Lección 7 - Trasfondo histórico de los evangelios: Cristo establece su base de operaciones en Capernaum

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Lección 7 - Trasfondo histórico de los evangelios

Cristo establece su base de operaciones en Capernaum

Tal como había predicho Juan el Bautista, el ministerio de Cristo crecía y muchos estaban siendo bautizados; a su vez, el ministerio de Juan menguaba. Juan 4:1-3 dice: “Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea”.

¿Por qué Jesús no bautizaba directamente a nadie? Aunque nada se dice explícitamente sobre ello, otra situación similar puede arrojar luz sobre el tema. Tiempo después, Pablo explicó por qué se había abstenido de bautizar a muchas personas. Dijo: “¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo, para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre” (1 Corintios 1:13-15, énfasis añadido en todo este artículo).

Esta situación puede deberse a la tendencia natural de la gente a darle más importancia a la persona que la bautiza que a los seres con quienes hace el pacto bautismal, es decir, Dios el Padre y Jesucristo. Esta es una de las razones por las cuales los principales líderes de la Iglesia en lo general no bautizan, de modo que ninguna persona se jacte de quién la bautizó. ¡Imagínese lo que hubiera sido ser bautizado por el mismo Jesucristo y cuán fácil podría haber sido presumir de ello!

En 2 Corintios vemos que Pablo tuvo que hacer frente a este tipo de actitud, pues algunos líderes muy prominentes de Jerusalén se jactaban de haber conocido a Jesucristo en persona y utilizaban este hecho para imponer sus enseñanzas judaicas. Pablo respondió a esta amenaza señalando: “No buscamos el recomendarnos otra vez a ustedes, sino que les damos una oportunidad de sentirse orgullosos de nosotros, para que tengan con qué responder a los que se dejan llevar por las apariencias y no por lo que hay dentro del corazón . . .  Así que de ahora en adelante no consideramos a nadie según criterios meramente humanos. Aunque antes conocimos a Cristo de esta manera, ya no lo conocemos así”  (2 Corintios 5:12, 16, Nueva Versión Internacional). Esto puede explicar en parte por qué Jesús no quiso bautizar personalmente a los convertidos.

Juan el Bautista es encarcelado

Más adelante, debido a su creciente popularidad y a los muchos bautismos que se estaban llevando a cabo, Jesús empezó a ejercer más cautela. Los celos y la hostilidad de los fariseos hacia él iban en aumento, por lo cual decidió regresar a Galilea, pues todavía no era “la hora” de ser arrestado.

Entretanto, Juan era encarcelado por la valiente reprensión que le hiciera a Herodes Antipas a raíz de sus pecados. El relato dice: “Herodes el tetrarca, siendo reprendido por Juan a causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho, sobre todas ellas, añadió además esta: encerró a Juan en la cárcel” (Lucas 3:18-20).

The Expositor’s Bible Commentary (Comentario bíblico del expositor) explica: “Juan el Bautista había sido arrestado por Herodes, quien lo envió a la cárcel por haber denunciado su adulterio con Herodías, mujer de su hermano Felipe. Josefo (Antiquities of the Jews [Antigüedades de los judíos], libro 18, sec. 119) dice que Juan fue encarcelado en Maqueronte, fortaleza situada en Perea, en el lado oriental del mar Muerto. Herodías era la hija de Aristóbulo, uno de los hijos de Herodes el Grande; por lo tanto, era sobrina de Herodes Antipas. La ley mosaica prohibía casarse con la esposa de un hermano mientras éste estuviera vivo (compare con Lev. 18:16).

“Josefo destaca los motivos políticos ocultos tras la maniobra de Herodes contra Juan, que sin duda eran reales. Con el fin de casarse con Herodías, Herodes tuvo que librarse de la hija del rey Aretas IV, cuyo reino estaba justo al oriente de Perea. La situación ya era en sí delicada, y la predicación de Juan podía ser potencialmente problemática.

“Herodías no había tomado a la ligera la condena de Juan por su matrimonio. De hecho, se enfureció contra él y quiso eliminarlo . . . pero su plan se frustró porque Herodes protegió a Juan. Motivado por el temor y el reconocimiento del carácter justo y santo de Juan, Herodes se negó a permitir que éste fuera condenado a muerte. ‘Herodes estaba impresionado por la pureza del carácter de Juan; le temía, como el mal teme al bien’ (Henry Swete, The Gospel According to St. Mark [El Evangelio según San Marcos], p. 123). Sin embargo, ‘le gustaba escucharlo’; pero no le entendía, y quedaba ‘muy desconcertado’ por sus palabras”
(Notas sobre Marcos 6:19).

Jesús y la mujer samaritana

A consecuencia del encarcelamiento de Juan, que limitó grandemente su obra, el ministerio de Jesucristo pasó a ocupar el lugar predominante (Marcos 1:14-15). Al dirigirse a Galilea tomó la ruta más directa, que atravesaba Samaria; no obstante, para un judío normal este era un territorio “extraño” e “impuro” que debía evitarse.

Unger señala: “Samaria estaba habitada por una mezcla de gente [en su mayoría, procedentes de Babilonia], residuos de tribus norteñas que habían sido llevadas cautivas cuando Israel cayó en 722 A.C. Tenían el Pentateuco y le rendían culto al Señor. Mestizos en lo racial y en lo religioso, eran detestados por los judíos. El testimonio de Jesús a la mujer junto al pozo de Sicar, situado en el corazón de la planicie de Siquem y a la sombra del monte Ebal, demostró la gran compasión e interés que tenía el Señor por los perdidos, al punto que trascendía todo prejuicio social y religioso” (Manual Bíblico de Unger,p. 560).

El relato continúa: “Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta [mediodía]. Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer” (Juan 4:5-8).

Barclay señala: “En primer lugar, establezcamos el escenario de este incidente. Palestina tiene solo 193 kilómetros de extensión de norte a sur, pero en tiempos de Jesús aquel territorio estaba dividido en tres secciones bien definidas. En el extremo norte estaba Galilea, en el extremo sur Judea, y en el medio Samaria. Jesús no quería verse envuelto en una controversia acerca del bautismo en esa etapa de su ministerio, por lo que decidió salir de Judea por un tiempo y dedicarse a la obra en Galilea. Las rencillas entre judíos y samaritanos se remontaban muchos siglos . . . no obstante, la forma más rápida de ir de Judea a Galilea era atravesar Samaria. Usar esa ruta significaba hacer el recorrido en tres días. La ruta alterna obligaba a cruzar el Jordán, bordear el río por el lado oriental para evitar Samaria, volver a cruzar el Jordán al norte de Samaria y luego entrar en Galilea. Si se escogía esa ruta, se gastaba el doble del tiempo, de modo que Jesús tendría que pasar por Samaria si quería tomar la ruta más corta a Galilea.

“En su camino pasaron por la ciudad de Sicar; justo antes de llegar a Sicar el camino a Samaria se bifurca: un camino conduce al noreste, hasta Escitópolis, y el otro va al oeste, a Nablus, y luego hacia el norte, a En-ganim. En plena bifurcación del camino permanece hasta el día de hoy el famoso pozo de Jacob . . . El pozo en sí tiene más de 30 metros de profundidad; no es un manantial natural, sino un pozo en el que se acumula el agua filtrada del subsuelo. Pero evidentemente, como era tan hondo, nadie podía obtener agua de ahí a menos que tuviera algo con qué sacarla” (Daily Study Bible [Biblia de estudio diario], Notas sobre Juan 4:5-8).

La mujer samaritana se sorprendió muchísimo de que un judío se atreviera a hablar con ella. Jesús, entonces, comparó el agua para beber con el agua del Espíritu de Dios, y ella le pidió de esa agua. Jesús le reveló lo mucho que sabía de ella, y le dijo que trajera a su esposo. Cuando ella le contestó que no tenía esposo, él respondió: “Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad” (Juan 4:17-18).

Ella entonces le respondió: “Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo” (Juan 4:19-26).

Esta era una gran revelación, es decir, que el cristianismo sería diferente puesto que ya no dependería de un lugar físico de adoración, como un templo. Ahora sería más importante tener el Espíritu Santo y una verdadera intención de adorar a Dios, en reemplazo de la santidad del lugar. Como Pablo explicó más tarde: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:19-20).

La mujer samaritana quedó muy impresionada con la enseñanza de Cristo y llamó a otros a escucharlo. Cuando sus discípulos llegaron, se sorprendieron al enterarse de que había hablado con una mujer samaritana. Las normas rabínicas prohibían que un hombre hablara con una mujer en público, aunque fuera su esposa, pero Cristo desestimó esas tradiciones de hombres. Cuando los samaritanos vinieron a escucharlo, Jesús vio el potencial de conversión en ellos y dijo a sus discípulos: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra. ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega . . . Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho” (Juan 4:34-39). Jesús permaneció allí dos días, y muchos más creyeron en él. Vemos, pues, que él no hizo acepción de personas.

Sin embargo, una vez que llegó a su tierra natal, Galilea, fue recibido con escepticismo. “Porque Jesús mismo dio testimonio de que el profeta no tiene honra en su propia tierra” (Juan 4:44).

Curación del hijo de un oficial del rey

Posteriormente viajó a Caná, donde había hecho el primer milagro. Estando allí, un oficial de la corte de Herodes Antipas hizo un viaje de 40 kilómetros desde Capernaum para pedirle por su hijo moribundo. Jesús inicialmente se rehusó, pues parecía que únicamente querían de él señales y milagros. Sin embargo, el oficial no se ofendió por este rechazo y humildemente insistió para que Jesús sanara a su hijo. Jesús quedó impresionado con la persistencia y la fe del hombre, y aceptó su petición. Cuando el hombre regresó a Capernaum, sus asombrados siervos le dijeron que su hijo había sido sanado. “El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa. Esta segunda señal hizo Jesús, cuando fue de Judea a Galilea” (Juan 4:53-54).

Vemos aquí que el apóstol Juan se empeñaba en demostrar que Jesús era el Hijo de Dios, enviado del cielo con gran poder para cumplir la voluntad de su Padre.

¿Cómo pudo un discípulo recordar tantas historias con tal exactitud?

Una pregunta que se hace con frecuencia es: “¿Cómo pudo Juan recordar todos estos eventos y discursos tan claramente?” Hay por lo menos tres explicaciones:

1. La mayoría de las veces Juan fue testigo directo de los eventos. Aunque en un principio no entendiera lo que Jesús estaba diciendo o haciendo, después todo se le aclaraba, como lo afirma en su primera epístola: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido” (1 Juan 1:1-4).

2. Juan pudo recordar claramente los detalles ya que, como Jesús había predicho, “el Espíritu Santo . . . os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26).

3. La gente de ese entonces memorizaba cosas importantes. A diferencia de hoy, no disponía fácilmente de cuadernos para anotarlas y recordarlas, por lo cual debía utilizar su habilidad mental con mucha más frecuencia que ahora. Por ejemplo, los rabinos decían: “El buen estudiante es el que memoriza todo sin olvidar una sola letra”. Era común que los discípulos repitieran o recitaran las palabras de su maestro hasta aprender de memoria cada una de ellas y ser capaces de recordarlas por mucho tiempo antes de ponerlas finalmente por escrito.

La persecución en Nazaret

De Caná, Jesús se dirigió a su ciudad natal, Nazaret. En ese momento, algunos de sus seguidores regresaron a sus hogares y trabajos, ya que aún no eran discípulos “de tiempo completo” y tenían que mantener a sus familias.

El relato dice: “Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor. Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos. Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer” (Lucas 4:14-16).

Harper’s Commentary (Comentario de Harper) dice: “Como Lucas constantemente afirma, Jesús no es un rebelde; vive y trabaja conforme a su tradición. Asiste regularmente a la sinagoga y participa según les es permitido hacer a todos los varones, leyendo la Escritura y comentándola. Él sigue la práctica acostumbrada: pararse para leer y sentarse para comentar. El pasaje que escogió y leyó [en esta ocasión] fue Isaías 61:1-2. La frase final alude a la feliz restauración de las personas y los bienes en el año del Jubileo. Jesús hace un comentario que resume quién es él y lo que está haciendo: se reconoce a sí mismo como el depositario del Espíritu de Dios y como el cumplimiento de la profecía. Las reacciones son variadas: admiración, asombro, duda” (Notas sobre Lucas 4:16).

Es importante notar que Jesús dejó de leer antes de llegar a las palabras “el día de venganza de nuestro Dios”. Esto fue, desde luego, porque él cumpliría solo la primera parte de tal profecía y solo completaría la segunda parte de ella a su glorioso retorno.

Entonces, las cosas dieron un giro para peor. La gente del pueblo empezó a cuestionar su autoridad para declarar semejantes cosas y proclamarse como el Mesías. Después de todo, ¿no era él simplemente “el hijo de José” (Lucas 4:22), el muchacho que habían visto crecer en su ciudad natal hasta convertirse en un artesano? Jesús les reprochó su falta de fe, diciendo: “Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaum, haz también aquí en tu tierra” (Lucas 4:23).

A continuación les recordó que un profeta no es reconocido en su propia tierra  y cómo Elías había sanado al hijo de la viuda de Sarepta, ciudad fenicia, y cómo Eliseo había sanado a Naamán, el sirio, porque había muy poca fe en Israel. Los líderes de la sinagoga se sintieron insultados y se enfurecieron. Lo llevaron a un acantilado para matarlo, pero él se escabulló de entre ellos y huyó a Capernaum.

The Bible Knowledge Commentary (Comentario del conocimiento bíblico) dice: “Sin duda Lucas describe un escape milagroso de entre la multitud enojada. Este patrón se observa en el resto de su ministerio. Jesús fue a los judíos, pero lo rechazaron; habló de los gentiles como parte del reino, y algunos judíos querían matarlo. Pero no murió sino hasta el momento propicio, cuando él decidió que ya era tiempo” (Notas sobre Lucas 4:30).

Jesús se establece en Capernaum

Consecuentemente, Jesús rara vez regresaría a Nazaret; en cambio, se dirigió a Capernaum. Ya estaba profetizado que establecería su base de operaciones en la tierra de Zabulón y Neftalí, y escogió Capernaum (que significa Pueblo de Nahúm). “Y dejando a Nazaret, vino y habitó en Capernaum, ciudad marítima, en la región de Zabulón y de Neftalí, para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, Camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles; El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; Y a los asentados en región de sombra de muerte, Luz les resplandeció” (Mateo 4:13-16, comparar con Isaías 9:1-2).

En Capernaum, como era su costumbre, siguió yendo a la sinagoga cada sábado (Lucas 4:31). En cierta ocasión había en ella un hombre endemoniado, quien le dijo: “Déjanos; ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios. Y Jesús le reprendió, diciendo: Cállate, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él, y no le hizo daño alguno. Y estaban todos maravillados, y hablaban unos a otros, diciendo: ¿Qué palabra es esta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen? Y su fama se difundía por todos los lugares de los contornos” (Lucas 4:34-37). Vemos así que el mundo de los demonios le temía a Jesús.

La mayor parte del ministerio de Cristo se centra ahora en las inmediaciones de Capernaum. Mc Millan Bible Atlas (Atlas de la Biblia de MacMillan) dice: “Aparte de varios viajes, toda la actividad de Jesús antes de su viaje final a Jerusalén se concentró alrededor del mar de Galilea. Los primeros apóstoles eran pescadores; a veces Jesús enseñaba desde los barcos, mientras las multitudes escuchaban en la orilla. De acuerdo a la tradición, el sermón del monte fue entregado cerca de Capernaum, en un lugar ubicado, según se dice, en un collado justo detrás de la ciudad. Solo de vez en cuando Jesús censuró a las ciudades que se negaban a arrepentirse (‘Ay de ti Corazín, ay de ti Betsaida. Capernaum . . . hasta el Hades será abatida’, Mateo 11:21-23).

“En el mar de Galilea hay tormentas frecuentes. Durante una de esas tormentas, y mientras se dirigían a la tierra de los gadarenos, Jesús dormía; pero cuando despertó, el mar se calmó de repente . . .
Otros eventos . . . relacionados con el mar de Galilea y sus alrededores, fueron la multiplicación de los panes y los peces en un lugar solitario cerca de la ciudad de Betsaida, la historia de Jesús caminando sobre el agua y el intento de Pedro de hacer lo mismo” (pág. 231).  

                                                        (Continuará)