¿Estamos luchando contra Dios?

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¿Estamos luchando contra Dios?

Casi al final del sermón del monte, Jesús hace una de las declaraciones más estremecedoras que se registran en la Biblia:

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:21-23, énfasis nuestro en todo este artículo).

“¡Nunca os conocí!”No sé qué piensen ustedes, pero yo creo que esta es una afirmación muy seria. Me hace autoexaminarme y preguntarme si Jesús me podría decir eso. Soy un seguidor de Jesucristo y me considero cristiano, y por ningún motivo deseo que él me mire a los ojos y me diga esas palabras.

Este es el tipo de frase que alguien le diría a su enemigo. ¿Será posible que usted o yo pudiésemos ser enemigos de Dios?

Enemigos de Dios

Examinemos un ejemplo que grafica muy bien esta situación.

El libro de Apocalipsis nos entrega una imagen profética de ejércitos que se reunirán para luchar contra Jesucristo en su segunda venida:

“El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Eufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente. Y vi salir de la boca del dragón [Satanás], y de la boca de la bestia [un líder político de los últimos tiempos], y de la boca del falso profeta [un líder religioso de los últimos tiempos], tres espíritus inmundos a manera de ranas; pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso.…Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón” (Apocalipsis 16:12-16).

El capítulo 19 de Apocalipsis nos entrega más detalles de aquel acontecimiento:

“Y vi a un ángel que estaba en pie en el sol, y clamó a gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: Venid, y congregaos a la gran cena de Dios, para que comáis carnes de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes. Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército” (vv. 17-19).

¿Qué significa esto? ¿Cómo es posible que los seres humanos se unan para luchar contra Dios? Esta es una de las escenas más desconcertantes de la Biblia, sin embargo, ¡es algo que sucederá!

Aquí es donde debemos tratar de responder esta difícil pregunta: ¿seremos parte de este ejército? ¿Podemos imaginarnos luchando contra Jesús en su segunda venida? La única forma de evitar ser parte de esto es no luchar contra Dios en nuestras vidas desde ya. Debemos someternos a él desde ahora mismo.

¿Estamos resistiendo a Dios?

Jesús mismo nos insta a reflexionar sobre lo que nos está diciendo.

En el Nuevo Testamento encontramos la historia de un hombre que pensaba que era amigo de Dios, hasta que un día se dio cuenta de lo contrario. Este hombre era fervientemente religioso, asistía a los servicios semanales para adorar a Dios y conocía la Biblia de manera detallada; de hecho, podía recitarla de memoria. Sin embargo, un día Dios lo confrontó con la dura realidad de que él era realmente su enemigo.

Este hombre era Saulo de Tarso, quien posteriormente sería conocido como el apóstol Pablo. Él dedicó su vida a luchar contra lo que consideraba era una falsa doctrina, pero en realidad estaba luchando contra su Creador, Jesucristo.

¿Podríamos encontrarnos en la misma situación, es decir, creer que estamos haciendo lo correcto, pero en realidad estamos contra Dios? Necesitamos abrir nuestros corazones y mentes para ver si nos reflejamos en la historia de Pablo.

Incluso los cristianos pueden encontrarse en una posición donde se hacen enemigos de Dios por luchar contra su propósito en sus vidas. En este sentido la historia de Pablo es trascendental, ya que fue un hombre devoto y como él mismo se describió, “sin culpa” en cuanto a la observancia de su fe religiosa. Si un hombre con este nivel de devoción estaba equivocado en la forma de adorar a Dios, entonces es de suma importancia que  examinemos nuestra religiosidad. ¿Es usted amigo o enemigo de Dios?

Hacedores de maldad

Pensemos en el ejército que se menciona en Apocalipsis y que se reunirá “para hacer guerra” contra Jesucristo a su retorno. ¿Quién forma este ejército? ¿Quién pelea contra Jesucristo? Este ejército está compuesto de personas a las que Jesús dirá: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:23).

Entonces debemos preguntarnos, ¿soy un hacedor de maldad?

Pablo fue desafiado por Dios porque estaba luchando contra él. Este encuentro impactó profundamente el resto de su vida y desde ese momento aprendió que la humanidad tiene un problema fundamental, acerca del cual escribió en una carta a los cristianos de Roma: “Y como ellos [los paganos] no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen” (Romanos 1:28). ¡Esta es una afirmación muy poderosa y que debe hacernos reflexionar!

Pablo a continuación describe una serie de conductas entre las cuales menciona la inmoralidad sexual, la maldad y el homicidio –todo lo que podríamos llamar “pecados graves”–, pecados que uno esperaría encontrar en una lista de “los 10 pecados más graves”, y que jamás quisiera que fueran parte de su vida.

Pero, ¡momento!

Él también menciona el engaño, las malignidades y las murmuraciones. Nos dice que la soberbia es un problema, habla de la altivez y la desobediencia a los padres, y nos advierte para que no seamos rencorosos y para que tengamos misericordia.

Pablo no escatima palabras en esta lista. Hace una compilación de pecados que reflejan de una u otra forma los problemas que nos acarreamos los seres humanos por no tener en cuenta a Dios en nuestros corazones y mentes todos los días de nuestra vida. Estos comportamientos desgastan nuestra relación con el Eterno y nos convierten en enemigos suyos. El pecado es pecado y tiene un tremendo impacto.

Lo que Pablo escribe aquí en Romanos nos explica la razón por la cual se formará un ejército en el tiempo del fin para luchar contra Jesucristo a su venida. Como los seres humanos “no aprobaron tener en cuenta a Dios”, desarrollan una animosidad contra él que distorsiona su verdadera imagen. La humanidad no puede reconocer a Dios por causa del pecado.

La transgresión del camino de vida revelado por Dios es lo que mantiene al mundo en oscuridad y lo que hará que las naciones desafíen a Jesucristo cuando aparezca en gloria. Nuevamente tenemos que preguntarnos, ¿seremos parte de este ejército al final de los tiempos?

¿Quién es amigo de Dios?

Si Dios tiene enemigos, de lo cual no cabe duda, ¿tiene también amigos?

En la Biblia encontramos el ejemplo de un hombre que Dios consideraba un amigo: “Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios” (Santiago 2:23).

¿No le gustaría ser llamado “amigo de Dios”? A mí sí. ¿Qué hay que hacer para ser amigo de Dios?

Dios le ordenó a Abraham que partiera a una tierra nueva. Le pidió que dejara su pasado atrás y que fuera en busca de una nueva vida, diciéndole: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”. La Biblia nos dice “y se fue Abram [como se llamaba en ese entonces]” (Génesis 12:1-4). ¿Qué hubiera hecho usted en su lugar?

Abraham escuchó a Dios y dejó su hogar para ir a la tierra que Dios le prometió. Comenzó a demostrar fe –la fe viva y activa que implica convertirse en amigo de Dios– dirigiéndose a un mundo desconocido, solo porque tenía fe en la Palabra de Dios y en su voluntad.

Abraham abandonó las enseñanzas religiosas de su familia y obedeció a un Dios que nadie más parecía o quería conocer. Comenzó a creer y hacer cosas para seguir y obedecer a Dios, y lo conoció cuando empezó a vivir la forma correcta de vida – el camino de Dios.

Cuando vivimos el camino de vida de Dios es que llegamos a conocerlo mejor y más íntimamente. Cuando vivimos el camino de Dios nos convertimos en su amigo y no en su enemigo. Experimentamos la vida como Dios la vive y pretende que nosotros la vivamos.

Pregunto nuevamente: ¿es usted amigo o enemigo de Dios?

Usted puede convertirse en amigo de Dios

El apóstol Pablo pasó una gran parte de su vida siendo enemigo de Dios sin saberlo, pero luego de un profundo llamado de atención dejó de luchar contra él y se convirtió en su amigo mediante la obediencia.

Abraham fue un hombre que se hizo amigo de Dios escuchándolo y obedeciéndolo. Podemos seguir su ejemplo desarrollando una firme intención de conocer al verdadero Dios y a su Hijo, Jesucristo.

Comprender y obedecer los Diez Mandamientos de Dios es una buena manera de comenzar a conocer al Eterno y hacernos su amigo, pero es mucho más que eso. Implica un deseo profundo de querer conocer a Dios y también a Jesucristo. El deseo de conocer a Dios y obedecerle es el punto de partida para el tipo de fe que Abraham, que era un amigo de Dios, tenía.

Piense en el ejército que luchará contra Cristo a su regreso. ¿Dónde se encontrará usted cuando esto suceda? ¿Será parte de ese ejército, batallando contra su Salvador? Si no mantenemos a Dios en el centro de nuestras vidas, podríamos convertirnos en su enemigo.

Pero la buena noticia es que sí podemos conocer a Dios, y podemos convertirnos en su amigo, tal como lo hizo Abraham. Dios quiere ser su amigo, pero para ello necesita que usted deje de luchar contra él.

¿Qué está usted esperando?

De la misma forma que hizo con Pablo, Dios puede cambiar su vida y convertirlo en uno de sus discípulos. La decisión es suya. ¿Está dispuesto a admitir que no conoce ni entiende por completo a Dios Padre, al “único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado?” (Juan 17:3).

¿Está usted luchando contra Dios? ¡No pretenda que no lo está! Ser amigo de Dios es mucho más que creer: es practicar una fe con obras.

El ejército de los tiempos del fin que luchará contra Dios estará formado por personas que no fueron capaces de hacerse este tipo de preguntas. Ellas no se caracterizarán por autoanalizarse profundamente y comparar sus opciones de vida con la Palabra de Dios; se dejarán llevar por la sociedad y terminarán en el lado equivocado del campo de batalla.

Cuando Jesús regrese y ese ejército se alce en su contra, ¿cómo serán los soldados?

Se parecerán a usted y a mí. Si no analizamos cuál es nuestra posición ante Dios y no nos esforzamos por obedecerlo como sus amigos, podríamos encontrarnos peleando contra él. ¿Es usted amigo o  enemigo de Dios? Todos somos lo uno o lo otro. ¿Cuál será usted?