”. Expository Dictionary of the New Testamento(Diccionario expositivo de palabras del NT) dice al respecto “llenar por completo”. A Greek-English Lexicon of the New Testament [Léxico del NT en griego-inglés]) explica el significado de pleroō en este pasaje como “dar un significado verdadero o completo”. Eso es exactamente lo que Jesús hizo con la ley de Dios en el sermón del monte: la llenó al máximo de significado espiritual.

Veamos el contexto de este magnífico sermón. No hacía mucho que los escribas y los fariseos habían criticado a Jesús por no seguir sus tradiciones en relación con el día de reposo y otros mandamientos. Por lo tanto, Jesús aprovechó esta ocasión para contrastarla intención original de la ley de Dios con las enseñanzas farisaicas de fabricación humana que la distorsionaron.

El sermón del monte fue predicado ante una gran multitud (Mateo 5:1) y se encuentra en Mateo 5-7 y Lucas 6.

The Bible Knowledge Commentary (Comentario del conocimiento bíblico) dice: “Jesús les enseñaba en razón a su anuncio del reino venidero(Mateo 4:17). En los corazones de cada judío pudieron haber surgido interrogantes normales como: ‘¿Merezco entrar en el reino del Mesías? ¿Soy lo suficientemente justo como para calificar y poder entrar?’ El único código de justicia que el pueblo conocía era el que habían establecido los líderes religiosos de entonces, los escribas y fariseos. ‘¿Podría ser aceptado en el reino del Mesías alguien que siguiera esas normas?’ Por lo tanto, el sermón de Jesús debe entenderse en el contexto de su ofrecimiento del reino a Israel, y la necesidad de arrepentimiento para poder entrar en él . . . El sermón muestra cómo debe conducir su vida una persona que tiene una relación correcta con Dios . . . Jesús comenzó su sermón con ‘las bienaventuranzas’, declaraciones que se inician con Bienaventurados, que significa ‘felices’ o ‘dichosos’ (Salmo 1:1). Las cualidades que Jesús menciona en esta lista, ‘los pobres de espíritu’, ‘los que lloran’, ‘los mansos’, etc., obviamente no podían ser producto de la justicia farisaica. A los fariseos les preocupaban principalmente las cualidades externas, pero las que Jesús menciona son internas. Estas solo se producen cuando hay una correcta relación con Dios mediante la fe, cuando uno pone su confianza en Dios” (notas sobre Mateo 5:1).

El sermón del monte se divide en tres secciones: 1) la ampliación de la ley; 2) el contraste entre la ley de Dios y de las tradiciones de los escribas y fariseos; y 3) la diferencia entre laaplicación de la ley según Jesús y según los escribas y fariseos.

Bienaventuranzas

Jesús comienza describiendo ocho bienaventuranzas, que es un término cristiano transcrito del latín beatudo (derivado del latín beatus, que significa “bendecido” o “feliz”) en la versión Vulgata de la Biblia. La palabra griega traducida como “bienaventurado” en estos versículos es makarios, que también significa bendecido o feliz. Son la prueba de lo que internamente sucede en los verdaderos cristianos y cómo ello se manifiesta mediante el Espíritu Santo de Dios. Estos términos no comienzan describiendo en sí la ley, sino las actitudes que tales personas deben tener. Revelan los valores espirituales internos, el fruto que produce el Espíritu de Dios: humildad, sensibilidad al pecado y sus consecuencias, mansedumbre, hambre y sed de justicia, misericordia, pureza, paz y perseverancia. Esto es lo que la ley de Dios desarrolla en nosotros a través de Cristo. Por supuesto, esta es una meta y aunque nadie puede alcanzar la perfección, debemos manifestar cada vez más estas virtudes.

 “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3)

¿Por qué Cristo aquí dice “el reino de los cielos” y no “el reino de Dios”, como aparece en Lucas 6:20? Recordemos que Mateo se dirigió principalmente a un público judío, que tenía en muy alta estima el nombre y el templo de Dios; por esta razón evitaban en lo posible utilizar referencias directas, y quizá por eso utilizaban un eufemismo como “cielo” en lugar del nombre “Dios”.

La bienaventuranza de ser “pobre de espíritu” es el principal atributo de un cristiano, y fue escogido cuidadosamente por Cristo. Observe que describe a quien no posee el orgullo y la arrogancia del espíritu carnal humano. Alguien “pobre de espíritu” está lleno de humildad y se da cuenta de cuánto necesita el Espíritu de Dios y de cuán imprescindible es solicitárselo a Dios continuamente. La versión de la Biblia Palabra de Dios para Todos (PDT) dice: “Afortunados los que reconocen su necesidad espiritual, porque el reino de Dios les pertenece”.

Isaías 66:2 habla de este mismo principio: “Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra”.

¡Qué contraste con los escribas y fariseos! La mayoría de ellos se creían muy justos y espiritualmente superiores al común de la gente, y estaban llenos de orgullo y vanidad. Como líderes espirituales y maestros distorsionaron muchas de las leyes de Dios con sus tradiciones, en lugar de respaldar la dimensión espiritual de la ley. Así pues, una vez que se tiene esta primera característica, es posible estar listo para la siguiente.

“Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación” (Mateo 5:4)

Cuando una persona es pobre en espíritu porque reconoce sus fallas, puede ir ante Dios para que la ayude a ver el mundo que la rodea como él lo ve, con todos sus pecados y maldades, y a afligirse por su lamentable estado.

Vemos esta actitud en Ezequiel 9:4, donde Dios dice: “Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y ponles una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella”. Un verdadero cristiano sabe que la lucha espiritual contra el mundo no es algo de poca importancia, ¡sino un asunto muy serio!

Santiago 4:8-10 describe esto perfectamente: “Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará”.

Por lo tanto, nunca debemos perder nuestra sensibilidad ni acostumbrarnos al pecado, sino en cambio, lamentar la condición de este mundo sin ley y orar “Venga tu reino”.

“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5:5)

Esta bienaventuranza es similar a la primera, pero la mansedumbre significa principalmente “gentileza, amabilidad, cortesía”(English Dictionary of the New Testament [Diccionario bíblico del NT). Otro comentario bíblico añade: “No dejarse invadir por un sentido de autoimportancia, ser gentil, humilde, considerado” (Léxico del NT en griego-inglés). Números 12:3 describe a Moisés como la persona “más mansa” sobre la Tierra. Jesucristo dijo: “Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:29). Si usted es manso, estará dispuesto a aprender y demostrar humildad ante los demás.

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6)

Esto describe un deseo profundo de crecer espiritualmente en gracia y conocimiento (2 Pedro 3:18). Así como hay un apetito para comer, también debe haber un apetito espiritual por los caminos y las verdades de Dios. Recordemos: la justicia requiere guardar las leyes de Dios.

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5:7)

Santiago 2:12-13 resume así este principio: “Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad. Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio”. ¡Así que ser misericordioso produce grandes beneficios de parte de Dios!

Colosenses 3:12-13 nos dice cómo aplicarlo: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”.

“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8)

Debemos mantener una pureza de corazón y pensamiento delante de Dios, a pesar de la influencia perversa del mundo. Como dice Tito 1:15: “Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas”.

Por tanto, tenemos que alimentar pensamientos saludables, positivos, como sugiere Filipenses 4:8: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”.

“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9)

Ser pacificador no es fácil, ya que el mundo está lleno de conflictos. Pero Pablo nos dice en Romanos 12:17-19: “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”. Debemos recordar que, a final de cuentas, Dios es quien está a cargo.

“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:10)

Vendrán inevitables persecuciones. Como Cristo dijo: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).

Pablo añade en 2 Timoteo 3:12: “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”. En otras palabras, cristianismo y persecución van de la mano. Un verdadero cristiano está dispuesto a sufrir persecución por ser fiel al camino de Dios.

Atributos espirituales

Ahora, veamos una descripción de los atributos espirituales de un verdadero cristiano, y de los efectoso resultados que él o ella deben mostrar en el mundo. Cristo usa dos comparaciones para ilustrar este punto: la sal y la luz.

“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres” (Mateo 5:13)

La sal es conocida por tres atributos principales: 1) evita el deterioro, por ser un antiséptico o preservante; 2) le da sabor a los alimentos; 3) antiguamente era muy valiosa, sobre todo en tiempos de Cristo.

 La sal como preservante

Cristo se refiere a su primera cualidad: evita que los alimentos se echen a perder. Esto significa que mientras más libertad adquiere la sociedad para quebrantar las leyes de Dios, más se corrompe.

Como lo manifiesta cierto comentario, “Esta descripción [de la sal] no se refiere solo al cristiano, sino también al mundo en que se halla inmerso. ¿Qué implica esto? Que claramente hay descomposición en la Tierra; que hay una tendencia a la contaminación,  la podredumbre y lo repugnante. Eso es lo que la Biblia declara acerca de este mundo. Es pecaminoso y malvado. Es como la carne, que tiende a corromperse y solo puede conservarse en buen estado mediante el uso de un preservante o un antiséptico, como la sal. A consecuencia del pecado, la vida en el mundo en general tiende a la descomposición. Lejos de mejorar, la vida tiende a hacer exactamente lo contrario. El mundo, si es abandonado a su suerte, es propenso a infectarse. Existen gérmenes de maldad, microbios en el cuerpo mismo de la humanidad, que a menos que se controlen, causan enfermedad” (Martyn Lloyd-Jones, The Sermon on the  Mount[El sermón del monte], 1974, p. 151).

Esta tendencia hacia el deterioro moral se ha visto sobre todo en tres periodos: en los días de Noé, en Sodoma y Gomorra, y en nuestros días. Si perdemos la oportunidad de ser la sal de la Tierra, dejándonos corromper por los pecados que nos rodean, perdemos nuestro valor ante Dios. Debemos preservar las leyes y los valores de Dios en nuestras conversaciones, conducta y acciones, porque de lo contrario nos volveremos inútiles, tal como la sal contaminada.

La sal da sabor a los alimentos

La sal da sabor a los alimentos. No solo debemos evitar ser contaminados por la sociedad, sino que debemos darle buen sabor con nuestro ejemplo. Esto quiere decir que no solo debemos resistir las influencias negativas, sino que debemos contrarrestarlas con algo positivo. Al igual que una pizca de sal le da gusto a un huevo, así nuestra forma de hablar y conducta debieran producir un efecto positivo a nuestro alrededor.

Como dice en Colosenses 4:5-6: “Vivan sabiamente entre los que no creen en Cristo y aprovechen al máximo cada oportunidad. Que sus conversaciones sean cordiales y agradables, a fin de que ustedes tengan la respuesta adecuada para cada persona” (Nueva Traducción Viviente).

La sal era muy valiosa

La tercera característica de la sal era su escasez y alto valor en aquel entonces. La palabra “salario” proviene del latín salarium, o “pago en sal”, porque a los soldados romanos a veces se les pagaba con sal (por su gran precio) en lugar de dinero. Solo una pizca de ella podía mejorar el sabor, y también podía utilizarse como antiséptico. Cristo dijo que los verdaderos seguidores serían pocos, pero muy valiosos para Dios, siempre y cuando no perdieran estas cualidades espirituales. Puede que no seamos de gran valor para el mundo, pero sí lo somos para Dios.

La luz del mundo

Esto nos lleva a la siguiente descripción: la otra forma de vivir las bienaventuranzas. “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:14-16)

Una vez más, esta ilustración tiene importantes implicaciones: si se apaga la luz todo se convierte en oscuridad, la cual es simplemente la ausencia de luz. La sociedad está en tinieblas, y debemos ser luz para la misma. ¿Por qué está en oscuridad? Porque la mayoría de la humanidad desobedece las leyes de Dios y se niega a hacer su voluntad. En la medida que la sociedad se resiste a ello, trae sobre sí oscuridad. De hecho, la sociedad solo ha tenido éxito cuando ha aplicado, aunque imperfectamente, los principios de Dios. Vemos el resultado de ello en las naciones que los han practicado y las que no.

Como dice Juan 3:19-21: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios”.

La luz da claridad y transparencia

Esto significa tener la cualidad infantil de la inocencia, sin motivos ocultos.

1 Corintios 14:20 (Nueva Traducción Viviente) dice: “Sean inocentes como bebés en cuanto a la maldad pero maduros en la comprensión . . .”

Filipenses 2:14-15 añade: “Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo”.

La luz permite ver cómo son realmente los objetos: la verdad de las cosas

La Palabra de Dios se compara a una lámpara, porque su luz revela la verdad de las cosas (Salmo 119:105). La palabra griega alētheia en Juan 3:21 describe principalmente la realidad de una cosa. “Se utiliza específicamente para denotar una realidad que debe ser considerada como ‘firme’ y, por tanto, ‘sólida’, válida’, u ‘obligatoria’. Por lo tanto, define lo que es ‘verdad’” (Gerhard Kittel, Theological Dictionary of the New Testament [Diccionario teológico del NT).

En Juan 1:1-9 y 8:12 vemos a Cristo como la Luz que trajo la vida abundante, es decir, la manera correcta de vivir conforme a las leyes de Dios. En Hechos 26:14-18 vemos cómo Pablo lleva la luz de la verdad a un mundo gentil sumido en la oscuridad.

La luz y el efecto de triangulación

Una fuente de luz refleja los objetos, los que luego la retina capta y retiene. Veamos ahora el efecto espiritual: reflejamos la luz, haciendo que otros vean nuestro ejemplo y de esa manera glorifiquen a Dios. Por lo tanto, el reflejo que proyectamos proviene de Dios, que es la verdadera fuente de luz.

Estos son los dos efectos de poner en práctica las bienaventuranzas: llegar a ser como la sal y como la luz para el mundo que nos rodea. Pero algunos podrían preguntar: ¿Acaso la ley que expuso Cristo no deroga la ley del Antiguo Testamento? Definitivamente no, responde Cristo; al contrario, él explica por qué no la deroga y cómo, por el contrario, la enriquece y magnifica.

“No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas. No he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mateo 5:17)

Ya hemos visto que la palabra “cumplir” significa principalmente “llenar por completo”. Además  tiene un significado secundario, “perfeccionar”, que también encaja.

“Dado que en 5:21-48 Jesús define la justicia explicando el verdadero significado de la ley como algo que se opone a interpretaciones superficiales o erróneas, lo mejor aquí es entender [pleroō] como ‘cumplir’ en el sentido de ‘darle su significado verdadero’, es decir, darle la interpretación definitiva de la ley, que ahora era posible por la presencia del Mesías y su reino. Lejos de eliminar la ley, las enseñanzas de Jesús . . . profundizan su intención . . . y sentido divino. Debido a que el propósito de la ley y los profetas era señalar a Jesús como la meta, ahora él podía revelar su verdadero significado y así hacer que ‘se cumpliera’. Este punto de vista concuerda con la expectativa de que el Mesías no solo preservaría la Torá sino que también explicaría clara y definitivamente su significado” (World  Biblical Commentary [Comentario universal de la Biblia]).

¡Sin duda, Cristo cumplió todo eso!  

                                                                 (Continuará)