Lección 7: La espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios

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Lección 7

La espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios

En el libro de Jueces, capítulo 7, la Biblia relata la historia de Gedeón y su ejército de 300 hombres:

Gedeón y un total de 32.000 israelitas se habían acantonado cerca del campamento de los madianitas, pero la disparidad numérica de ambos ejércitos era pasmosa: el opresor del pueblo de Israel contaba con 135.000 hombres. Gedeón estaba listo para enfrentarlos; sin embargo, Dios tenía otros planes y quería demostrarle a Israel cuán poderoso era el Eterno.

Dios ordenó a Gedeón decirles a los israelitas que quienes tuvieran miedo de luchar en la batalla, podían devolverse a sus casas. Como consecuencia, 22.000 hombres aprovecharon la oferta y solo 10.000 tropas quedaron en sus puestos. Sin embargo, Dios quería que el grupo se redujera aún más.

A continuación, Dios le dijo a Gedeón que llevara hasta la fuente (de Harod) a los soldados que se habían quedado a fin de que bebieran agua, y que apartara para la batalla a quienes la bebieran lamiéndola como perros y enviara al resto a sus hogares. Finalmente, con solo 300 hombres, Gedeón y su diminuto ejército rodearon a los madianitas. A la señal de Gedeón, todos tocaron sus trompetas, quebraron los cántaros que cubrían sus antorchas y gritaron: “¡Por la espada del Eterno y de Gedeón!” (Jueces 7:20).

Y entonces ocurrió algo inverosímil. Aquellos 300 hombres, que blandían antorchas y trompetas en vez de espadas, rodearon el campamento madianita. En Jueces 7:22 leemos que “el Eterno puso la espada de cada uno contra su compañero en todo el campamento”. De esta forma, incluso antes de que los israelitas pudieran tomar sus espadas, Dios sumió al campamento enemigo en un verdadero caos, derrotándolo  irremisiblemente. Los israelitas fueron liberados de su opresor mediante un milagro.

Este relato ilustra una lección invaluable: Dios es quien nos da la victoria y es su espada la que nos libera.

Tomemos nuestra espada

En todo el mundo existen personajes históricos o de ficción cuyas identidades están directamente asociadas con el  arma que usan.

Inglaterra tiene al rey Arturo y su espada Excalibur; el Medio Oriente, a Alí y su espada bifurcada, Zulfikar; España, al Cid y su larga espada, Tizona; Escocia, a William Wallace y su famosa espada escocesa; y Latinoamérica, al Zorro y su inseparable espada.

La espada es el único elemento mencionado por Pablo que sirve para atacar. De hecho, si todo el resto de nuestra armadura se encuentra en perfectas condiciones, pero no tenemos espada, nos convertimos simplemente en un blanco móvil y muy bien protegido.

Tal vez sea por ello que recordamos el nombre de la espada del rey Arturo, y no —por ejemplo— su calzado: porque aunque el resto de la armadura es vital, la espada es lo único que nos permite atacar y cumplir con nuestra misión.

¿Cómo se usaba la espada en el ejército romano?

La espada romana, o gladius, llegó a ser conocida como “la espada que conquistó al mundo”. Adaptada de un diseño español, sus características en el combate cuerpo a cuerpo la convirtieron en un arma muy temida en la mano de un hábil soldado romano. Su hoja de doble filo causaba estragos entre los enemigos desprotegidos y su punta cónica podía atravesar incluso armaduras de metal.

Un soldado romano de infantería que marchaba a la guerra iba armado de otras cosas además de su gladius. Llevaba consigo también una daga (pugio), una lanza (pilum) y dardos lastrados con plomo (plumbata). Sin embargo, Pablo solo nombra la espada como parte del arsenal cristiano.

¿Qué es la Palabra de Dios?

"Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino". Salmos 119:105

La Palabra de Dios, la Santa Biblia, es como una fuente de luz: nos ilumina, revelando lo bueno y lo malo, la sabiduría y la ignorancia. Es una herramienta insuperable para que aprendamos a llevar la mejor vida posible, sin tropezar en la oscuridad.

"Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad". Juan 17:17

La Palabra de Dios es verdad pura y simple. Podemos tener plena confianza en el hecho de que su Palabra es precisa, verdadera y perfecta. Si la seguimos, nos guiará sin equivocaciones por las sendas que necesitamos recorrer.

La falta del conocimiento de Dios puede llevarnos a la destrucción (Oseas 4:6), pero si escuchamos y guardamos su Palabra, seremos bendecidos (Lucas 11:28). No obstante, el conocimiento no debe ser solo para nosotros, sino que debemos estar listos para responder a quienes nos pregunten (1 Pedro 3:15).

¿Por qué una espada?

"Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón". Hebreos 4:12

La potente espada del Todopoderoso es capaz de destruir todas y cada una de las defensas que puedan tener nuestros enemigos —hasta las coyunturas y los tuétanos— y cuando la blande un siervo de Dios, nada puede contra su filo y capacidad para penetrar hasta el fondo de un asunto y develar la verdad. Como soldados del ejército de Dios, tenemos la responsabilidad y el deber de usar su Palabra para discernir la verdad y luego ponerla en práctica. Cuando la Palabra de Dios nos muestra algo malo en nosotros, podemos usar esta arma espiritual para eliminar “quirúrgicamente” las acciones y los pensamientos nocivos (2 Corintios 10:4-5).

A diferencia de las otras partes de la armadura de Dios —cuyo propósito es exclusivamente defensivo—, la espada está especialmente diseñada para cumplir una función ofensiva y defensiva a la vez. Una protección sólida es invaluable, pero la espada es lo único que nos permite completar la labor que se nos ha encomendado.

Jesucristo usó la Biblia para contrarrestar los ataques de Satanás (Mateo 4:4, 7, 10). Debemos también aprender a vivir según “toda palabra que sale de la boca de Dios”
(Mateo 4:4).

Las espadas se usan en los combates cuerpo a cuerpo. ¿Podría esto simbolizar el tipo de batallas que debe librar un cristiano?

". . . confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”. Hechos 14:22

"Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna". Santiago 1:2-4

Cuando los romanos atacaban a sus enemigos a distancia, se valían en parte de  jabalinas y dardos, pero como soldados cristianos, Dios no nos da esta opción. Si peleáramos nuestras batallas a distancia, nunca experimentaríamos una prueba verdadera.

A primera vista esto no parece tan malo, pero si nos detenemos a pensar, nos daremos cuenta de que sin pruebas no hay crecimiento, y sin crecimiento no podremos entrar al Reino de Dios. Por lo tanto, aunque las pruebas sean difíciles, son esenciales en nuestra vida como cristianos. Después de todo, las promesas de Apocalipsis 2:7, 11, 17, 26 y 3:5, 12 y 21 son dadas “al que venciere”.

Pablo nombra solamente un arma, porque es la única que necesitamos: no existe ningún enemigo que la Palabra y el Espíritu de Dios no puedan destruir. Por lo tanto, armados con nuestra espada, avancemos para luchar contra nuestros enemigos. La pelea es real e inmediata y está frente a nosotros. Nuestro futuro en el Reino de Dios está en juego y debemos batallar para aferrarnos al futuro que él nos ha prometido.

¿A qué promesas nos aferramos?

"Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo". Mateo 24:13

"¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?". Romanos 8:31

Peleamos sabiendo el final de la historia. Dos de las muchas y poderosas promesas que Dios nos ha hecho es que si permanecemos fieles a él y a su Palabra, perseveraremos hasta el final y seremos salvos. No hay dudas en esta afirmación; las promesas de Dios son tan ciertas como la que le hizo a Isaías: “Yo hablé, y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré” (Isaías 46:11).

¡Tomemos nuestra espada, porque la batalla es nuestra!