¿Solo orar y pagar? Las siete letras “P” de la Palabra de Dios

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¿Solo orar y pagar? Las siete letras “P” de la Palabra de Dios

Su intención es lastimar. ¿Estamos en la Iglesia solo para “orar y pagar”? ¿Se ha cuestionado alguna vez qué tipo de reacción intenta provocar esta afirmación despreciativa? Insinúa que estamos jugando un rol principalmente pasivo en la Iglesia de Dios, y que eso es lo que se espera de nosotros.

Pero al reflexionar en este dicho, debemos preguntarnos: ¿es esto realmente lo que la Iglesia espera que hagamos? Y aún más importante: ¿es esto lo que Dios espera de nosotros?

Desde luego, esta afirmación no es bíblicamente cierta, y en el fondo, es otra de las tácticas del adversario –fomentar una actitud negativa hacia la Iglesia y la obra de Dios. Nunca debemos pensar que pertenecer a la Iglesia es simplemente una cuestión de “orar y pagar”.

Por ello, es importante conocer las “siete letras P” para entender todo lo que significa el ser parte de la Iglesia de Dios. Como veremos, “orar y pagar” son en realidad un buen comienzo, pero además hay muchas otras cosas esenciales que debemos hacer.

1.La primera P—Plegarias a Dios

Cuando yo entré a la Iglesia siendo aún adolescente, aprendí que la simple repetición de la oración modelo de Jesucristo (Mateo 6:9), como se me había enseñado en mi iglesia anterior, no era correcta. Dios el Padre y Jesucristo en realidad querían una relación personal conmigo. Orar no era la repetición infinita de frases pomposas, sino que una conversación íntima con Dios. Yo debía abrir mi corazón y compartir, tanto con Dios el Padre como con Jesucristo, mis metas, sueños, fortalezas y debilidades. Dios es un Padre verdaderamente amoroso y solícito, y su Hijo sentado a su diestra, Jesucristo,  es mi amoroso Hermano Mayor, Mediador, Rey venidero y servidor. Yo debo tener un genuino compañerismo con ambos.

Como el apóstol Juan lo expresa de manera muy hermosa, “Les anunciamos lo que nosotros mismos hemos visto y oído, para que ustedes tengan comunión con nosotros; ynuestra comunión es con el Padre y con su Hijo, Jesucristo”(1 Juan 1:3, Nueva Traducción Viviente, énfasis agregado en todo este artículo). La palabra “comunión” aquí significa compartir con otros lo que uno tiene en común con ellos, y ese es el tipo de relación íntima que Dios desea tener con nosotros.

¿Qué se intenta decir con “solo” orar? La oración no debe considerarse un deber, sino que una conversación activa y dinámica con Dios. ¡Nuestra vida espiritual depende en gran parte de ella! Y parte de lo que es llevar a cabo la obra de Dios es orar fervientemente para que él abra las puertas a fin de que podamos llevar el evangelio del reino al mundo. También debemos orar por quienes están enfermos y por la venida del reino de Dios para que nos rescate de este mundo, en su mayoría perverso y degenerado. Debemos orar por el liderazgo de la Iglesia, para que Dios lo guíe en su tarea de cumplir su voluntad aquí en la Tierra. Debemos orar por la fortaleza que necesitamos para perdonar a quienes nos ofenden, tal como Dios nos perdona a nosotros. Necesitamos orar diariamente por el pan físico que nos sostiene. Y, finalmente, debemos pedirle ayuda a Dios para evitar caer en tentación y para que él refrene al Maligno de todo el daño que quiere hacer.

“¿Solo orar?” Parece que Satanás quiere que pensemos que la oración no es nada más que una parte aburrida y pasiva de nuestros deberes cristianos, ¡cuando en realidad es una oportunidad muy privilegiada, que paga grandes dividendos!

2.La segunda P—Pagar

Por alguna razón, existe la idea de que pagar nuestro diezmo también es un deber pasivo. Pero nunca debemos considerarlo así. Dios nos dice que al pagar nuestros diezmos estamos adorándolo a él de manera valiosa, práctica, activa y concreta, honrándolo por todo lo que hace por nosotros.

Como dice Proverbios 3:9-10: “Honra al Eterno con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto”.

Efectivamente, cuando diezmamos le mostramos a Dios nuestra dedicación y respaldamos nuestras palabras con acciones. Como Cristo dijo, “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:21).

Aún más importante, Satanás quiere que pensemos que esta es una petición pasiva e irracional y una responsabilidad contraproducente. Dios nunca ha enseñado eso, porque él quiere que aprendamos a ser “un dador alegre” (2 Corintios 9:7), característica que se deriva de su propia naturaleza divina. Dios nos ha prometido que bendecirá a quienes le diezman fielmente, y esta no es una sugerencia, sino que un mandamiento (Levítico 27:30; Deuteronomio 14:22).

Otro principio bíblico nos muestra cuán importante es honrar a Dios con nuestras posesiones. Jesús dijo, “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto” (Lucas 16:10).

Si no desarrollamos el hábito de diezmar –darle a Dios lo que legítimamente le pertenece y no robarle (Malaquías 3:8) –entonces, ¿con qué autoridad moral podemos enseñar a los miembros de nuestra familia (y en el futuro, a otros en el reino de Dios) a hacer lo mismo?

Diezmar es un privilegio y no una tarea fastidiosa. Como Juan mencionó: “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3). Esto incluye el dar nuestros diezmos y ofrendas.

Finalmente, ¿cómo puede llevarse a cabo la obra de Dios sin estos diezmos y ofrendas? Ellos son el soporte principal de todo lo que se hace en la Iglesia para llevar el evangelio al mundo y alimentar al rebaño de Dios. Ciertamente, a Satanás le encantaría disuadirnos de hacer nuestra parte en la obra de Dios haciéndonos pensar que diezmar es “solo pagar”.

3.La tercera P—Participación

En la Iglesia de Dios siempre ha habido muchas oportunidades de participar. De hecho, la Iglesia de Dios está diseñada paraserun centro de oportunidades para el servicio a la manera de Cristo. Mientras a usted no le importe quién se lleve el crédito y esté dispuesto a realizar tareas poco glamorosas, hay abundantes oportunidades en la Iglesia para servir a Cristo y a los demás.

Sin embargo, es bastante común que la gente busque aquellas labores que la hagan destacarse. Quizás si la idea de “orar y pagar” surgió entre personas frustradas porque querían ser vistas y reconocidas pero no pudieron lograrlo. Los fariseos cayeron en esta trampa, como Jesús lo hizo notar: “. . . porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa” (Mateo 6:5).

Pablo se estaba refiriendo al problema de querer ser admirado y codiciar los puestos “superiores” cuando dijo: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:3-5).

Para la persona que desea servir, no se trata de “solo orar y pagar”, sino que de participar activamente. Pablo también explicó la motivación correcta que se debe tener al participar: “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Colosenses 3:17).

La nueva declaración de propósito de la Iglesia refleja esta actitud de activa participación de los miembros: “Una Iglesia guiada por el Espíritu de Dios, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor y cumplir el gran propósito de Dios de llevar muchos hijos a la gloria” (Efesios 4:16; Hebreos 2:10).

4.La cuarta P—Proveer

Otra de las grandes oportunidades en la Iglesia de Dios es ayudar a proveer para otros. Hay muchas necesidades, y la Iglesia no puede satisfacerlas todas. Es necesario contar con nuestra generosidad, especialmente de quienes han sido bendecidos con más, para ayudar a quienes son menos afortunados que nosotros. Esta ayuda no tiene que consistir necesariamente de dinero, sino que puede ser nuestro tiempo, esfuerzo y aliento.

Dios llama y coloca en la Iglesia a personas que tienen muchas necesidades físicas y emocionales. Él quiere ver qué es lo que estamos dispuestos a hacer al respecto. ¿Nos limitamos a decir que es “un problema de la Iglesia” que deben resolver los ministros?

Uno de los dones espirituales que Dios entrega a algunos de los miembros de la Iglesia es un espíritu generoso para proveer a otros en la congregación. Pablo mencionó: “Tenemos dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado . . . si es el de socorrer a los necesitados, que dé con generosidad” (Romanos 12:6-8, NVI).

5.La quinta P—Promover

Otro atributo que debemos desarrollar es la promoción de la Iglesia mediante nuestro ejemplo activo. Algunas personas prefieren ser una trompeta que una luz. Pero como Cristo dijo, “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16).

Durante los últimos 60 años, las razones más comunes que se han dado para explicar cómo las personas han llegado a la Iglesia son casi siempre las mismas. Aproximadamente un 40% de ellas lo ha hecho gracias al ejemplo de un miembro de la Iglesia. Por lo tanto, no debemos subestimar el poder de establecer un buen ejemplo para los demás. Tal vez no suene muy glamoroso, pero es un elemento clave ante Dios.

¡Somos parte de la obra más grandiosa sobre la faz de la Tierra, y debemos expresar nuestro entusiasmo! Como Pablo dijo en Colosenses 4:5-6: “Compórtense sabiamente con los que no creen en Cristo, aprovechando al máximo cada momento oportuno. Que su conversación sea siempre amena y de buen gusto. Así sabrán cómo responder a cada uno” (NVI).

6.La sexta P—Prepararse

Otra de nuestras responsabilidades es la de prepararnos para el reino de Dios. No podemos esperar que otros estudien nuestra Biblia, mediten u oren por nosotros. Este es uno de los deberes más importantes ante Dios:preparar espiritualmente nuestras vidas, a fin de convertirnos en mejores instrumentos para su gloria y honor.

Como leemos en 2 Timoteo 2:15: “Esfuérzate por presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que interpreta rectamente la palabra de verdad” (NVI).

¿Qué tan conocedores somos de las enseñanzas doctrinales y de la sabiduría bíblica práctica? ¿Nos preocupamos y esforzamos verdaderamente en este aspecto? Igual que en cualquier carrera profesional, si usted no entiende bien la teoría, en la práctica no le irá mucho mejor.

7.La séptima P--Perseverar

Por último, tenemos la responsabilidad de aprender a perseverar hasta el fin. Desarrollar perseverancia es otro de los deberes que Dios requiere de nosotros.

Como nos dice Proverbios 24:10: “Si fueres flojo en el día de trabajo, tu fuerza será reducida”. Cualquiera puede comenzar con gran impulso una carrera, pero muy pocos la terminan de igual manera. Los atletas deben trabajar duramente y por largo tiempo para desarrollar la resistencia que les permita alcanzar la victoria. Como atletas espirituales, nosotros debemos hacer lo mismo.

El apóstol Pablo dijo al respecto: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:24-27).

Por lo tanto, la perseverancia es otro atributo muy importante que debemos desarrollar.

Conclusión

Como hemos visto, estar en la Iglesia es mucho más que “solo orar y pagar”. Estas cosas son parte de los deberes que Dios exige, pero de ningún modo son los únicos. Dios desea que seamos miembros activos y que produzcamos frutos abundantes, de acuerdo al Espíritu Santo que mora en nosotros.

Por lo tanto, no permita que nadie se queje de estar en la Iglesia “solo para orar y pagar”. Dios nos recompensará por todo lo que hacemos por él. Es un gran privilegio el ser llamados y que se nos permita elevar plegarias a Dios, pagar, participar, proveer, promover, prepararnos y perseverar en su Iglesia.

Como Dios dijo en Malaquías: “Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice el Eterno. Y dijisteis: ‘¿Qué hemos hablado contra ti?’ Habéis dicho: ‘Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia del Eterno de los ejércitos? Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no solo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon’. Entonces los que temían al Eterno hablaron cada uno a su compañero; y el Eterno escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen al Eterno, y para los que piensan en su nombre. ‘Y serán para mí especial tesoro’, ha dicho el Eterno de los ejércitos, ‘en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve. Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve’” (Malaquías 3:13-18).

Un día, vamos a ver que nuestras plegarias, el pagar diezmos, participar, proveer, promover, prepararse y perseverar, rendirán grandes frutos, no solo en esta vida presente, sino que más importante, ¡en el reino de Dios!