Lección 6 - Trasfondo histórico de los evangelios: Inicio del ministerio de Cristo

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Lección 6 - Trasfondo histórico de los evangelios

Inicio del ministerio de Cristo

Después de ser tentado por Satanás en el desierto, Jesús fue a visitar a Juan el Bautista, quien dio testimonio diciendo que Jesús era el tan esperado Mesías y a la vez el Hijo de Dios. Por entonces, a Juan le preguntaban si él era el Elías que habría de venir, pero él negaba tal cosa aunque sabía muy bien que, según las profecías, él vendría con el poder de Elías (Lucas 1:17). Modestamente se refería a sí mismo como el que predicaba en el desierto, dejándole a Jesús la tarea de confirmar posteriormente que él, Juan el Bautista, efectivamente había cumplido el papel del Elías que habría de venir (Mateo 17:11-13).

Esta misma humildad de Juan el Bautista lo llevó a decir que se consideraba indigno de desatar las sandalias del Mesías (Juan 1:27). En aquellos días se enseñaba que el discípulo debía servir a su amo en todo, pero no se le exigía pasar por la humillante tarea de quitarle las sandalias sucias y polvorientas. Sin embargo, Juan se consideraba indigno de cumplir incluso una labor tan insignificante como esa.

El llamamiento de los primeros discípulos

Luego de que Juan el Bautista se refiriera a Jesús por segunda vez como el Mesías prometido, dos de sus discípulos comenzaron a seguir a Jesús (Juan 1:35-42).

Barclay dice: “Una vez más vemos a Juan el Bautista desviando la atención lejos de sí mismo. Seguramente entendía muy bien que al hablarles a sus discípulos acerca de Jesús de esa manera, probablemente lo abandonarían y enfocarían su lealtad en este nuevo maestro, superior a él; no obstante, lo hizo. Juan no sentía celos, y su misión no era lograr que lo siguieran a él, sino a Cristo. No hay nada más difícil que ocupar el segundo lugar cuando alguna vez se ha tenido el primero; pero tan pronto Jesús apareció en escena, Juan no tuvo otro propósito que dirigir a los hombres a Cristo” (Daily Study Bible [Biblia de estudio diario], Notas sobre Juan 1:35).

Uno de los discípulos de Juan el Bautista era Andrés, pero el otro no se menciona. ¿Por qué? Porque se trataba de Juan el apóstol, quien era tan humilde, que aún siendo el autor de uno de los evangelios  no mencionó su propio nombre en ese momento ni tampoco en todo el libro; solo se identifica a sí mismo como “el discípulo a quien Jesús amaba” (Juan 13:23-25; 19:26-27; 20:2; 21:7, 20). Pero aun así, Juan evitó centrarse en sí mismo, pues no dijo “el discípulo que amaba a Jesús”, sino más bien “el discípulo a quien Jesús amaba”.

El relato dice: “Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús. Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo). Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro)” (Juan 1:40-43).

Vemos entonces que entre los primeros que fueron llamados a ser discípulos de Jesús había dos pares de hermanos y que todos eran pescadores e hijos de dos hombres que habían formado una exitosa sociedad pesquera. Andrés y Pedro eran hijos de Jonás, y Juan y Santiago, de Zebedeo. Sin embargo, todos tendrían que recorrer un largo camino para alcanzar su madurez espiritual. De hecho, Jesús apodó “hijos del trueno” a Juan y a Santiago, probablemente por su temperamento fuerte y beligerante que se manifestaría posteriormente (Marcos 3:17; Lucas 9:54).

En cuanto al término “Cefas”, el nuevo nombre que le dio Jesús a Simón, A.T. Robertson, erudito del Nuevo Testamento, dice en su libro Word Pictures (Imágenes en palabras): “El [nombre] arameo Cefas (roca) solo se usa para nombrar a Simón en el evangelio de Juan y también en 1 Corintios 1:12 y Gálatas 1:18, en este caso, por el apóstol Pablo. Pero todos usan el término griego Petros. En el griego antiguo, petra se refería a una inmensa cornisa rocosa [como el Peñón de Gibraltar, por ej.], mientras que petros era solo un fragmento de esa cornisa, aunque también de gran tamaño”.

Pedro, cuyos inicios fueron muy inestables, se convertiría finalmente en una roca sólida en la medida que recibía fortaleza de la verdadera Petraque era Cristo. Posteriormente, Jesús hizo un juego de palabras con ese nombre en Mateo 16:18, contrastando a Pedro, el petros, con Cristo, la Petrasobre la cual se edificaría la iglesia.

Jesús y sus discípulos viajaron desde el río Jordán hasta el norte de Betsaida (que literalmente significa lugar de pesca), ciudad natal de Andrés y de Pedro. Allí encontraron a Felipe, que también se convirtió en discípulo de Jesús (Juan 1:44). Felipe le presentó a Jesús su amigo Natanael, quien a pesar de su escepticismo inicial quedó muy impresionado cuando Jesús le dijo exactamente dónde había estado anteriormente. “Y [Jesús] le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre” (Juan 1:51). Natanael sería uno de los 12 (Juan 21:2), y recibiría también el nombre Bartolomé (Marcos 3:18).

Barclay anota: “En la lista de los discípulos registrada en Mateo 10:3 y Marcos 3:18, Felipe y Bartolomé aparecen juntos, como si esto fuera algo natural e inevitable. Por otra parte, Bartolomé es realmente un segundo nombre, que significa Hijo de Tolmaio de Ptolomeo. Bartolomé debe haber tenido otro nombre, un nombre de pila; y también es posible que Bartolomé y Natanael fueran la misma persona con diferentes nombres. Esto ciertamente concuerda con los hechos” (Notas sobre Juan 1:50).

A esto, el Comentario Bíblico del Expositor añade: “Ya que Bartolomé significa Bar-Tolmai, ‘hijo de Tolmai’, no se trata de un nombre propio sino que simplemente indica su genealogía; y Natanael hijo de Tolmai sería el mismo caso de Simón, hijo de Jonás” (Notas sobre Juan 1:50).

Las bodas de Caná

No obstante, el tiempo de los grandes milagros estaba a punto de comenzar, de acuerdo con el plan de Dios el Padre, para permitir que sus ángeles colaboraran activamente en la poderosa obra de Cristo. Vemos que en ocasiones ocurrían grandes milagros y en otras no. Fue Dios el Padre quien determinó cómo y cuándo ocurrirían (Juan 5:19, 30).

De Betsaida viajaron hasta Caná (probablemente la moderna Khirbet Qana), ciudad natal de Natanael, ubicada unos 15 kilómetros al norte de Nazaret (Juan 21:2). Una vez allí, Jesús asistió a una boda junto a su madre, María, y sus cinco discípulos. Las bodas judías podían durar siete días o más, y quizá por eso el vino ya se había acabado.

Barclay da una explicación sobre el tipo de vino utilizado en ese entonces: “En una fiesta judía, el vino era esencial. ‘Sin vino’, decían los rabinos, ‘no hay alegría’. Y no era porque la gente se emborrachaba, sino que el vino en Oriente Medio era un elemento indispensable. De hecho, la embriaguez era considerada como una gran desgracia, y en realidad el vino que bebían era una mezcla compuesta de [una] parte de vino por tres partes de agua. En Oriente Medio la hospitalidad es un asunto sagrado, por lo cual la falta de provisiones era un gran problema en cualquier ocasión; pero si este problema se presentaba en el caso de una boda, la humillación para la novia y el novio era terrible” (Notas sobre Juan 2:1).

El Comentario Bíblico del Expositor añade: “Una boda es siempre una ocasión de gala, y en un pueblo como Caná debe haber sido una celebración en comunidad. A todos los invitados se les ofrecían ‘refrigerios’, entre los cuales el vino era el más importante. Socialmente era muy mal visto que no hubiera suficiente alimento y bebida para los invitados. En las comunidades tan estrechamente unidas del tiempo de Jesús, semejante descuido jamás se echaba al olvido y los recién casados debían cargar con semejante estigma por el resto de su vida. La situación hizo que María actuara con premura, alertando a Jesús de la emergencia” (Notas sobre Juan 2:1).

Así, María le pidió a Jesús que les proveyera el vino necesario (es decir, que hiciera un milagro). Jesús la reprendió, diciendo: “¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora” (Juan 2:4). Note que en este caso no se venera a María. Sin embargo, ya era hora de que comenzaran los grandes milagros y este es el primero que se registra durante el ministerio de Jesús (Juan 2:11).

Juan 2:5-8 dice: “Su madre dijo a los que servían: Hagan todo lo que os dijere. Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros. Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron”.

El Expositor comenta: “Las tinajas de piedra eran grandes, con capacidad para unos veinte galones [76 litros] cada una. Las normas sociales de la época establecían que cada invitado debía lavarse las manos antes de comer, y para ello se requería una considerable cantidad de agua. Según el cálculo más moderado, debe haber habido disponibles unos 120 galones de agua. Al convertirse ésta en vino, debe haber habido suficiente como para llenar aproximadamente 2 000 vasos de 114 ml; y si (como frecuentemente se acostumbraba) el vino se diluyó con tres partes de agua por una de vino, debe haber habido suficiente para varios días” (Notas sobre Juan 2:8).

El relato continúa: “Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo, y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora. Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él. Después de esto descendieron a Capernaum, él, su madre, sus hermanos y sus discípulos; y estuvieron allí no muchos días” (Juan 2:9-12, énfasis nuestro en todo este artículo).

La Pascua en Jerusalén

Más adelante, Jesús y sus discípulos fueron a celebrar la Pascua en Jerusalén. Cuando él vio que una fiesta tan sagrada había sido profanada por la corrupción  de los sacerdotes y los cambistas, ¡se indignó!

El Expositor señala: “Tanto la venta de ganado y palomas como el privilegio de intercambiar dinero eran permitidos en el atrio del templo, para conveniencia de los peregrinos que necesitaban animales para sacrificio y dinero para pagar sus votos en el templo. Sin embargo, con el consentimiento de los sumos sacerdotes, las concesiones se habían vuelto prácticamente un medio de ganar dinero, envileciendo el templo y convirtiéndolo en una empresa comercial. La reacción de Jesús causó un gran revuelo; debe haber habido animales que berreaban y corrían sin rumbo, cambistas que recogían sus monedas entre los deshechos y el polvoriento suelo del atrio, y funcionarios que cuestionaban la autoridad de Jesús. La expresión ‘la casa de mi Padre’ que usó Jesús manifiesta su sentimiento hacia Dios. El comercio de beneficios era un insulto a Dios y una profanación de la casa del Padre. La vehemencia de Jesús demostró su pasión interior por el Padre y el vivo celo por sus intereses. La Escritura que acudió a la mente de los discípulos fue Salmos 69:9 [sobre el celo del Eterno]”.

Cuando los líderes judíos le exigieron prueba de su autoridad para hacer estas cosas, Jesús respondió: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. Ellos pensaron que se refería a la destrucción del templo físico, pero él se estaba refiriendo a su muerte inminente y a su entierro por tres días, seguido de una resurrección. Esta respuesta está vinculada a Mateo 12:40 y a la señal de Jonás de que estaría en la tumba durante tres días y luego sería resucitado. Observe la consistencia de su mensaje acerca de esta señal, que demostraba que él era el Mesías.

Luego, Juan añade que Cristo sabía lo que en realidad había en el corazón y la mente de las personas y que por eso actuaba con tanta cautela frente a muchos que lo seguían. No confiaba en ellos, pues algunos no eran sinceros (Juan 2:24-25).

Jesús y Nicodemo

Posteriormente, uno de los principales líderes de los fariseos, Nicodemo, un buen hombre que más tarde se convertiría en discípulo, vino a Cristo de noche para no ser descubierto y le confesó que creía que él era un maestro enviado por Dios.

Aquí es necesario hacer una pausa para entender mejor lo que un fariseo creía y lo que en realidad quería decir cuando insistía en que guardaba “la ley de Moisés”.

Barclay explica: “Nicodemo ostentaba un cargo gubernamental entre los judíos. La palabra [que designaba su cargo] es arconte; esto quiere decir que él era miembro del sanedrín. El sanedrín era el tribunal supremo de los judíos y constaba de setenta miembros. Por supuesto, bajo el dominio romano los poderes [del sanedrín] eran más limitados que antes, pero aun así seguían siendo bastante amplios. En particular, el sanedrín tenía jurisdicción religiosa sobre todos los judíos en el mundo; una de sus funciones era examinar y enfrentar a cualquiera que despertara sospechas de ser un falso profeta. Considerando todo esto, es increíble que Nicodemo buscara a Jesús.

“Nicodemo debió haber sido muy adinerado. Cuando Jesús murió, ‘llegó con unos treinta y cuatro kilos de una mezcla de mirra y áloe’(Juan 19:39, Nueva Versión Internacional) para ungir su cuerpo; solo un hombre rico pudo haber hecho eso. Nicodemo era fariseo y, en muchos sentidos, los fariseos eran las mejores personas de todo el país. Conformaban lo que se conocía como una haburah, o hermandad, y nunca hubo más de 6 000 de ellos. Para formar parte de dicha hermandad, debían jurar ante tres testigos que durante toda su vida observarían cada detalle de la ley de los escribas.

“¿Qué significaba eso exactamente? Para el judío, la ley de Dios –los cinco primeros libros del Antiguo Testamento– era lo más sagrado del mundo. Creían que era la palabra perfecta de Dios, y añadirle o quitarle una palabra era un pecado mortal. Ahora bien, si la ley es la palabra perfecta y completa de Dios, necesariamente significa que contiene todo lo que un hombre necesita saber, de manera explícita o implícita, para vivir bien su vida. Si algo no se encontraba ampliamente explicado, debía ser posible deducirlo. En sí misma, la ley de Dios consistía en principios excelentes, amplios y nobles a los que cada persona debía ajustarse. Pero para las siguientes generaciones de judíos esto no era suficiente, pues declararon: ‘La Ley es completa; contiene todo lo necesario para vivir una buena vida; por tanto, debe contener preceptos para regular cada posible incidente, en cualquier circunstancia y para cualquier persona’. Por lo tanto, se dedicaron a extraer de los principios generales de la ley de Dios un número infinito de normas y reglamentos para regir todas las situaciones imaginables de la vida. En otras palabras, cambiaron los extraordinarios principios de la Ley por el legalismo de los estatutos y reglamentos.

“El mejor ejemplo de lo que hicieron se puede apreciar en la ley del sábado. En la Biblia se nos ordena recordar el día sábado para santificarlo y que ningún hombre debe trabajar en ese día, ni tampoco sus empleados ni sus animales. No satisfechos con eso, los judíos de las generaciones posteriores pasaron hora tras hora y generación tras generación definiendo qué es trabajo, y la lista de cosas que se pueden y no se pueden hacer en el día de reposo. La Mishná es la ley codificada de los escribas, quienes pasaron sus vidas elaborando estas normas y regulaciones. En la Mishná, la sección referente al día de reposo se extiende no menos de veinticuatro capítulos. El Talmud es el comentario explicativo de la Mishná. En el Talmud de Jerusalén la sección que explica la ley del sábado se extiende a sesenta y cuatro columnas y media; y en el Talmud babilónico alcanza hasta ciento cincuenta y seis páginas de dos columnas. Se cuenta que cierto rabino pasó dos años y medio estudiando solo uno de los veinticuatro capítulos de la Mishná.

“Entre las cosas que reglamentaron se contaba el hacer un nudo en sábado. Esto se consideraba trabajo o no dependiendo de la clase de nudo. ‘Un hombre será culpable si hace los siguientes nudos: el nudo para guiar camellos y los que hacen los marineros; y tal persona será tan culpable por hacerlos como por deshacerlos’. Por otro lado, era permitido hacer nudos que pudieran atarse y
desatarse con una sola mano. Otro ejemplo: ‘Una mujer puede ajustar su vestido, los lazos del sombrero o de la faja, las correas de los zapatos o de las sandalias, y las de los odres para el vino y el aceite’. Veamos ahora qué pasaba. Supongamos que un hombre necesitaba bajar una cubeta a un pozo para sacar agua en el día sábado. No podía amarrar una cuerda a la misma, porque atar una cuerda era ilegal en sábado; pero podía atar la cubeta con la faja de una mujer, ya que amarrar una faja era considerado legal. Este tipo de cosas para los escribas y fariseos eran cuestión de vida o muerte: eran la religión con la cual creían agradar y servir a Dios . . .

“Los escribas fueron quienes elaboraron estas regulaciones, y los fariseos dedicaron sus vidas a preservarlas. Obviamente, por muy equivocado que esté un hombre, tiene que estar seriamente convencido para someterse a obedecer cada una de estas miles de normas. Eso fue precisamente lo que hicieron los fariseos. El nombre fariseo significa ‘el apartado’, y los fariseos eran los que se habían apartado de la vida ordinaria con el fin de guardar cada detalle de la ley de los escribas.

“Nicodemo era fariseo, y es asombroso que un hombre que consideraba la justicia desde esa perspectiva y que se había entregado a ese tipo de vida, convencido de que estaba agradando a Dios, haya querido hablar con Jesús” (Notas sobre Juan 3:1-10).

Así, para Jesús no era suficiente que Nicodemo lo reconociera únicamente como un maestro de parte de Dios. A pesar de que Nicodemo era un fariseo dedicado a Dios, Jesús insistió en que aún era inconverso y tenía que ser bautizado y recibir el Espíritu Santo para poder nacer eventualmente en el Reino de Dios.

En el artículo de estudio de la IDUAI  llamado Born Again (Nacer de nuevo, no disponible en español), leemos lo siguiente: “¿Por qué llegó a pensar Nicodemo que Cristo estaba hablando de ‘entrar por segunda vez en el vientre materno’? ¿Cómo pudo llegar Nicodemo a tan extraña conclusión? Para los judíos celosos como él, el concepto de la necesidad de conversión era inimaginable. Judíos ortodoxos como él no necesitaban convertirse. Ellos eran el pueblo elegido, los hijos de Abraham, los hijos de la alianza. Los gentiles debían ser convertidos (al judaísmo), mas no así los judíos. Como Cristo dijo, Nicodemo no podía entender las cosas celestiales (Juan 3:12) y al parecer creía que Cristo estaba enseñando un concepto absurdo:  ‘entrar por segunda vez en el vientre materno’. No entendía absolutamente nada. Sin embargo, el énfasis del mensaje de Jesús no se centraba únicamente en el inicio del proceso, sino también en lo que significa nacer plenamente del Espíritu. Él había dicho: ‘Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es’ (Juan 3:6). ¿Deben entenderse estas palabras en sentido literal o figurado, o en un sentido dual?

“Es difícil aplicar el término ‘entraren el reino de Dios’ al momento de la conversión. Además, la expresión ‘Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es’  indica un sentido literal, que no puede pasarse por alto. La carne es carne, nada más. Como la segunda parte de la frase depende de la primera, también debe entenderse en sentido literal. El espíritu es espíritu, y nada más. Jesús le está diciendo a Nicodemo lo que para él debió haber sido obvio: que él era un ser humano carnal, nacido de padres carnales, y que no podría entrar al Reino de Dios mientras estuviera en ese estado. Como dijo Pablo, “La  carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios” (1 Corintios 15:50) . . . Solo un ser espiritual –un espíritu– puede entrar en el Reino de Dios. Jesús le estaba hablando a Nicodemo en términos de lo que se requiere para entrar al Reino. Uno debe ser ‘regenerado’ para entrar en el Reino de Dios. Esto no quiere decir que no hay ningún elemento o aspecto espiritual en la presente vida cristiana después de la conversión. Hay dos fuentes de vida, una física y otra espiritual. La carne solo puede provenir de la carne, y el espíritu solo puede proceder del espíritu. Tanto ‘de la carne’ como ‘del Espíritu’ son sustantivos genitivos (que indican posesión o pertenencia) precedidos por la preposición ek, una forma gramatical que enfatiza la fuente u origen. Nicodemo no comprendió a Jesús porque era de origen humano, pero Jesús, además de ser humano, era de origen divino. Jesús les ofreció la oportunidad de llegar a ser hijos de Dios (de origen divino, siendo Dios nuestro Progenitor) a los que ‘le recibieran’ (Juan 1:12-13)” (2002, pp. 14-15).

También es importante este comentario en Juan 3:13: “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo”. Robertson habla de esto y dice que se refiere a “La encarnación del Hijo preexistente de Dios, que estaba en el cielo antes de venir y por eso sabía de lo que hablaba al decir ‘las cosas celestiales’” (Imágenes en palabras).

Esta es una prueba clara para demostrar que nadie, ni Enoc, ni Elías, ni ninguna otra persona que haya muerto ha ido al cielo, con la excepción de Jesucristo, quien ahora está en el cielo.

La genuina humildad de Juan el Bautista

Luego vemos que Juan el Bautista y sus discípulos efectúan bautismos. Cuando le preguntaron a Juan acerca de esto, humildemente respondió con su habitual sencillez: “El que tiene la esposa, es el esposo [refiriéndose a Jesús], mas el amigo del esposo [refiriéndose a sí mismo], que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo. Así pues, este mi gozo está cumplido. Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe. El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla” (Juan 3:29-31).

El Expositorseñala: “Juan [el Bautista] nunca se mostró celoso; por el contrario, reafirmó su posición de subordinado. Él no reclamó para sí la autoridad final, sino que admitió que había sido enviado como precursor del Mesías. Tal como el novio es más importante que el padrino (o ‘mejor amigo’) del novio y actúa como asistente de éste, Juan debe haberse complacido mucho en ser el asistente de Jesús” (Notas sobre Juan 3:29).

El apóstol Juan concluye esta sección afirmando: “Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio. El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz. Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida” (Juan 3:32-36).

¿Qué significa que “no da el Espíritu por medida”? Robertson explica: “Dios no limitó el [poder del] espíritu en relación con el Hijo. En ese sentido, Dios no le ha dado la plenitud del Espíritu Santo a nadie excepto a Jesucristo” (Imágenes en palabras).  EC

                                                        (Continuará)