Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?

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Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?

En más de 40 años como ministro, muchas veces me he parado junto a la tumba de personas fallecidas mientras se llevaba a cabo su funeral. He estado en el entierro de mis padres, he acompañado a padres que han tenido que sepultar a sus pequeños hijos y he entregado a amigos y mentores a la oscuridad del sepulcro. Y en cada ocasión he abierto la Biblia para explicar el significado de todo esto a quienes despiden a sus seres queridos.

Las palabras contenidas en ella han dado consuelo y entendimiento a los deudos que están viviendo el luto y pasando por uno de los momentos más dolorosos de la vida. Hay gran esperanza en el poder de las Escrituras. Éstas pueden sorprender e impactar a los que escuchan los pasajes fundamentales que explican la esperanza revelada en la Biblia.

Estos versículos responden la crucial pregunta ¿hay vida después de la muerte? Repasemos estas escrituras que demuestran el poder de la Santa Biblia, la Palabra de Dios.

La pregunta de Job

Siempre comienzo con una pregunta trascendental que aparece en el libro de Job: “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?” (Job 14:14). En mi opinión, no existe mejor pasaje para empezar a responder las dudas que afligen a una persona que ha perdido a un ser querido.

Aquí, donde Job se halla sentado en un montículo de ceniza y sumido en una miseria física y mental, surge el quejumbroso lamento. Sus hijos están muertos, su cuerpo carcomido por llagas y úlceras, y su esposa tan desesperada, que le dice: “Maldice a Dios, y muérete” (Job 2:9). ¡Ni siquiera puede contar con su apoyo!

La pregunta y el gemido de Job son una apelación directa a Dios para que lo esconda en el Seol y lo cobije allí hasta que se apacigue su ira divina, suplicándole:

“¡Cómo quisiera que me escondieras en la tumba y que allí me dejaras olvidado hasta que pase tu enojo! ¡Pero anota en tu calendario para que te acuerdes de mí!” (Job 14:13, Nueva Traducción Viviente).

En el siguiente versículo Job plantea la gran interrogante e inmediatamente entrega la respuesta: “Todos los días de mi edad esperaré, hasta que venga mi liberación”(v. 14, énfasis nuestro en todo este artículo). Y luego agrega, “Entonces llamarás, y yo te responderé; tendrás afecto a la hechura de tus manos” (v. 15).

¡Este pasaje es verdaderamente extraordinario! Es evidente que Job conoce algo sobre los propósitos de Dios, ya que sus palabras aclaran el significado de muchas otras escrituras. Es increíble que los innumerables volúmenes que se han escrito sobre esta inusual historia no logren ver su conexión con otros pasajes bíblicos que explican el propósito de Dios para la humanidad.

Job entiende que eventualmente experimentará un cambio. Tiene certeza de que esta serie de tragedias inimaginables por las que está atravesando están bajo la supervisión de Dios. Sabe que está destinado a morir y que esto es parte del ciclo de la vida, el cual tiene un propósito y un fin.

Sin embargo, más allá de ello radica una asombrosa verdad: que Job esperará en la tumba hasta que aquel cambio llegue,cuando Dios lo llame y desde la sepultura él responda a ese llamado.

El epitafio que el autor, inventor y estadista estadounidense Benjamín Franklin escribió para sí, refleja un sentir parecido:

El cuerpo de B. Franklin,

Impresor,

Como la cubierta de un libro viejo,

Con su interior rasgado,

Despojada de su texto y sus dorados,

Yace aquí, como alimento para los gusanos.

Pero la obra no se perderá:

Porque como él creyó, aparecerá de nuevo,

En una edición nueva y más perfecta,

Revisada y corregida

Por el Autor.

“En una edición nueva y más perfecta”. Así expresa Benjamín Franklin la forma en que su cuerpo, según lo que él creía, “aparecería de nuevo” después de la muerte — un cuerpo nuevo y perfeccionado por su autor original, Dios.

Sí, Dios tiene un propósito para nosotros, y nuestras vidas no son producto del azar. Quienes han estudiado las Escrituras y han observado honestamente la creación física entienden esta verdad.

Pasajes claves

La afirmación de Job se relaciona directamente con Génesis 1:26-27: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”.

Estos versículos son la clave para responder la gran pregunta planteada al comienzo de este artículo. El hombre fue creado a imagen de Dios, no a imagen de alguno de los animales de la creación. Los descendientes de Adán —que lo incluyen a usted y a mí— fueron creados para complementar la familia de Dios, ¡con el potencial para llegar a ser parte de esa familia!

Este pasaje nos dice que fuimos creados “a imagen de Dios” — una frase que comprende mucho más que la apariencia física. Esto abarca también el carácter espiritual y llegar a ser como Dios en pensamiento y obra. Dios ha colocado a los seres humanos en “vasos de barro” (2 Corintios 4:7) —cuerpos físicos temporales— con el potencial de ser moldeados y transformados para la gloria de Dios.

Por esto fuimos creados, y éste es nuestro propósito en esta vida.

Las enseñanzas de Jesucristo acerca de la vida después de la muerte

La interrogante “si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?” nos conduce naturalmente a las afirmaciones que hizo Jesucristo en el evangelio de Juan. Cristo fue desafiado a sanar a un hombre en sábado, pero prefirió responder declarando el amor del Padre por el Hijo y las obras hechas a través del Hijo: “Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida” (Juan 5:21).

Unos versículos más adelante nos dice: “De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán” (v. 25). ¡Qué afirmación más asombrosa! “Viene la hora . . . cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán”. Esto suena extraordinariamente parecido a lo que Job dijo unos 2.000 años antes.

Jesús luego continúa diciendo: “No se asombren de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán de allí. Los que han hecho el bien resucitarán para tener vida, pero los que han practicado el mal resucitarán para ser juzgados” (Juan 5:28-29, Nueva Versión Internacional).

Cuando leo estos versículos de consuelo en una habitación llena de personas que están sufriendo, se podría oír cómo cae un alfiler al suelo. Las palabras resuenan con claridad y comienzan a dar esperanza en el momento más desolador: “¡Los muertos escucharán la voz del Hijo de Dios; y aquellos que la escuchen, vivirán!”

Estas palabras se encuentran entre las más poderosas de la Biblia y son parte medular de la fe para quienes siguen a Cristo. Si creemos que Jesús fue enviado por el Padre, que dio testimonio de él, que murió por los pecados de la humanidad y que fue resucitado como él mismo predijo, entonces debemos creer que habrá un día en el cual los muertos volverán a vivir.

¿Qué enseñó el apóstol Pablo?

Luego me dirijo a los primeros escritos del apóstol Pablo, en 1 Tesalonicenses 4:13-14. Pablo escribió estas palabras a un grupo de creyentes que enfrentaban la prematura muerte de unos amigos: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él”.

En estos versículos Pablo se refiere a la muerte como a “un sueño”, ¡del cual los muertos despertarán!

Pero la clave reside en la afirmación de Pablo: “Si creemos que Jesús murió y resucitó. . .” Debemos creer en esto y confiar ciegamente en que Jesús se levantó de entre los muertos.

A continuación Pablo describe de manera muy gráfica el descenso de Jesucristo desde el cielo al sonido de una gran trompeta, cuando “los muertos en Cristo resucitarán primero” (v. 16). Aquí vemos una resurrección que ocurre al sonido de una gran trompeta. Los eventos del fin del mundo serán anunciados por grandes señales, y el centro de todo esto será la resurrección de los muertos en el momento que aparezca Cristo. ¡Qué gran consuelo brindan estas palabras! (vv. 17-18).

Los que se encontraban en Tesalónica y escucharon esto deben haberse conmovido y alentado profundamente frente a esta impactante imagen de la resurrección. ¡Cada vez que leo esto, me maravillo de su significado y la grandiosa promesa de Dios! Lo mismo deben sentir quienes se reúnen para llorar la muerte de un ser querido. Dios, en su amor y misericordia entrañable, inspiró a Pablo a escribir estas esperanzadoras palabras.

En un momento, en un abrir y cerrar de ojos

Pero hay todavía otro pasaje, tan poderoso como los ya mencionados, que leo a los que están de luto. En 1 Corintios 15, un capítulo que muchos llaman “el capítulo de la resurrección”, Pablo explica cómo el Reino de Dios es heredado por aquéllos que son transformados mediante una resurrección: “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados”(vv. 51-52).

Aquí volvemos a las palabras de Job. Él dijo que esperaría hasta que su cambio viniera. Pablo da la respuesta a todos aquellos que quieren saber si el hombre volverá a vivir de nuevo. El cambio para los verdaderos seguidores de Cristo ocurrirá al sonido de la última trompeta, cuando serán transformados instantáneamente de carne a espíritu, al igual que los que ya están muertos (“dormidos”) y que en ese momento también serán levantados y transformados.

Estos versículos constituyen un poderoso mensaje de esperanza para quienes lloran la muerte de un ser querido. A lo largo de los años, innumerables veces he presenciado el poder transformador de estas palabras. Son tan completas, tan contundentes en su simplicidad—pero a la vez tan claras en su verdad—, que pueden reconfortar a una audiencia aunque sea por un momento, permitiéndole vislumbrar lo que la gloria de Dios ofrece en el largo plazo a toda la humanidad.

Lo que he aprendido en tantos velorios y funerales de los que he sido parte durante mis años como ministro, es que lo más apropiado en estas situaciones es simplemente leer estas palabras y dejarlas hacer su obra sanadora.

Creo que así es como Dios quiere que se entreguen y entiendan. El poder de la Palabra viviente de Dios, “más cortante que toda espada de dos filos” (Hebreos 4:12), atraviesa el denso velo de la muerte que envuelve el corazón cuando un ser amado fallece.

Estas palabras dan inicio al proceso de sanación del corazón. Esta es la oportunidad para que uno pueda mirar a Jesucristo y creer que él pudo romper los lazos de la muerte y que vive hoy al lado de Dios, sosteniendo el poder de la vida en sus manos. Jesucristo ha derrotado a la muerte y espera el momento en que ésta sea quitada de la presencia del hombre (Apocalipsis 20:14).

Hay esperanza de vida después de la muerte mediante la resurrección, cuando aparezca Jesucristo en su gloriosa segunda venida. Esta verdad se encuentra en incontables pasajes de la Biblia.

Las escrituras que he citado en este artículo constituyen la base de los comentarios que debo hacer durante un funeral. Siempre es un gran privilegio decir estas inspiradoras y santas palabras. Años de experiencia me han demostrado el poder que tienen para brindar conformidad y sanación en momentos de dolor y de tristeza. Este hecho en sí mismo me confirma que lo que estas palabras prometen es cierto.

¿Qué prueba necesita usted? Lea estas palabras en su Biblia. Estúdielas de rodillas y pídale a Dios entendimiento de los temas más esenciales. Luego, haga una cosa más: estudie profundamente la Biblia en referencia a este tema con la ayuda de nuestro folleto ¿Qué sucede después de la muerte?

Encuentre la prueba y conozca la verdad sobre esta interrogante. ¡Hay esperanza! Usted puede conocer la respuesta a la pregunta que hizo Job: “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?”