Oro, plata, diezmos y pasajes aéreos

Usted está aquí

Oro, plata, diezmos y pasajes aéreos

Los últimos años me han enseñado que la vida da giros inesperados. En 2011 se me pidió pastorear algunas iglesias en La Florida, Estados Unidos, lo cual fue para mí toda una sorpresa. Y aunque no me sentía calificado para servir en dicha capacidad, realmente no había ninguna otra respuesta que “sí”: la situación lo exigía.

Dios nos da oportunidades de aprender, y en el proceso nos damos cuenta de que él provee todo lo que necesitamos. Aprendemos a estar listos para servir de cualquier manera que él nos pida, poniendo nuestra fe en él y dejándonos guiar por su Espíritu. Nos damos cuenta de que si no buscamos su guía para dirigir nuestros senderos, fracasaremos. Tanto para mi esposa como para mí, atender a la gente de nuestra área y servir a Dios de esta manera ha sido la experiencia más increíble y gratificante de nuestras vidas.

El verano pasado, cuando se me pidió servir como tesorero de la Iglesia, fue como repetir la experiencia nuevamente. Es un placer trabajar con el equipo de la oficina central para servirlos a ustedes y a Dios, mientras él dirige su obra y cubre nuestras necesidades para cumplir con la comisión que nos ha encomendado.

El mayordomo fiel

Usted probablemente está esperando que este artículo tenga algo que ver con asuntos financieros. En realidad, el dinero y las finanzas son una parte importante de la obra, así como también de nuestra vida personal. Hay muchos principios económicos en la Biblia, y Dios observa cómo manejamos lo que él nos entrega, esperando que seamos mayordomos fieles.

En 2 Crónicas 26:5 vemos uno de estos principios financieros: “Y [Usías] persistió en buscar a Dios en los días de Zacarías . . . y en estos días en que buscó al Eterno, él le prosperó”. Debemos buscar la voluntad de Dios todos los días, junto con ocuparnos en los negocios de nuestro Padre, queriendo agradar a Dios en todo, tal como lo hizo Jesucristo (Juan 8:29).

Él nos pone en su Cuerpo para que crezcamos y nos desarrollemos, y cada miembro es necesario y contribuye al funcionamiento efectivo del Cuerpo (Efesios 4 y 1 Corintios 12). Estamos aquí para animarnos y exhortarnos mutuamente a utilizar los talentos y habilidades que Dios nos ha dado.

Cada uno de nosotros también tiene un papel importante en las finanzas de la Iglesia. La obra se financia gracias a las constantes ofrendas, diezmos y sacrificios de los miembros, colaboradores y donantes. Todos ellos son importantes, y Dios se complace en sus fieles diezmos y ofrendas.

Ofrendas inesperadas

En solo tres meses en el trabajo, me he sentido muy alentado e impresionado por la generosidad y el ingenio del pueblo de Dios. Los diezmos, ofrendas, ofrendas de los días santos, y otras donaciones, no solo han sido consistentes o han superado los niveles presupuestados, sino que también hemos recibido algunos aportes menos convencionales.

Me han dicho que, por primera vez en mucho tiempo, hemos recibido unas cuantas donaciones de acciones. Así es: acciones de diversas empresas. Me enteré de que tenemos disponible un corredor de bolsa que convirtió dichas acciones en dinero efectivo, para ser utilizado en la obra.

Además, recientemente hemos sido beneficiados con fondos provenientes de ciertas herencias. Algunos miembros han incluido a la Iglesia en sus testamentos, y como resultado hemos recibido generosas donaciones. Es alentador saber que la obra de Dios es tan importante para algunas personas, que se toman el tiempo de incluir a la Iglesia en sus legados finales, y siguen contribuyendo a ella incluso después de su fallecimiento. Me recuerda el versículo en Hebreos 11:4 “Y muerto, aún habla por ella”.

Recientemente, un miembro nos escribió y donó una gran cantidad de millas aéreas que había acumulado como viajero frecuente. Él dijo que no tenía intención de usarlas y preguntó si podían ser utilizadas en la obra. Hasta el momento, esas millas aéreas han hecho posible financiar vuelos valorados en más de 1500 dólares.

¡Que alentador es ver el deseo de dar a Dios en los corazones de su pueblo! Y en el proceso de dar, nos encontramos con otro principio financiero.

Otro principio financiero

¿Se acuerda de la alegría de David y del pueblo de Israel cuando contribuyeron voluntariamente para la construcción del templo? “Y dieron para el servicio de la casa de Dios cinco mil talentos y diez mil dracmas de oro, diez mil talentos de plata, dieciocho mil talentos de bronce, y cinco mil talentos de hierro . . . Y todo el que tenía piedras preciosas las dio para el tesoro de la casa del Eterno, en mano de Jehiel gersonita . . . Y se alegró el pueblo por haber contribuido voluntariamente; porque de todo corazón ofrecieron al Eterno voluntariamente”(1 Crónicas 29:7-9, énfasis nuestro en todo este artículo).

Dios se complace mucho cuando ve nuestros corazones puestos en su obra. Cuando David vio la alegría del pueblo aquel día, se llenó de gozo y le pidió a Dios que les ayudara a preservar esa actitud: “Oh Eterno Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos preparado para edificar casa a tu santo nombre, de tu mano es, y todo es tuyo . . . Yo sé, Dios mío, que tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te agrada; por eso yo con rectitud de mi corazón voluntariamente te he ofrecido todo esto, y ahora he visto con alegría que tu pueblo, reunido aquí ahora, ha dado para ti espontáneamente . . .
Eterno, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel nuestros padres,conserva perpetuamente esta voluntad del corazón de tu pueblo, y encamina su corazón a ti” (1 Crónicas 29:16-18).

Comprometámonos a dedicarle nuestro corazón a Dios, y a llevar a cabo la comisión que nos ha encargado. Hoy en día no hay obra más importante sobre la Tierra que la obra de Dios, la cual llevamos a cabo mientras él prepara a su pueblo y en tanto el evangelio del Reino de Dios venidero es anunciado a todo el mundo, para testimonio a todas las naciones.

Damos gracias a Dios por su pueblo y por sus generosos diezmos y ofrendas. Ojalá que todos podamos seguir sirviendo a Dios y mostrando nuestra dedicación a él, pidiéndole sin cesar que guíe los esfuerzos y la dirección de su Iglesia, para que se haga su voluntad.