El juicio, la misericordia y la fe

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El juicio, la misericordia y la fe

Acabamos de concluir una de las reuniones más inspiradoras de la Conferencia General de Ministros de los últimos tiempos. 641 personas asistieron a los servicios sabáticos, y alrededor de 7000 hermanos alrededor del mundo se conectaron con nosotros por medio de Internet. Los sermones y la música especial fueron muy bien recibidos, según los comentarios que escuchamos. La inspiradora atmósfera y camaradería de los asistentes continuaron durante los dos días subsiguientes. Algunos miembros de la administración y del Consejo de Ancianos dieron excelentes discursos, y tal vez lo más sobresaliente fueron las discusiones interactivas en las mesas redondas del domingo por la tarde.

Si bien recuerdan, el tema de la conferencia fue “Juicio, misericordia y fe”. Durante las mesas redondas se presentaron preguntas relacionadas con este tema. En cada mesa se entregaron preguntas escritas acerca de cómo ejercer juicio, misericordia y fe en una amplia gama de situaciones y circunstancias. Esto brindó a cada participante la oportunidad de compartir su conocimiento y sabiduría con los demás. Muchos de los pastores dijeron que pensaban utilizar este tipo de formato para los estudios bíblicos en sus congregaciones.

Varios ministros expresaron su deseo de investigar en más detalle el tema del juicio, la misericordia y la fe. Algunos incluso sugirieron que se continuara con este mismo tópico en la próxima conferencia ministerial, en 2018. En cuanto a su aplicación práctica, estos tres temas conforman uno solo. Después que se hace un juicio, se abre la oportunidad de extender misericordia. Y después que la misericordia ha sido extendida, Dios nos exhorta a caminar en fe.

Con frecuencia tendemos a confundir la paciencia con el sufrimiento. Una de las características más nobles de Dios es la paciencia; fíjese en estas palabras: “El Eterno, tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable; que visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta los terceros y hasta los cuartos” (Números 14:18). Las palabras hebrea y griega traducidas como “paciencia” tienen un significado prácticamente idéntico: se refieren a ser tolerantes y lentos para la ira, es decir, lentos para hacer juicios apresurados y castigar. En un lenguaje más sencillo, significa correr la milla extra a favor de una persona antes de juzgarla y ejecutar el castigo. Se debe destacar también que la paciencia es uno de los frutos del Espíritu Santo.

No obstante, tenemos que aclarar que ser paciente no impide que el asunto finalmente sea juzgado y se aplique el castigo pertinente. Esto nos recuerda las palabras del apóstol Pablo en Gálatas 6:7: “No os engañéis: Dios no puede ser burlado, pues todo lo que sembrareis, eso también segaréis”.

Las buenas noticias son que podemos autojuzgarnos y arrepentirnos. Pablo escribe: “Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados” (1 Corintios 11:31). Dios nos ama tanto, que si no nos juzgamos a nosotros mismos, o si nos rehusamos a hacerlo, él intervendrá para juzgarnos de manera que no seamos juzgados con el mundo (v. 32). Tarde o temprano Dios siempre nos pide cuentas, tanto en palabras como en acciones.

El apóstol Juan escribe: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Un ejemplo de esto es el publicano que “no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18:13). Este hombre hizo un juicio: “Soy pecador”. Dios pudo ver que tenía un corazón arrepentido, y Jesús afirma que este hombre se fue a su casa justificado, porque Dios le extendió misericordia después de que se juzgó a sí mismo y se arrepintió de sus pecados (v. 14).

El siguiente paso consiste en caminar humildemente en fe, después que nuestros pecados han sido perdonados y se nos ha extendido misericordia. El profeta Miqueas describe todo el proceso de ejercitar juicio, misericordia y fe: “Oh hombre. Él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide el Eterno de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:8). Analice cuidadosamente las palabras de Miqueas: “Qué pide el Eterno de ti”. De acuerdo a las inspiradas palabras de Miqueas, la aplicación de juicio, misericordia y fe es un requisito. Jesús declara que no debemos dejar de hacer “lo más importante de la ley” (Mateo 23:23).

Bajo la inspiración del Espíritu Santo, el apóstol Pablo escribió que se nos ha dado “el ministerio de la reconciliación” (2 Corintios 5:18). El ejercicio del juicio, la misericordia y la fe es la clave para la reconciliación, que puede lograrse aplicando estas tres cosas. Jesús dice que cuando llevamos nuestra ofrenda al altar y ahí nos acordamos de que nuestro hermano tiene algo contra nosotros, debemos dejar nuestra ofrenda delante del altar e ir a reconciliarnos primero con él, y solo entonces entregar nuestra ofrenda (Mateo 5:23-24). Por lo tanto, si pensamos que un hermano tiene algo contra nosotros, debemos acudir a él y hablar sobre el asunto. De acuerdo a la ley inmutable de Dios, ambos debemos llegar a un juicio y después pedirnos mutuamente perdón y misericordia. Este proceso de reconciliación nos permite caminar con toda confianza, en fe y paz.

Pero note lo siguiente: no existen atajos para ejercitar juicio, misericordia y fe. Este es el proceso prescrito por Dios para lograr la reconciliación. ¡Cuánta ira, frustración, dolor, noches en vela, ansiedad y estrés podríamos evitarnos si siguiéramos estos simples pasos para la reconciliación! Recuerde las palabras de Miqueas: “Qué pide el Eterno de ti”.

Santiago también agrega que “Dios juzgará sin compasión a los que no han tenido compasión de los demás. ¡La compasión triunfa sobre el juicio!” (Santiago 2:13, Palabra de Dios para Todos). ¿Cómo puede ser esto? Porque después que hacemos un juicio, confesamos nuestros pecados y nos arrepentimos, Dios es fiel y justo para perdonarnos toda injusticia. “Cuanto está lejos el oriente del occidente, él [hace] alejar de nosotros nuestras rebeliones” (Salmos 103:12). Por tanto, la compasión triunfa sobre el juicio.

Algunas de las más grandes dádivas o sacrificios que podemos ofrecer hoy en día, bajo los términos del nuevo pacto, son nuestras oraciones. Note las palabras del apóstol Pablo: “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios” (Hebreos 13:15-16). Si no nos reconciliamos con Dios, con Cristo y con cada miembro del Cuerpo de Cristo, nuestras oraciones se verán obstaculizadas.

El apóstol Pablo escribe: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14). ¡Palabras muy importantes, sin ninguna duda! Se nos han dado las claves para la unidad y la paz; de nosotros depende llevar a cabo lo que Dios nos ha encomendado con sagrada confianza: el ministerio de la reconciliación. Como el salmista escribe, “¡Mirad cuán dulce y cuán bueno es habitar los hermanos juntos en armonía!” (Salmos 133:1). EC