La Biblia y la astronomía

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La Biblia y la astronomía

Por ser la palabra de Dios, es evidente que la Biblia tiene que ser ver­dad. No obstante, en los últimos siglos algunos eruditos y cientificos han hecho descubrimientos que, analizados a la ligera, parecen contra­decir a la Biblia. Tales descubrimientos han causado cierto estremeci­miento en el mundo cristiano.

Un ejemplo de esto fue el descubrimiento del astrónomo polaco Ni­colás Copérnico, quien a principios del siglo xvi llegó a la conclusión de que en el mundo occidental habia un concepto equivocado acerca del universo. En la Edad Media se consideraba como articulo de fe que la Tierra era el centro del universo, alrededor de la cual giraban los demás cuerpos celestes. Siglos después, el historiador William Manchester es­cribió: “ [Se creia que] el mundo era un disco estacionario alrededor del cual giraba el Sol, y . . . el resto del cosmos comprendia la gloria, que se encontraba sobre los cielos y en la cual moraban querubines, y el infier­no, que ardia en las profundidades del suelo europeo. Todos creian eso; de hecho, lo sabian” ( A World Lit Only by Fire [“Un mundo alumbrado sólo por fuego”], 1993, p. 89).

Después de años de estar observando los cielos y consultando ta­blas matemáticas, Copérnico llegó a una conclusión completamente diferente. Descubrió que la Tierra no es un disco alrededor del cual gira el Sol, sino una esfera que viaja alrededor del Sol. Su descubri­miento perturbó y alarmó a muchos dirigentes religiosos.

Para los intelectuales de la Edad Media este concepto fue tan bien­venido como la peste bubónica. Después de que Copérnico presentó la prueba a los dirigentes de la educación y la religión, su recompensa fueron las burlas y el ridiculo. La iglesia oficial calificó a Copérnico de apóstata por desafiar la sabiduria general de la época.

¿Cómo se inició este conflicto? La iglesia habia adoptado las ideas de Tolomeo, astrónomo griego del segundo siglo que vivió en Egipto. Tolomeo habia declarado que nuestro planeta era el centro del universo (ibídem, p. 116).

Tolomeo estaba en lo correcto en un punto importante. Al parecer, él “sabia que la Tierra era una esfera . . .” (Carl Sagan, Pale Blue Dot [“Punto azul pálido”], 1994, p. 17). Otros ya habian deducido esto an­tes. “Más de 300 años antes del nacimiento de Cristo, Aristóteles habia determinado que el planeta debia ser una esfera; después de un eclipse él habia explicado que sólo un orbe podia proyectar una sombra circu­lar sobre la Luna” (Manchester, ob. cit., p. 230).

La religión organizada del segundo siglo aceptó el concepto geocéntrico de Tolomeo, pero finalmente rechazó su creencia de que la Tierra era esférica. En lugar de eso, los teólogos escogieron “apoyar las absurdas afirmaciones geográficas de Topographia Christiana, un tratado de Cosmas, monje del siglo sexto . . . quien . . . sostenia que el mundo era un plano rectangular . . .” (ibídem).

Más adelante, otros se unieron a la “herejia” de Copérnico. Ga­lileo, fisico, matemático y astrónomo italiano, confirmó los descubri­mientos de Copérnico, pero se retractó so pena de tortura. Sin embargo, los descubrimientos de estos dos pioneros de la investigación cientifica no podian ser suprimidos para siempre. El resultado fue que la iglesia empezó a perder la gran influencia que ejercia sobre la gente. El des­cubrimiento de Copérnico desencadenó la crisis más grande que las autoridades religiosas de la Edad Media tuvieron que enfrentar acerca de su propia credibilidad. En defensa de su posición, presentaron opi­niones humanas, las cuales podian ser desmentidas —y de hecho lo fueron— por la observación y los experimentos cientificos.

La creencia en la Biblia y en la autoridad eclesiástica nunca más seria la misma. Ahora habia empezado un movimiento que, según el parecer de muchos, terminaria desacreditando las Escrituras como una fuente legitima de autoridad.

Interpretaciones erróneas

En realidad, la Biblia no podía ser refutada. Lo que sufrió descrédi­to fueron las interpretaciones erróneas que el hombre había agregado a ciertos pasajes. No fue la Biblia la que sufrió la corrección, sino lo que los hombres suponían acerca de lo que dice la Biblia.

El concepto erróneo de Tolomeo había sido introducido en la teo­logía durante el segundo siglo. No existe prueba de que Jesús o los apóstoles creían en este concepto del universo. A partir del segundo siglo, y debido a una interpretación errónea de varios pasajes bíblicos, las autoridades religiosas estuvieron equivocadas acerca del lugar que ocupaba nuestro planeta en el universo. No entendieron correctamente Salmos 93:1, en el cual se dice que Dios “afirmó también el mundo, y no se moverá”. Este versículo no se contrapone al hecho de que Dios puso a la Tierra en una órbita solar.

Podríamos decir que este versículo comprueba lo que el hombre ha aprendido de su estudio de la astronomía: que el movimiento de la Tierra es fijo y previsible. Dios puso a la Tierra en su órbita alrededor del Sol y ella no se extraviará en los cielos porque Dios determinó su órbita y él controla las fuerzas que la mantienen en su lugar.

Un libro adelantado a su tiempo

Los eruditos que al principio del Renacimiento (en el siglo xv) finalmente lograron entender la estructura del sistema solar, se encon­traban muy atrasados en el conocimiento básico del universo que con­tenía la Biblia. Uno podría preguntarse cómo fue posible que la gente permaneciera en esa ignorancia por tanto tiempo. Tenemos que darnos cuenta de que en los primeros siglos de la Edad Media —conocidos también como la Edad del Oscurantismo— el hombre se hundió en un marisma intelectual y moral que se prolongó del año 400 al 1000.

Durante ese período “la vida intelectual . . . desapareció de Europa. Aun Carlomagno, el . . . más grande de todos los reyes medievales, no sabía escribir”. Fue un período de “ignorancia casi impenetrable” (Manchester, ob. cit., p. 3).

El conocimiento de que la Tierra no es el centro del universo tardó en ser aceptado. En algunos lugares los dirigentes religiosos se negaron a admitir la nueva verdad por más de 300 años después de los descu­brimientos de Copérnico. En toda la cristiandad se tuvieron temores porque muchos creían que la realidad astronómica ponía en duda la veracidad de la Biblia. Sin embargo, la realidad era que la Biblia estaba en lo correcto y lo que andaba mal era la interpretación que esos diri­gentes religiosos le habían dado. Los hechos comprobados de la ciencia no chocaban con lo que decía la Biblia.

La edad del universo

El concepto equivocado que el hombre tenía acerca de la configu­ración del universo fue la primera disputa gigantesca que puso a los científicos en contra de la religión. Después surgieron otras contro­versias; una de las que causó discusiones muy acaloradas tuvo que ver con la edad del universo.

Los astrónomos ven pruebas de que el universo tiene miles de mi­llones de años y por lo general creen que vino a la existencia hace unos 10 ó 20 mil millones de años a raíz de una gran explosión. Por otra parte, algunos que interpretan la Biblia en forma literal afirman dog­máticamente que el universo tiene solamente 6000 años. Llegan a esta conclusión al basar sus cálculos en las referencias cronológicas que se encuentran en el Génesis y en otros libros de la Biblia.

Los astrónomos están en lo correcto al responder que tal afirmación carece de pruebas. Ellos presentan datos obtenidos de la observación del universo a través de potentes telescopios, y tales datos apoyan su punto de vista. Uno de ellos pregunta: “¿Cómo es que existen cuerpos astronó­micos que se encuentran a más de 6000 años luz de distancia?” (Sagan, ob. cit., p. 28). Un año luz es la distancia que recorre la luz en un año, a una velocidad de aproximadamente 300 000 kilómetros por segundo.

Es obvio que en este asunto hay varios “años luz” que separan a algunos religiosos de los científicos. Tales religiosos niegan la validez de estos argumentos diciendo que la aparente edad del universo (y de los fósiles y las pruebas geológicas de la tierra misma) es sencillamente parte de una “apariencia de antigüedad” que Dios le dio al universo al momento de crearlo. Mucha gente, incluso algunos teólogos, responden que esto plantea el problema de un Dios que participa en el engaño.

Pero las discusiones salen sobrando. La verdad es que la Biblia no contradice las pruebas científicas y la ciencia no refuta el relato bíbli­co. Lo que muchos de los que debaten este tema no tienen en cuenta es que la Biblia simplemente no dice cuándo fue creado el universo.

Según la Biblia, Adán fue el primer hombre (1 Corintios 15:45; 1 Crónicas 1:1), y al sumar las edades que se dan en las genealogías bíblicas se obtiene un resultado de cerca de 6000 años desde la crea­ción de Adán. No obstante, la Biblia en ninguna parte dice que el hom­bre y el universo fueron creados al mismo tiempo. La Biblia sencilla­mente no habla de la edad del universo; bien pudo haber sido creado hace 10 ó 20 mil millones de años. El concepto de una gran explosión no es más que una teoría popular que se ha formulado para explicar la creación de tan vasto y magnificente universo sin reconocer que, como lo asegura la Biblia, fue Dios quien lo creó de la nada. Quienes defien­den esta teoría aceptan que el universo vino a existir en un momento determinado, pero no pueden explicar de dónde provino la materia que supuestamente estalló cuando se produjo esa gran explosión.

Por otra parte, y muy probablemente sin darse cuenta, en cierto aspecto corroboran lo que la Biblia claramente dice: que la creación se llevó a cabo en un momento específico.

En el principio

Abramos la Biblia en el primer capítulo del Génesis y veamos qué es lo que realmente dice acerca de la creación: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (Génesis 1:1-2).

Lo primero que se menciona aquí es el acto inicial de la creación de Dios, pero no se especifica el momento exacto en que se llevó a cabo. Lo que sí se puede comprobar, al estudiar otros pasajes, es que entre los versículos 1 y 2 algo sucedió que causó que la Tierra estuviera “desordenada y vacía”. Refiriéndose a la Tierra, en Isaías 45:18 leemos que Dios “no la creó caótica, sino que para ser habitada la plasmó” (Biblia de Jerusalén). Esto nos indica una diferencia de tiempo entre la creación inicial descrita en Génesis 1:1 y los sucesos que llevaron a la creación del hombre (a partir del versículo 2). Tal parece que en ese intervalo algo sucedió que la dejó en un estado de destrucción y caos.

No se nos dice cuándo se efectuó la creación inicial, pero la Biblia nos da indicios de que después de la creación original hubo una des­trucción general causada por la rebelión de Lucero, quien vino a ser Satanás (Isaías 14:12-15). Así, Génesis 1:3-25 parece ser más bien la descripción de una renovación de la Tierra poco antes de la creación del hombre (Salmos 104:30). Las genealogías bíblicas nos señalan que esto sucedió hace aproximadamente 6000 años, pero la Biblia en nin­guna parte menciona la fecha en que Dios creó a Adán y a Eva.

Las Escrituras nos revelan que antes de todo esto no existía la crea­ción física: ni Tierra, ni sistema solar, ni galaxias. El apóstol Pablo se refiere a ese tiempo como “antes del principio de los siglos” (Tito 1:2). Luego, por medio de un mandato divino, Dios creó el universo.

La ciencia nos dice algo parecido: “En estos días la mayoría de los cosmólogos y astrónomos respaldan la teoría de que en realidad hubo una creación . . . cuando el universo físico vino a existir en una tremen­da explosión . . . El universo no siempre existió” (Paul Davies, God and the New Physics [“Dios y la nueva física”], 1983, pp. 10-11).

¿Por qué fue creado el universo?

La ciencia por sí sola no puede decirnos por qué existen la Tierra y toda la creación física. Carl Sagan escribió: “Por qué ocurrió es el miste­rio más grande que conocemos” (Cosmos, 1980, p. 246). ¡Pero la Biblia sí nos dice por qué! “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fue­ron creadas” (Apocalipsis 4:11). Salmos 115:16 agrega: “Los cielos son los cielos del Eterno; y ha dado la tierra a los hijos de los hombres”.

Dios creó todas las cosas y apartó la Tierra para morada del hom­bre; es aquí donde está llevando a cabo su propósito divino. Su maravi­lloso plan es finalmente “llevar muchos hijos a la gloria” (Hebreos 2:10), es decir, ofrecerles a todos los seres humanos la oportunidad de ser hijos de Dios por medio de Jesucristo. Esta es la maravillosa razón por la que Dios creó el universo con su palabra (Salmos 33:9). La Biblia explica el plan divino con muchos detalles, así como lo que el plan representa para nosotros. (Si desea una explicación más amplia de este plan, le recomen­damos el folleto gratuito Nuestro asombroso potencial humano.)

La descripción bíblica del origen de todas las cosas es verdad. En respuesta a la declaración de que Dios en el principio había creado los cielos y la Tierra, un científico escéptico dijo: “Pero nadie estaba allí para verlo” (Davies, ob. cit., p. 9). Esto no es verdad: Dios estaba allí. Desde luego no estaba presente ningún ser humano para refutarlo, y no hay nadie que pueda refutarlo hoy día. Ningún hombre o mujer ha refutado la Biblia; en cambio, existen innumerables pruebas de su veracidad.