Preparémonos para el tiempo del fin

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Preparémonos para el tiempo del fin

Aproximadamente una cuarta parte de la Biblia es profecía, y mucho de lo que nos dice está estrechamente relacionado con los acontecimientos que cambiarán este mundo para siempre. La Biblia nunca pasa de moda; es un libro que siempre está vigente.

No existe nada en las Escrituras que podamos aplicar más literalmente a los acontecimientos mundiales que la profecía del monte de los Olivos, registrada en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21. En estos pasajes, Jesús nos exhorta para que estemos vigilando siempre nuestra condición espiritual. Él resume y describe perfectamente las condiciones que existirán inmediatamente antes de su segunda venida. ¿Qué es lo que debemos hacer —y no hacer— a medida que ese tiempo se acerca?

Después de describir la caótica condición en que el mundo se encontrará cuando él regrese, Jesús dijo: “Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre” (Marcos 13:32).

El hecho de que no sepamos exactamente el día ni la hora no quiere decir que no tengamos que vigilar lo que está pasando en el mundo. Veamos las instrucciones que Jesús les dio a sus discípulos en el siguiente versículo: “Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo” (v. 33).

Después se comparó a sí mismo con un hombre que viajó lejos y dejó a sus siervos encargados de cuidar su casa y sus propiedades. Al portero le ordenó que “velase” hasta que él regresara. Por segunda vez, Jesús les instó a sus discípulos: “Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa . . .” (v. 35).También les advirtió que no se fueran a quedar dormidos, y por tercera vez les hizo ver la importancia de su tarea: “Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad” (v. 37).

En el relato de Lucas se nos hace énfasis en la necesidad de vigilar nuestra conducta personal, en el hecho de que Jesús nos dice que debemos ser diligentes y mantener nuestra casa espiritual en orden, y nos señala exactamente la clase de distracciones que debemos evitar: “Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá [el retorno de Jesucristo y el fin de esta era] sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra” (Lucas 21:34-35).

Jesús nos dice que la gran mayoría de las personas serán tomadas por sorpresa. No estarán despiertas espiritualmente y tampoco estarán al tanto de los acontecimientos y circunstancias que se estarán presentando. Jesús no quiere que a sus siervos les pase lo mismo. Por eso nos dice en el versículo 36: “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre”.

Al exhortarnos acerca del día del Señor, el apóstol Pedro escribió: “Puesto que todas estas cosas han de ser desechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir!” (2 Pedro 3:11). Él hace hincapié en la necesidad de estar preparados personal e individualmente para la segunda venida de Jesucristo.

Protección para algunos de los siervos de Dios

Uno de los aspectos más animadores y estimulantes de este tema es saber que Dios ha prometido vigilar y cuidar a su pueblo en esta época de tribulación sin precedentes en la historia. Jesús dijo que no hay nada malo en querer evitar los sufrimientos de los desastres del tiempo del fin. De hecho, él nos animó a estar en guardia, despiertos, vigilando nuestra condición espiritual y los acontecimientos del mundo, y orando fervientemente que seamos tenidos por dignos de escapar de la devastación que vendrá, si es que ésta ocurre cuando aún estamos vivos.

De la misma manera en que ocurrió en los días de Noé y de Lot, Dios ha prometido que muchos de sus fieles serán protegidos durante estos tres años y medio. Pedro explicó que “sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio” (2 Pedro 2:9).

Aunque Satanás con toda su ira tratará de destruir al pueblo de Dios, Dios va a proveer una vía de escape para muchos de ellos en esos tiempos tan peligrosos (Apocalipsis 12:13-17). Jesús ha prometido cuidar y proteger a aquellos que le sirvan fielmente durante esa época: “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra” (Apocalipsis 3:10).

En Apocalipsis 7 leemos que los siervos de Dios son sellados y protegidos de los desastres que van a ocurrir: “Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar, diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios” (vv. 2-3).

¿Quiénes son estos siervos de Dios? Veamos cómo se les describe más adelante en este mismo libro. Ellos son “los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17); “los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:12); y aquellos que “guardan sus Mandamientos, para que tengan derecho al árbol de la vida. . .” (Apocalipsis 22:14, Nueva Reina-Valera).

La Biblia nos dice que aquellos que guardan los mandamientos de Dios y tienen la fe de Jesús son el pueblo de Dios. (Si desea más información acerca de los mandamientos de Dios y de la gente que forma su Iglesia, no vacile en solicitarnos, completamente gratis, los folletos titulados Los Diez Mandamientos y La Iglesia que edificó Jesucristo.)

La profecía nos revela que, desafortunadamente, no todo el pueblo de Dios va a ser protegido en el tiempo del fin. Jesús predijo que al final de los tiempos parte de su Iglesia no estaría espiritualmente lista para su regreso. En Mateo 25, la parábola de las 10 vírgenes nos indica que algunos de su pueblo van a descuidar su estado espiritual y no estarán listos cuando el novio, Jesucristo, venga para desposarse con su novia, la Iglesia. Él finaliza esta parábola diciéndonos: “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir” (Mateo 25:13).

Fuera de los que descuiden su condición espiritual, Jesús también nos dice que algunos sufrirán persecución y martirio por ser instrumentos escogidos de Dios (ver, por ejemplo, Mateo 10:16-25; Marcos 13:9-13; Lucas 21:12-19; Juan 15:18-21; Juan 16:1-4; comparar con Hebreos 11).

Vemos, pues, que cuando llegue el tiempo del fin algunos del pueblo de Dios serán protegidos de la persecución de Satanás, en tanto que otros tendrán que soportar toda su ira (Apocalipsis 6:9-11; Apocalipsis 12:14, Apocalipsis 12:17).

Un tiempo para estar velando

Aunque el tiempo del fin es un período de tribulación sin precedentes en la historia, también es la antesala del Reino de Dios. El apóstol Pablo nos da una perspectiva maravillosa para podernos preparar para este tiempo, no importa si ocurre mientras estamos vivos o no: “Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él. Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis” (1 Tesalonicenses 5:4-11).

El conocimiento que Dios nos ha dado con respecto a los últimos días debe animarnos y llenarnos de consuelo. Las buenas noticias son que si nos preparamos espiritualmente, este puede ser un período de confianza, esperanza y gozo que nos conduzca inexorablemente al maravilloso Reino de Dios.