La decisión de bautizarse

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La decisión de bautizarse

Mis padres se esforzaron mucho durante nuestra adolescencia para enseñar a mis hermanos y a mí a acercarnos a Dios a través de las decisiones que tomamos todos los días, como dice en Santiago 4:8: “Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros…”

Han habido muchas decisiones cruciales en mi vida — decisiones que no solamente cambiaron mi rumbo, sino también las bendiciones que Dios me ha dado.

Una de las más importantes ocurrió cuando estudiaba arte, preparándome para la carrera que había elegido.

Ese día, camino a la escuela, el motor de mi vehículo se desalineó. En cuestión de minutos se convirtió en un pisapapeles de dos mil libras. Un teléfono se encontraba a kilómetros desde donde me hallaba con el automóvil averiado, y no hablemos de una estación de servicio. Esto ocurrió años antes de que existieran los teléfonos celulares, así que no podía recibir ayuda. Alguien tenía que detenerse para ayudarme o tendría que caminar como cinco kilómetros hacia el teléfono público más cercano.

Lo único que podía hacer en ese momento era pedirle a Dios que enviara a alguien a ayudarme. En cuanto a mí, seguía ahí de pie, viendo el motor y esperando entender por qué se había atascado. Un hombre amable se detuvo, evaluó el daño y ofreció llevarme al teléfono más cercano — lo cual acepté.

Yo era simplemente un joven de diecinueve años esforzándome en mis estudios tratando de definir una ruta en mi vida. Esa vida —mi vida— estaba a punto de cambiar, ya que estaba siendo desafiado a tomar una decisión.

La habilidad de las madres con las palabras

Luego de que aquel hombre amable me dejara en la estación de servicio llamé a mi madre —la única persona a quien sabía que podía acudir a esa hora de la mañana; le expliqué la situación y le pregunté si podía venir a recogerme. Dijo, “claro”, y media hora más tarde, hizo precisamente eso.

Camino a casa, me estaba quejando con ella sobre mi vehículo, lo caro que resultaría arreglarlo, ¿cómo voy a ir a la escuela?, etcétera.

Ella escucho por un rato y luego me preguntó si había considerado que Dios podría estar tratando de decirme algo.

No podía créelo. Me enfadó, ¿qué tenía eso que ver con que mi automóvil se arruinara? Pero no se detuvo allí, me hizo otra pregunta: ¿Por qué no había decidido si me iba a bautizar?

Un empujoncito de parte de Dios

¿Qué se proponía ella con esto? ¿Por qué permitiría Dios que el motor de mi auto se desalineara para impulsarme a tomar una decisión respecto a mi futuro espiritual? Ahora me avergüenzo de mis respuestas a las preguntas de mi madre pues ella tenía razón. Si Dios está buscando ser parte de nuestras vidas, usará cualquier cosa que haya en ellas (nuestros pensamientos, acontecimientos, circunstancias, etcétera) para captar nuestra atención.

De repente, entendí claramente que tenía que tomar una decisión. El final de la historia es que sí decidí bautizarme. Luego de recibir consejería de parte del ministerio, fui bautizado en la primavera siguiente, el día anterior a Pentecostés. Esa decisión fue la más importante que he tomado en mi vida.

El bautismo es un comienzo y un compromiso que hace una persona adulta madura, ya sea joven o mayor, que ha calculado el costo de lo que se requiere para ser fiel a Dios y a su camino de vida, según está descrito en la Biblia. Es el primer paso hacia la vida eterna. Para obtener más información sobre esta importante decisión, lee el folleto Transforme su vida: La verdadera conversión cristiana.

Aprende de mi lección. Cuando las cosas parecen no llevar a ninguna parte o simplemente no tienes todas las respuestas, pregúntale a Dios: ¿Qué quieres que haga? Puede que la respuesta te sorprenda.

Fuente: ucg.org