Lecciones de vida de Tailandia

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Lecciones de vida de Tailandia

Recientemente volví de Tailandia en donde enseñé en una escuela llamada Institute Legacy. Legacy funciona con una base de voluntarios, como servicio a jóvenes adultos en el Sureste de Asia que están interesados en aprender la fe cristiana y el idioma inglés. Durante el último año tuve muchas interesantes, emocionantes y desafiantes experiencias, y de todas ellas, éstas son las tres lecciones que aprendí.

1. Sé valiente

Tailandia es un mundo completamente distinto comparado a la vida en Estados Unidos. Por lo que fue incómodo, algunas veces incluso peligroso. Aprendí que solo podía confiar mi vida y mi seguridad en Dios. Ser valiente significaba ser vulnerable, confiando en que Dios está siempre a cargo y que es siempre bueno. Tenía que tener presente eso, y creer de verdad que él iba a cuidar de mí, a fin de encontrar real valentía para hacer su voluntad y confiar en su poder (Salmos 23:1-6, Filipenses 4:12-13).

2. Las excusas te quitan las oportunidades de amar a otros desinteresadamente

Ya que la vida era incómoda, era fácil tener razones justificadas para no hacer algo por servir a mis estudiantes y a mis colegas profesores. En este nuevo entorno mis propias necesidades se volvieron mucho más evidentes y parecían incluso más difíciles de sacrificar. Pero el apóstol Juan dijo, “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos... no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:16-18). Cada día tenía que luchar por estar presente en las vidas de mis estudiantes y estar atenta a cumplir mis responsabilidades para cuidar de sus necesidades. Todo lo que hacía importaba, y me hice responsable de ello ante Dios.

3. El amor es una opción, no un sentimiento

De todos los desafíos que enfrentamos, escapar de nuestras diferencias y conflictos nunca fue una opción. Como estudiantes y profesores teníamos que estar comprometidos los unos con los otros, y decididos a amarnos cada día. Cometimos muchos errores y nos herimos los unos a los otros seguido. No estábamos de acuerdo y teníamos muchas diferencias por venir de distintos lugares, culturas e incluso comunidades cristianas, pero teníamos que recordar que Dios nos había juntado por una razón, y era nuestra responsabilidad alcanzar nuestro máximo potencial en amarlo a él y entre nosotros cada día.

Después de todos los desafíos que enfrentamos, estoy muy agradecida de Dios por las lecciones que me hizo aprender y por los momentos que compartimos en Legacy. Fue un increíble viaje, y extraño mucho a todos. Sé que es solo el comienzo del plan aún más grande de Dios, pero no puedo esperar por estar con todos ellos y ver a mis estudiantes de nuevo. Espero que estas lecciones sean de ayuda para ti en tu viaje hacia Dios, y por favor sigue orando por toda la obra de Dios y porque su voluntad se cumpla.

Fuente: ucg.org