Introducción al trasfondo histórico de los evangelios

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Introducción al trasfondo histórico de los evangelios

Este trasfondo histórico de los evangelios no pretende ser un estudio exhaustivo y técnico, sino más bien un análisis práctico y simple de las Escrituras. Las fuentes utilizadas varían, y van desde simples manuales de la Biblia hasta los más sofisticados y extensos comentarios bíblicos.

Dios dice que debemos tener “hambre y sed de justicia” (Mateo 5:6), y la Palabra de Dios contiene el alimento que necesitamos. El Antiguo Testamento se puede comparar con el delicioso aperitivo de un magnífico banquete, el Nuevo Testamento con el plato principal, y el libro de Apocalipsis con el postre, pues es la culminación histórica y profética de todas las cosas.

El apóstol Juan lo expresó así: “Pues la ley fue dada por medio de Moisés, pero el amor inagotable de Dios y su fidelidad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1:17, Nueva Traducción Viviente). Note que el término pero lo hemos puesto en cursiva; éste no aparece en el griego. Muchas traducciones simplemente omiten la palabra “pero”, como en la versión La Biblia de las Américas: “Porque la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo”.

La intención de Juan no es contrastar, sino enfatizar, lo que Cristo añadió. El comentario bíblico New Illustrated Bible Commentary [Nuevo comentario bíblico ilustrado] de Nelson explica: “Juan no está denigrando la ley o a Moisés en este versículo. La ley y la gracia en el Antiguo Testamento no eran contradictorias. Las personas que en el Antiguo Testamento estaban bajo la ley igualmente son salvas por gracia . . . Juan no está diciendo que Moisés comenzó con la ley, y que luego Jesús trajo la gracia. Lo que dice es que en Cristo la gracia y la verdad son plenas. Aunque había abundante gracia y verdad en lo que Dios expresó a través de la ley que le dio a Moisés, es solo en la persona de Jesucristo que la gracia y la verdad alcanzan su máximo significado” (comentario acerca de Juan 1:17).

Así, pues, no hay duda de que la gracia y la verdad están presentes en el Antiguo Testamento, aunque ahora, en el Nuevo Testamento, la gracia y la verdad son amplificadas por Jesucristo y propagadas gracias a la disponibilidad del Espíritu Santo ofrecido a la Iglesia. Como leemos en Isaías 42:21: “Le agradó al Señor, por amor a su justicia, hacer su ley grande y gloriosa (Isaías 42:41, Nueva Versión Internacional, énfasis nuestro). Esta es la razón de por qué no se puede entender el Nuevo Testamento sin el Antiguo, y de por qué el Antiguo Testamento está incompleto sin el Nuevo.

Resulta muy conveniente que los evangelios estén situados justo en el centro de la Biblia, es decir, en la cuarta de las siete secciones que la componen, a saber: (1) la ley (2) los profetas (3) los escritos (4) los evangelios(5) Hechos (6) las epístolas y (7) Apocalipsis. Las tres primeras hacen referencia a Cristo, y las tres finales desarrollan sus enseñanzas, si se toma en consideración el orden inspirado en que se escribieron los libros del Nuevo Testamento.

Si reflexionamos seriamente sobre esto, los cuatro evangelios constituyen una de las obras literarias más importantes en la historia de la humanidad,la vida de Dios en la carne, o de Emmanuel (uno de sus nombres), que significa “Dios con nosotros” (Mateo 1:23).

Con estas cuatro biografías especiales de Jesucristo podemos aprender mucho acerca de cómo podemos entrar en el Reino de Dios y recibirla vida eterna. No existe nada comparable a estas bendiciones y recompensas. Jesús dijo: “La ley y los profetas se proclamaron hasta Juan [ya que predicaban el mensaje de Dios]. Desde entonces, se anuncian las buenas nuevas del reino de Dios [no por los profetas, sino por el Hijo de Dios], y todos se esfuerzan por entrar en él [buscan ser parte de él]” (Lucas 16:16, NVI).

En los evangelios Jesús se presenta como nuestro ejemplo perfecto, nuestro Hermano Mayor, nuestro amoroso Sumo Sacerdote, nuestro Salvador, Maestro y Rey venidero.

Estos evangelios son cuatro relatos de la vida de Jesucristo, y cada uno de ellos cumple diferentes funciones.El comentarista bíblico Merrill F. Unger dice lo siguiente de los evangelios: “Como retratos presentan cuatro poses distintas de una personalidad única. Mateo, por el Espíritu Santo, presenta a Cristo como rey, Marcos como siervo, Lucas como hombre, y Juan como Dios . . .Es así que los cuatro escritores presentan a la misma persona: el Dios-hombre, Siervo del Señor, Rey de Israel y Redentor de la humanidad” (Manual Bíblico de Unger, 1985, p. 472, énfasis nuestro y en el original).

Es interesante que los cuatro evangelios, dirigidos respectivamente a los judíos, a los romanos, a los griegos, y a toda la humanidad, recuerdan las cuatro caras de los querubines: Mateo, el León de Judá; Marcos, el buey labrador; Lucas, el rostro de la humanidad, y Juan, el águila, que representa el vuelo sublime del espíritu — la divinidad.

Mateo, recaudador de impuestos y apóstol

Mateo fue uno de los 12 apóstoles originales, conocido también como Leví (Marcos 2:14). Según parece, posteriormente fue nombrado apóstol; su nombre original (Leví) fue cambiado a Mateo, que significa “regalo de Dios”. Del mismo modo, el nombre de Simón fue cambiado a Pedro (Petros, en griego, o Cefas, en arameo, que significa “una piedra”, Juan 1:42).

Como Mateo era publicano (recaudador de impuestos, Lucas 5:27), era muy educado y conocía bastante bien las costumbres judías; a ello se debe que su evangelio proporcione mayor información respecto a las excesivas regulaciones y distorsiones de las tradiciones impuestas por las autoridades judías, que habían “envenenado” el pozo de las verdades de Dios.

En el libro Eerdmans Handbook to the Bible[Manual bíblico ilustrado de Eerdmans] leemos: “Mateo se centra en la relación de Jesús con la fe judía. El autor muestra cómo Jesús vino a cumplir el Antiguo Testamento, pero al mismo tiempo, a juzgar a los judíos por su deslealtad para con su religión. Ningún otro Evangelio denuncia tan vigorosamente las actitudes hipócritas de los fariseos. Los judíos son exhortados a ver en Jesús al Mesías prometido, el Hijo de David, y sobre ellos recae una condena por no responder a ese llamado” (1983, p. 470).

¿Por qué los judíos despreciaban tanto a los publicanos? Una fuente menciona que “como recaudador de impuestos, Mateo pudo haber sido uno de los residentes locales que luchaba por obtener el cargo, para lo cual habría acordado pagar de antemano a Herodes Antipas, gobernante de Galilea, una suma determinada. Todo el excedente del dinero recaudado iría a parar a los propios bolsillos de Mateo. Su oficina de impuestos probablemente estaba ubicada en la frontera, para poder cobrar impuestos por los productos que se transportaban de un distrito a otro. Los recaudadores de impuestos eran muy despreciados, y con mucha razón, no solo porque servían indirectamente a los romanos —opresores de los judíos—, sino también porque obtenían un beneficio personal al incrementar las cargas tributarias establecidas. Se les consideraba gente inmunda, con quienes los judíos piadosos no podían asociarse. Cuando Jesús comió en casa de Mateo en compañía de 'publicanos y pecadores', los fariseos se escandalizaron. Sin embargo, para Jesús esta acción era un símbolo de que su reino incluiría a todas las personas, sin importar la opinión que el mundo tuviera de ellas, ‘porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores’” (Mateo 9:10, 13, Who is Who in the Bible [Quién es quién en la Biblia], 1994, pp. 289-290).

Dado que Mateo se dirige principalmente al pueblo judío, quiere dejar perfectamente claro que la ascendencia de Jesús se remonta hasta David y Abraham. Su evangelio empieza con la frase “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham” (Mateo 1:1, énfasis nuestro). Unger añade: “Mateo es un Evangelio judío, arraigado en la profecía del AT relacionada con la venida del Mesías-rey y con su reino . . . El Rey es llamado primeramente ‘hijo de David’, de la familia real, legítimo heredero al trono de David; luego se le denomina ‘hijo de Abraham’, la simiente por la cual toda la tierra sería bendecida. El orden es significativo porque para el judío (y este evangelio en cierto modo va dirigido a él), el Señor debía presentarse primeramente como Rey, y después como Salvador (Juan 1:11-12)” (p. 477).

El Evangelio de Marcos

Marcos dirige su evangelio primordialmente a los crueles romanos que gobernaban Israel. Marcos hizo hincapié en que Jesús, el verdadero Rey, vino a servir y no a ser servido. Unger añade: “[El evangelio de Marcos] está orientado, no a los judíos como es el caso de Mateo, sino al mundo romano,dando una semblanza de Jesús como el poderoso Hijo de Dios, cuya palabra era ley tanto para el mundo natural como para el sobrenatural. Lo paradójico es que este poderoso Hijo de Dios es Siervo del hombre, Salvador, Redentor (Marcos 10:45)” (Manual Bíblico de Unger,p. 501, énfasis nuestro).

En cuanto a los antecedentes de Marcos, Unger señala: “El autor de este Evangelio es Juan Marcos, hijo de una tal María, de Jerusalén (Hechos 12:12). Acompañó a Pablo y Bernabé en el primer viaje misionero (Hechos 13:5), pero por alguna razón los abandonó en Perge (Hechos 13:13). Más adelante Pablo y Bernabé se separaron porque Pablo se negó a tener a Marcos en el segundo viaje. De común acuerdo, Marcos salió con Bernabé. Posteriormente se hizo la reconciliación entre Pablo y Marcos (Colosenses 4:10-11) . . . Al igual que Lucas, Marcos no fue un apóstol, como lo fueron Mateo y Juan” (p. 501). Con el tiempo, Pedro llegó a considerar a Marcos como su propio hijo (1 Pedro 5:13), por lo cual éste tuvo que haber recibido de Pedro la mayor parte de la información acerca de Jesús.

Lucas, el fiel compañero de Pablo

Así como Marcos recopiló mucha de su información acerca de Cristo acompañando a Pedro, Lucas acompañó a Pablo en muchos de sus viajes.

Unger se refiere así a este evangelio: “Su autor es Lucas ‘el médico amado’ (Colosenses 4:14; 2 Timoteo 4:11). Se trata de uno que, juntamente con Marcos, fue compañero y colaborador de Pablo, como se ve por las secciones iniciadas en primera persona del plural en Hechos 16:10-11; 20:5; 21:1 . . . Es muy posible que Lucas escribió su Evangelio mientras se hallaba en Cesarea durante el encarcelamiento de Pablo allí (Hechos 27:1)” (p. 520).

Otro comentarista bíblico, Henry H. Halley, agrega: “El énfasis especial de Lucas es la humanidad de Jesús. Al presentarlo como el Hijo de Dios, Lucas muestra la bondad de éste hacia el débil, el que sufre y el marginado.

“Si bien cada uno de los Evangelios estaba dirigido en el fondo a toda la humanidad, Mateo parece que tuvo en mente a los Judíos, Marcos a los romanos y Lucas a los griegos.

“- La cultura judía se construyó en torno a sus Escrituras, nuestro Antiguo Testamento. Por tanto, Mateo apela a las mismas.

“- La civilización romana glorificaba la idea del gobierno y el poder. Por esta razón Marcos llama la atención de una manera particular a los milagros de Jesús como muestra de su poder sobrehumano.

“- La civilización griega representaba a la cultura, la filosofía, la sabiduría, la razón, la belleza y la educación. Por tanto, para atraer a la mente pensadora, culta y filosófica de Grecia, Lucas describe, en una narración clásica, ordenada y completa, la gloriosa belleza y perfección de Jesús, el hombre ideal y universal. Además, hace más referencia a las diversas clases de personas, identificando a mujeres y niños, que ninguno de los otros Evangelios. Luego Juan añadiría su Evangelio a estos tres, a fin de dejar inequívocamente claro que Jesús era Dios en forma humana . . .

“Se piensa que Lucas escribió su Evangelio alrededor del año 60 d.C., mientras Pablo se encontraba en la cárcel de Cesarea, y que compuso el libro de los Hechos en los siguientes dos años, durante el encarcelamiento del apóstol en Roma. (Tanto el Evangelio de Lucas como el libro de los Hechos están dirigidos a la misma persona: Teófilo, y por cierto constituyen una sola obra en dos volúmenes.)

“Su estancia de dos años en Cesarea (58–60 d.C.) proveyó a Lucas de abundantes oportunidades para recoger información precisa y de primera mano tocante a todos los detalles de la vida de Jesús, de los compañeros originales de éste y de los fundadores de la Iglesia: los apóstoles.

“Cesarea estaba a menos de cien kilómetros de Jerusalén. La madre de Jesús quizá se encontrara viva todavía, residiendo en casa de Juan en esta última ciudad. Tal vez Lucas pasó muchas horas con ella, escuchando mientras le contaba los recuerdos que tenía de su maravilloso Hijo. Y Jacobo, obispo de Jerusalén y hermano mismo de Jesús, quizá le brindó a Lucas detalles exactos sobre toda la historia de la vida del Señor” (Manual Bíblico de Halley con la Nueva Versión Internacional,edición Kindle 2011, énfasis nuestro).

Juan, el apóstol amado de Jesús

El último de los cuatro evangelios es muy diferente de los otros. ¿Por qué?

Halley presenta un breve resumen: “Juan subraya de un modo especial la deidad de Cristo. Comienza con su preexistencia y se concentra en la unidad entre Jesús y Dios su Padre. Este Evangelio consta principalmente de discursos y conversaciones de Jesús: presenta lo que él dijo y no tanto lo que hizo”.

El historiador Schaff califica este evangelio como “la producción literaria más importante jamás compuesta”.

Halley más adelante continúa: “El nombre de su padre era Zebedeo (Mateo 4:21) y su madre parece haber sido Salomé (Mateo 27:56; Marcos 15:40); es probable que haya sido una hermana de María, la madre de Jesús (compare con Juan 19:25). Si esto fue así, entonces Juan habría sido primo de Jesús, más o menos de la misma edad que él, y se habrían conocido desde la infancia.

“Juan era un próspero hombre de negocios: uno de los cinco socios de una empresa pesquera que empleaba mano de obra (Marcos 1:16–20). Además de su negocio de pesca en Capernaúm, tenía una casa en Jerusalén (Juan 19:27) y era conocido personal del sumo sacerdote (Juan 18:15–16). Había sido discípulo de Juan el Bautista (Juan 1:35–40), y si era primo de Jesús, como parecen indicar los pasajes anteriormente citados, entonces también estaba emparentado de alguna manera con el Bautista (Lucas 1:36). Se presume que tenía conocimiento de la anunciación por parte de ángeles de los nacimientos tanto de Juan como de Jesús (Lucas 1:17, 32). De modo que cuando Juan el Bautista apareció proclamando que el reino de los cielos se había acercado, Juan, el hijo de Zebedeo, estuvo dispuesto a ponerse de su lado.

“Y sobre la base del testimonio del Bautista, Juan se convirtió en discípulo de Jesús (Juan 1:35–51), siendo uno de los cinco primeros, y regresó con él a Galilea (Juan 2:2–11). Luego, al parecer, volvió a su negocio de pesca; probablemente como un año después, Jesús lo llama a dejar su empresa y a viajar con él de un lado a otro. De allí en adelante estuvo siempre con Jesús y fue testigo ocular de lo que está escrito en este Evangelio.

“Jesús lo apodó [a él y a su hermano] ‘Hijo del Trueno’ (Marcos 3:17), lo que parece indicar que poseía un temperamento vehemente y violento. El incidente en el que prohibió a un extraño que utilizase el nombre de Jesús para echar fuera demonios (Marcos 9:38) y el deseo de pedir que cayera fuego del cielo sobre los samaritanos (Lucas 9:54) son referencias interesantes de su carácter, sin embargo, parece que llegó a controlar su genio. Juan era uno de los tres discípulos que formaban el círculo íntimo de Jesús, y se le reconocía como el más cercano al Maestro. Cinco veces se le menciona como ‘el discípulo a quien Jesús amaba’ (Juan 13:23; 19:26; 20:2; 21:7, 20). Debió de ser un hombre con rasgos de carácter poco comunes.

“Juan y Pedro se convirtieron en los líderes reconocidos de los Doce, y estaban generalmente juntos, aunque las disposiciones de ambos fueran muy diferentes (Juan 20:2; Hechos 3:1, 11; 4:13; 8:14).

“Juan parece haber vivido principalmente en Jerusalén durante algunos años. Según una tradición bien establecida, la última parte de su vida la pasó en Éfeso, donde envejeció. Nada se conoce de sus actividades, en Éfeso escribió su evangelio, tres cartas y posiblemente el Apocalipsis” (énfasis nuestro).

Próxima lección: El nacimiento de Jesucristo