Lección 3 - Trasfondo histórico de los evangelios: Trasfondo de la infancia de Jesucristo

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Lección 3 - Trasfondo histórico de los evangelios

Trasfondo de la infancia de Jesucristo

Así como Mateo entrega muchos detalles sobre el nacimiento de Juan el Bautista, Lucas es quien revela la mayor cantidad de detalles sobre el nacimiento de Cristo. De hecho, al comenzar su evangelio, enfatiza: “Yo también, excelentísimo Teófilo, habiendo investigado todo esto con esmero desde su origen, he decidido escribírtelo ordenadamente” (Lucas 1:3, Nueva Versión Internacional, énfasis nuestro en todo este artículo).

Por ejemplo, nombra al gobernador del Imperio romano, Augusto; al coordinador de empadronamiento y gobernador regional, Cirenio; al rey de Judea, Herodes; y también menciona la razón por la cual José y María debieron salir de Nazaret y quedarse en Belén para el nacimiento de Jesús: el censo romano.

Lucas escribe: “Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta” (Lucas 2:1-5).

Augusto César

Augusto César, el primero de los emperadores romanos, reinó durante 41 años, desde el año 27 a.C. hasta el 14 d.C. Esto quiere decir que gobernó el imperio hasta que Jesús tenía aproximadamente unos 18 años de edad. Augusto César designó y destituyó a los gobernantes de Israel durante todo su reinado. Como muestran los registros históricos bíblicos y también los seculares, Herodes el Grande ya era rey de Judea cuando nació Cristo, pero después de ello solo reinó por un corto tiempo y murió en algún momento entre los años 4 o 3 a.C.

Cirenio y el censo

Con respecto a Cirenio, el historiador romano Tácito indica que era amigo cercano y consejero militar de Augusto César, quien incluso le ordenó educar a su nieto, Gayo César. Su nombre completo era Publio Sulpicio Quirino, y en el año
12 a.C. Augusto lo nombró cónsul romano, el cargo más alto del imperio.

La información sobre el censo realizado bajo Cirenio ha sido motivo de controversia, ya que el historiador judío Josefo lo ubica como gobernante de Siria cuando se llevó a cabo un censo en el año 6 d.C., unos diez años después del nacimiento de Cristo, pero se cree que Cirenio hizo un censo anterior.

“Muchos entendidos quieren traducir las palabras [de Lucas] así: ‘Este empadronamiento fue previo a que fuera Cirenio gobernador de Siria’, como la palabra ‘primero’ se traduce en Juan 1:15; 15:18” (Comentario Exegético y Explicativo de la Biblia, Jamieson, Fausset y Brown, 1967, pp. 135-136).

Sin embargo, aunque no era gobernador en aquel tiempo, Cirenio tenía suficiente autoridad como para supervisar y dirigir el censo en la región de Galilea y Judea.

Más aún, en aquellos días los censos romanos eran una ocurrencia habitual, y los registros históricos indican que Augusto César hizo al menos tres censos en todo el imperio – en 28 a.C., 8 a.C. y 14 d.C. Estos tres censos figuran en The Acts of August [Los hechos de Augusto], una lista de los 35 mayores logros de este emperador que fueron inscritos en su mausoleo. Augusto estaba tan orgulloso de hacer censos periódicos, que los clasificó en la octava posición de la lista.

De hecho, él no solo hacía censos generales en todo su vasto imperio, sino también regionales, como en Egipto y Sicilia. Los objetivos principales para censar a los no ciudadanos en provincias eran los impuestos y el servicio militar. El primer registro de un censo provincial corresponde a la Galia en el año 27 a.C., lo que provocó disturbios y resistencia, como ocurrió en Israel según relata Hechos 5:37.

The Archaelogical Bible [Biblia arqueológica] dice: “Con el establecimiento del imperio, César Augusto creó una burocracia habitual para la realización del censo y la recaudación de impuestos. Las provincias fueron sometidas a pagar impuestos por derecho a sufragar y por bienes raíces. El dinero recaudado se usaba para financiar al ejército, la familia real, los salarios públicos, el mantenimiento de caminos y obras públicas, y también el grano para las masas pobres del Imperio romano. La tarea de cobro de impuestos en las provincias era asignada a empresas privadas de recaudadores de impuestos, llamados publicani [publicanos]. Estos recaudadores de impuestos acumulaban suficiente dinero como para satisfacer las demandas del Estado y también para obtener un beneficio personal. Según refleja el Nuevo Testamento, los publicani eran odiados por el pueblo. La carga tributaria podía ser gravosa e injusta, y los publicani eran considerados traidores codiciosos al servicio de amos extranjeros” (p. 1855).

Curiosamente, se ha descubierto una moneda con la inscripción del nombre de Cirenio como gobernador de Siria y Cilicia, y su fecha confirma el relato bíblico.

El arqueólogo Randall Price afirma: “Cierta evidencia arqueológica reciente ha revelado nuevos detalles acerca del tiempo y el lugar del nacimiento de Jesús. El evangelio de Lucas se refiriere específicamente a un censo decretado por Cirenio, gobernador de Siria.

“Y aunque la evidencia escrita revela que hubo más de un gobernante con este nombre, se ha encontrado una moneda con la inscripción de un tal Cirenio que fue procónsul de Siria y Cilicia desde el año 11 a.C. hasta después del 4 a.C., durante el mismo tiempo en que Jesús nació” (The Stones Cry Out [Las piedras claman], 1997, p. 299).

Respecto al censo, existe un edicto literal del gobierno de Egipto que muestra cómo las personas eran obligadas a regresar a sus lugares de origen. Dice: “Gayo Vibio Máximo, prefecto de Egipto, ordena: ‘Como ha llegado el momento de censar casa por casa, es necesario obligar a todos aquéllos que por cualquier causa residan fuera de sus distritos a que regresen a sus propias casas, para que puedan cumplir con el proceso acostumbrado del censo y también atender diligentemente el cultivo de sus parcelas’”.

En otro documento relacionado con el censo, escrito por un egipcio en 119 d.C., se encuentra la siguiente información: “(1) su nombre y los nombres de su padre, madre y abuelo; (2) su aldea de origen; (3) su edad y profesión; (4) mención de una cicatriz sobre la ceja izquierda; (5) el nombre y la edad de su esposa y el nombre del padre de su esposa; (6) el nombre y la edad de su hijo; (7) los nombres de otros familiares que vivían con él. El documento está firmado por el secretario del pueblo y tres testigos oficiales. Este documento nos da una idea de la clase de datos que José y María debían entregar durante el censo” (Paul Maier, In the Fullness of Time [En la plenitud del tiempo], 1991, p. 4).

¿Una “posada” o un “cuarto de huéspedes”?

Así pues, José y su esposa embarazada, María, hicieron el largo viaje de 128 kilómetros desde Nazaret a Belén, de donde era oriundo José, para que éste fuera registrado oficialmente por los publicanos como ciudadano judío.

El relato bíblico continúa: “y, mientras estaban allí[en Belén], se le cumplió el tiempo. Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada” (Lucas 2:6-7, NVI).

La idea de que José y María se apresuraban en llegar a Belén porque necesitaban con urgencia encontrar un lugar para el inminente alumbramiento, resulta ser solo un mito. El relato dice claramente “mientras estaban allí”, lo que significa que habían llegado a Belén con anticipación, antes de que María estuviera a punto de dar a luz. Sabiamente, habían tomado las precauciones necesarias para llegar con tiempo, y como Belén era la ciudad natal de José y él era descendiente del rey David, es probable que aun tuviera algunos parientes allí.

Expositor’s Bible Commentary (Comentario expositivo de la Biblia)señala: “Si se toma en cuenta que María permaneció tres meses con Elizabet, quiere decir que contaba al menos con tres meses de embarazo. Es posible que [ella y José] hayan descendido [a Belén] durante el último trimestre de su embarazo, cuando las relaciones sociales en Nazaret se habrían vuelto más difíciles. Es probable que se hayan alojado en una habitación llena de gente en la casa de algún pariente pobre, hasta que el nacimiento del bebé los obligó a mudarse para tener más privacidad y espacio” (Notas sobre Lucas 2:6).

Investigaciones recientes indican que el término “posada” mencionado aquí es una traducción incorrecta de la palabra kataluma, que significa “cuarto de huéspedes”. Esta palabra, kataluma,es la misma que utiliza Lucas en otra parte de su evangelio para referirse a la habitación donde Jesús y sus discípulos tomarían la Pascua. La versión de la Biblia Palabra de Dios Para Todos se refiere a ella como parte de una casa: “Al nacer su hijo primogénito, lo envolvió en retazos de tela y lo acostó en el establo, porque no había ningún lugar para ellos en el cuarto de huéspedes” (Lucas 2:6-7).

Aquí hay varias razones que indican que el uso de “posada” en este caso no tiene mucho sentido.

Kenneth Bailey, experto en el Nuevo Testamento, explica: “Primero, Lucas usa [el término griego] pandokheion para designar una posada comercial (Lucas 10:34). Esta palabra común para designar una posada no se encuentra en Lucas 2:6-7.

“Segundo, el único otro uso del sustantivo kataluma en los evangelios se encuentra en Lucas 22:11 (y su pasaje paralelo en Marcos 14:14), donde claramente no se refiere a una  posada.

“Tercero . . . un hombre que regresaba a su pueblo natal hubiera insultado a su familia o amigos al alojarse en una posada.

“Cuarto, aún no hay certeza de que en Belén hubiera una posada comercial . . . las posadas, en aquel entonces como ahora, se hallaban en las carreteras principales. No había ninguna vía romana de importancia que pasara por Belén, y en las aldeas pequeñas y caminos secundarios no había posadas . . .

“Quinto, cualquier tipo de posada es culturalmente inaceptable como lugar de nacimiento para un niño, no solo por cuestión de privacidad, sino también por la profunda convicción de que un parto debe tener lugar en un hogar. El texto no dice que el kataluma no estaba en condiciones, sino que estaba ocupado . . .

“Por último, en 1900 años, las versiones en árabe y siriaco (dialecto arameo local) nunca han traducido kataluma como ‘posada’. Esta traducción es producto de nuestra herencia occidental. [Nota: la traducción siriaca dice: “. . . Donde se quedaron, no había lugar para ellos”].

“El granjero tradicional de Oriente Medio vivía rodeado de la naturaleza y, de hecho, mantenía los animales en su casa al menos por dos motivos: primero, el calor corporal de los animales ayudaba a conservar la tibieza de la casa en invierno; segundo, al albergarlos dentro del mismo recinto, el campesino podía dormir con la confianza de que no se los robarían . . .

“La terraza elevada sobre la cual la familia comía, dormía y vivía, no era ensuciada por los residuos de los animales, los que diariamente eran llevados afuera mientras se aseaba la planta baja donde pasaban la noche . . . La casa era de una habitación, y estaba compuesta de la sala de la terraza, donde vivía la familia, y un nivel inferior con pesebres construidos sobre el suelo. Esta casa tenía una habitación contigua para huéspedes. Este tipo de casa coincide exactamente con lo que dice Lucas 2:7. . . Durante siglos, los campesinos palestinos han nacido en las terrazas elevadas de las casas de familia de una sola habitación. El nacimiento de Jesús no fue diferente” (The Manger and the Inn: The Cultural Background of Luke 2:7[El Pesebre y la posada: El trasfondo cultural de Lucas 2:7], revista Bible and Spade,otoño 2007, pp. 103-106).

Los pastores en el campo

Una vez que Jesús nació como el Hijo de Dios encarnado, ¿a quién llamó Dios Padre a celebrar el evento? No a los ricos y poderosos de la nación, sino a los humildes pastores que estaban cuidando sus ovejas en medio de la noche. Algunos rabinos incluso menospreciaban a los pastores por considerarlos “impuros” debido a su trabajo sucio; pero con Dios no sucede así.

Expositor´s Bible Commentary dice: “El pastoreo ocupaba un lugar muy insignificante entre todos los oficios. Los pastores eran considerados indignos de confianza y su trabajo los hacía ceremonialmente impuros. Así, la implicancia más obvia es que el evangelio llegó en primer lugar a los marginados sociales de la época de Jesús” (Notas sobre Lucas 2:9).

Observe que el relato menciona que los pastores estaban en el campo cuidando sus rebaños durante la noche, algo que solo hacían hasta principios del mes de octubre, cuando la llegada del tiempo frío los obligaba permanecer en las casas y a encerrar sus rebaños en los corrales.

“Y en vista de que estos pastores aún no habían encerrado sus rebaños, se puede argumentar que octubre todavía no había comenzado y que, en consecuencia, nuestro Señor no nació un 25 de diciembre, cuando los rebaños ya no estaban en los campos; tampoco pudo haber nacido más allá de septiembre, pues los rebaños aún estaban en los campos por la noche. Este solo hecho debería echar por tierra el concepto de que Jesús nació en diciembre” (Adam Clarke’s Commentary  [Comentario de Adam Clarke]).

Además, según los registros, el censo romano nunca se llevaba a cabo durante el invierno, pues la lluvia y el frío impedían el desplazamiento masivo y necesario de la población. En cambio, se realizaba durante el otoño, después de recoger la cosecha, cuando la gente estaba descansada y el clima cálido aún permitía viajar con facilidad.

El historiador Werner Keller hace la siguiente observación: “De acuerdo a toda la información existente, el clima de Palestina no ha cambiado significativamente en los últimos 2.000 años . . . Belén está paralizada por el frío en época de Navidad, y en la Tierra Prometida no debe haber habido ningún tipo de ganado expuesto a esas temperaturas en el campo. Este hecho se ve confirmado por un comentario en el Talmud, el cual afirma que en esa zona los rebaños empezaban a pastar en marzo y eran guardados a principios de noviembre. Permanecían a la intemperie durante casi ocho meses” (The Bible As History [La Biblia como historia], Werner Keller, 1981, pp. 331-332).

Mientras los pastores miraban asombrados, “repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:13-14).

La visita al templo

Después de su nacimiento, Jesús fue circuncidado según la ley de Dios. En la ceremonia de la circuncisión se pronunciaba formalmente el nombre del bebé. Leemos: “Cumplidos  los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, el cual le había sido puesto por el ángel antes de que fuese concebido” (Lucas 2:21).

En hebreo, el nombre Jesús significa “Salvador”, y Cristo  significa “el Ungido” (Mesías), que es su título oficial. Luego, 40 días después de su nacimiento, lo llevaron a Jerusalén conforme a la ley de purificación (Levítico 12:6; Lucas 2:22). Una vez en el templo, José y María ofrecieron un par de tórtolas como sacrificio.

El comentarista bíblico William Barclay señala: “La ofrenda de dos palomas, en lugar de un cordero y una paloma, se conocía técnicamente como La Ofrenda de los Pobres, y fue la que María entregó. Una vez más vemos que Jesús nació en una casa común, una casa que carecía de lujos y en la cual cada centavo contaba, una casa donde los miembros de la familia conocían muy bien la inquietante incertidumbre de la vida y lo difícil que era llegar a fin de mes. Cuando nuestra propia vida nos parezca abrumadora, debemos recordar que Jesús sabía muy bien lo difícil que era ganarse el sustento” (Daily Study Bible [Biblia de estudio diario]).

Dos cosas asombrosas sucedieron mientras estaban en el templo. En concordancia con el principio bíblico “por boca de dos o tres testigos se decidirá todo asunto” (2 Corintios 13:1), dos testigos se presentan en el templo para proclamar que Jesús es el verdadero Mesías.

En primer lugar, Simeón, un hombre justo, había recibido una visión de Dios en la cual le fue revelado que no moriría antes de ver al Mesías. Cuando Jesús llegó al templo, Simeón fue guiado por el Espíritu de Dios para ir hasta allá y ver al niño. Cuando lo vio, lo tomó en sus brazos y los bendijo a todos, diciéndole a María: “He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones” (Lucas 2:34-35). Simeón predijo que el ministerio de Jesús estaría lleno de controversia, y que su muerte cruel causaría aflicción al corazón de María.

Luego aparece Ana, una anciana profetisa, y también da su testimonio. “Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén. Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él” (Lucas 2:38-40).

Los sacerdotes solían registrar la genealogía de los niños mientras se hallaban en el templo y debieron haber notado que Jesús era un descendiente directo de David por ambos lados de la familia, lo cual indudablemente era un gran honor.

Herodes, un tirano enloquecido por los celos

Mientras todo esto ocurría, un furibundo Herodes conspiraba para matar a Jesús.

Leemos en el relato de Mateo: “Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él” (Mateo 2:1-3).

Los magos eran por lo general grandes conocedores de la ciencia y asesoraban a los reyes, y tal fue la labor que Daniel cumplió en Babilonia. Generalmente eran bien instruidos en asuntos de astronomía, calendarios y medicina.

“Los magos probablemente eran de Persia [Babilonia], o del sur de Arabia, al oriente de la Tierra Santa. Herodes se ‘perturbó’ por el anuncio de los magos, porque sabía que él no era el legítimo heredero al trono de Israel, ya que había usurpado el poder aliándose con Roma. La visita de los magos le hizo temer la posibilidad de que fuerzas invasoras de Oriente se unieran a otros en Israel, para derrocarlo y establecer un rey del linaje real del Mesías esperado. Los líderes religiosos se habían alineado políticamente con Herodes, y si su posición de poder se veía amenazada, también peligraba la de ellos” (The Archaelogical Bible, p. 1560).

Herodes entonces les preguntó si habían visto la estrella, y les pidió que le dijeran dónde vivía el niño para que también él pudiera ir a adorarle. Por supuesto, Herodes no tenía ninguna intención de adorar a Cristo, sino de matarlo, y por eso quería saber su ubicación exacta en Belén.

En su libro Word Pictures (Palabras en imágenes), A.T. Robertson describe el carácter despiadado de Herodes: “Los que están familiarizados con la historia de Herodes el Grande relatada por Josefo, pueden entender bien el significado de estas palabras. Herodes, airado a causa de sus rivalidades familiares y celos, eliminó a los hijos de (su segunda esposa) Mariamna, a ella misma, y ​​a Antípater, otro hijo que fuera una vez su heredero, además del hermano y la madre de Mariamna y su abuelo Juan Hircano II. Había hecho un testamento tras otro y ahora sufría una enfermedad mortal, y su furia era inmensa por lo sucedido con los magos. Herodes mostró su nerviosismo y todo el pueblo estaba molesto (y aterrado), pues la gente sabía muy bien de lo que era capaz cuando se enfurecía por sus planes fracasados. Macrobio, el historiador romano, señala (en su libro Saturnalia [Saturnales], II. iv. II) que Augusto había dicho que  era mejor ser un cerdo (hus) de Herodes que un hijo (huios) suyo, pues el animal tenía más posibilidades de vivir [ya que en Israel no se comía carne de cerdo y Herodes tampoco la consumía]”.

¿Quién estaba detrás de los celos patológicos de Herodes? La Biblia revela que era nada menos que el mismo Satanás. Leemos en Apocalipsis: “Y el dragón se paró delante de la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo cuando ella diera a luz. Y ella dio a luz un hijo varón, que ha de regir a todas las naciones con vara de hierro…[y] el gran dragón . . . que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:4-5, 9). Satanás estaba usando a Herodes para tratar de asesinar a Jesús pero, como siempre, Dios terminó frustrando sus malignos planes.

Expectativa por la venida del Mesías

Dicho sea de paso, en esa región del mundo había un ambiente de expectación por la posible venida de un Salvador. Una de las razones era el conteo y el cumplimiento de la profecía de las 70 semanas de Daniel, quien dijo: “Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos” (Daniel 9:25). La traducción literal de “70 semanas” es “setenta sietes”, o setenta veces siete. En la profecía bíblica, un día representa un año (Números 14:34; Ezequiel 4:6). Al multiplicar siete semanas por 70 da como resultado 490, es decir, el número de años que abarca esta profecía. La fecha más aceptada como su punto de partida es el decreto del rey Artajerjes en el año 457 a.C. para reconstruir Jerusalén.

Vemos entonces que en ese momento había una creencia generalizada sobre la aparición del Mesías. Incluso Suetonio, el historiador romano, escribió: “Se había diseminado por todo el Oriente una antigua y arraigada creencia: que, según la profecía, en aquel tiempo surgirían de Judea hombres que gobernarían el mundo. Esta profecía . . .
los judíos la adoptaron para sí mismos y, como consecuencia, se rebelaron” (Lives of the Caesars [Vidas de los Césares], Vespasiano, libro IV:5).

Tácito, otro historiador romano, añade: “Había una firme convicción . . . de que en ese mismo tiempo, Oriente alcanzaría un gran poder, y los gobernantes procedentes de Judea establecerían un imperio universal” (Histories[Historias], Tácito, 5:13).

Josefo también señala: “Por ese entonces, uno de su país se convertirá en gobernador de toda la tierra habitable” (Wars of the Jews [Guerras de los judíos], 6:5:4).

La visita de los magos

Los magos continuaron su viaje, y leemos: “Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo” (Mateo 2:9-10).

Sin embargo, esta estrella que “se detuvo sobre donde estaba el niño” claramente no era un cometa ni una conjunción astronómica de estrellas o planetas, ya que ningún astro podía ir “delante de ellos” y luego detenerse “sobre el lugar donde estaba el niño”.

En todo el Antiguo y el Nuevo Testamento una estrella puede simbolizar un ángel, como leemos en Job 38:7 y Apocalipsis 1:20. La explicación más probable es que un ángel, en todo el esplendor de su gloria, condujo a los magos al lugar preciso donde estaba Jesucristo. Pudo haber sido, como se explicó anteriormente, la misma casa donde él nació, que probablemente era de un familiar de José.

¿Qué pasó después? “Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra” (Mateo 2:11).

Estos regalos eran extraordinariamente costosos en aquellos días pero, a la vez, los más apropiados para el nacimiento de un rey. José pudo haber utilizado esa riqueza para financiar su huida a Egipto. Dado que los sabios no podían leer la mente ni las intenciones traicioneras de Herodes, Dios intervino, según menciona el relato: “Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino” (Mateo 2:12).

Próxima lección: La juventud de Cristo y el ministerio de Juan el Bautista.